0. En unos días terminan los JJOO en París. Desde la apertura, que tanto dio que hablar, hasta las próximas semanas habrá asuntos que se discutirán.
Leyendo las redes me llama la atención el juicio que se hace sobre diferentes miradas a los cuerpos. No me refiero a los comentarios de los que vieron erróneamente “la última cena” en clave queer y se rasgaron las vestiduras. Más bien señalo como los cuerpos atléticos son contemplados, descubiertos, acechados.
Llama mi atención como se hacen juicios morales sobre cómo miramos a les atletas. No me extraña, pero tengo preguntas.
1. La policía moral, políticamente correcta, se niega a expresar que la mirada no es solo un acto de ver, sino que está íntimamente ligada al deseo. Cuando un sujeto mira, busca algo que le falta, un objeto que satisface su deseo. Este objeto puede ser una imagen, una persona o incluso una experiencia o un cúmulo de signos que conforman una identidad particular. La mirada, entonces, se convierte en un medio para alcanzar el deseo.
Aquí hago una distinción: el deseo se refiere a una inclinación o anhelo hacia algo o alguien, que puede incluir aspectos emocionales, físicos o psicológicos. Es una experiencia subjetiva que puede manifestarse en diferentes contextos, pero, además, hay que decir -y me perdonan el sesgo lacaniano- que a veces deseamos el deseo mismo. En un sentido más profundo, el deseo en sí es una parte fundamental de la experiencia humana que podemos decir es en ocasiones más valiosa que la satisfacción del deseo.
Esto que digo no es lo mismo que sexualización. Esto implica la atribución de características sexuales a una persona -o situación- reduciendo su valor o identidad a su atractivo físico o a su sexualidad. La sexualización puede ser un fenómeno social o cultural, donde se enfatiza lo sexual de manera que puede ser objeto de consumo o explotación.
Uno puede sentirse atraído por la armonía, la proporción, la simetría o el color. En resumen, uno admira la belleza. Pero “la belleza” es en última instancia una construcción social que puede ser definida a partir de experiencias culturales y personales.
2. En los JJOO a través de la pantalla, les atletas corren, saltan, pelean, juegan. No nos ven. Les vemos. Pero saben perfectamente que se convierten en objeto de la mirada del Otro. ¿Pueden sentirse despojados de su subjetividad? ¿Ocurre en les atletas un conflicto entre el deseo de ser visto y el deseo de mantenerse libres de las miradas?
Dicho esto, ¿cuándo es que ese juicio sobre la belleza de los cuerpos -algo tan subjetivo- se convierte en “violencia” ? ¿Depende de quién emite el juicio? ¿El género, la edad, la etnia, determinan que la expresión sea adecuada o inadecuada?
3. Entonces, ¿qué pasa cuando hay atletas cuyos cuerpos escapan a las miradas de lente binario? Me explico. Nadie duda que el lugar que ocupa el cuerpo femenino en la imaginación occidental y en sus producciones simbólicas se presenta a partir de una actividad predominantemente dominada por hombres y para el hombre. Traigo un caso. Las boxeadoras, Imane Khelif, argelina y la taiwanesa Lin Yu-ting. Altas, cabello corto. Inmersas en un escándalo mediático gracias a una circense conferencia de prensa de la corrupta Asociación Internacional de Boxeo (IBA) en la que se afirmó que ambas boxeadoras fueron descalificadas del Mundial de boxeo de 2023 después de que las púgiles no pasaron las pruebas de elegibilidad de género, sin especificar cuáles eran esos exámenes. El presidente de tal asociación. Umar Kremlev, ha llamado al presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), “un sodomita”, y puede vincularse su ataque mediático a la decisión absurda del COI a excluir a Rusia de los JJOO.
¿Es inédita esta decisión de un organismo internacional como la IBA? No. Es una larga tradición de exclusión y de mirada falocéntrica. Por dar un ejemplo, el historiador Sander L. Gilman (Difference and Patology, Making the Body Beautiful)) estudia el entramado de significaciones particulares atribuidos a la genitalia femenina en discursos médicos, artísticos y culturales desde siglo XIX. En resumen, hay un discurso aún dominante en el que la sexualidad femenina se “mira” como monstruosidad, enfermedad y fuente de corrupción.
4. Aparte de las discusiones bizantinas sobre Khelif y Lin Yu-ting, los juicios sobre sus cuerpos y sus identidades (¿son mujeres? ¿Son hombres?) parten de la mirada más superficial posible. Está claro que muchos de los comentarios y falacias se sostienen precariamente sobre una mirada binaria muy llana. Sabemos que las mujeres se convierten en lo que los hombres no son en el entramado occidental del dualismo. Si un cuerpo escapa a esa mirada reduccionista sobreviene el caos en el discurso conservador que se torna agresivo. No solo es una cuestión de imagen. Se trata de boxeadoras. Cuando se piensa – ¡aun en 2024! que las mujeres son actores sociales destinados a la esfera privada en la que se reproduce y sustenta la familia, ¿qué pasa con mujeres -en este caso atletas- que se entran a golpes, un deporte…¿masculino? ¿Cómo la mirada conservadora puede “ver” en su lente sucio, el órgano reproductivo de Khelif o Yu-ting? ¿Pueden verse sus cromosomas a simple vista? A partir de la absurda determinación de “la verdad natural e inmutable de la reproducción biológica” de las mujeres, ¿por qué no basta ahora con que esos cuerpos cuya identidad es pasto de las llamas de la inquisición conservadora tengan vagina? ¿No eran acaso los órganos de reproducción lo que determinaba el género? Aquí funcionan tres perspectivas opresivas: la objetivación sexual, los estereotipos, y la dominación cultural. Otra vez se intenta de manera agresiva definir a una persona por sus partes o funciones sexuales, al separarlas del resto de su personalidad. En esta mirada hay miedo. En esa violencia verbal hay una gran inseguridad. En la mirada sexualizada masculina la pasividad y la objetivación son características fundamentales de la mujer. Eso a partir de una ¿realidad biológica? falocéntrica. ¿Cómo entender un cuerpo femenino que despliega fuerza, dinamismo, energía? Algunos medios han respondido: deshumanizando, construyendo relatos de monstruos.
4. Y volviendo a las miradas olímpicas: ¿desde dónde surge la autoridad de algunes para pasar juicio sobre la apreciación de la belleza de los cuerpos expresada en palabras? ¿Existen diferentes escalas dependiendo de género, edad, etnia, grado académico, militancia? ¿Quién puede mirar y expresar su apreciación sobre cuerpos ajenos con impunidad? ¿Es necesario hacerlo? ¿Está prohibido? En las redes sociales los juicios son individuales y variados pero no es posible escapar de la ideología. En los medios la cosa es más evidente y llana. TikTok, You Tube, El País, Excelsior, Vanidades, es lo mismo: la mirada es homogénea. Las atletas “bellas” son blancas y rubias. Los atletas “guapos” son blancos, en general.
5. Creo que sabemos lo que es violencia y tratamiento digno. Estoy refiriéndome a las expresiones en las que la dignidad de la persona no está en juego. ¿Será posible pensar en las preguntas que me hago sin entrar en juicios morales sobre la naturaleza de las mismas preguntas?