Especial para CLARIDAD
Llegué al Viejo San Juan desde la Ciudad de Nueva York en 1959 a estudiar mi primer grado en la Academia Católica. El VSJ era una ciudad de niños: estudiantes del Colegio Santo Tomás (hoy sede del Centro de Estudios Avanzados), nuestros vecinos de la Escuela Baldorioty de Castro (hoy sede de la Universidad Carlos Albizu) la Escuela José Julián Acosta (cuya historia arquitectónica se remonta al 1907), la Escuela Abraham Lincoln (fundada en 1950).
Los niños y las niñas caminábamos libremente, seguros y compartíamos con la comunidad. La Academia Católica otorgaba becas a niñas de la Comunidad de la Perla. Visitábamos La Perla con las monjas en misión evangelizadora. Las monjas de la AC eran monjas de la Orden de las Mercedes, algunas de ellas de norteamericanas de origen irlandés. Disciplinaban con amor y control que incluía el castigo físico. La principal, Sister Rachel oriunda de Chicago era una mujer maciza que podía levantar por los cuellos de la camisa a los de escuela superior que infringieran las reglas. Cuando cerró la academia en 1964 las monjas puertorriqueñas fueron al Colegio La Merced.
Los niños y las niñas que no vivíamos en el VSJ nos transportábamos en las guaguas de la AMA, en mi caso las que iban a Puerto Nuevo como la 4 y la 8. Al pasar por Puerta de Tierra se montaban los y las niños y niñas de la Academia Santa Mónica, con quien había una cierta rivalidad y se suscitaban ¨peleas¨de niños.
Vivír en el VSJ fue siempre mi sueño. Logré ese sueño en 1985 cuando regresé de una estadía de seis años en la Ciudad de Nueva York. Vivía alquilada en la Calle San Sebastián. Al contraer matrimonio en 1987 y tener mi hijo, mi esposo y yo, el abogado del Departamento de Justicia y yo abogada de Servicios Legales de Puerto Rico y con cuatro hijos no teníamos la capacidad económica para comprar vivienda en el VSJ. Muy a pesar nuestro nos fuimos a vivir en el suburbio. Ya entonces el VSJ se había convertido en un lugar codiciado y los precios habían subido astronómicamente. Vivimos 16 años en el suburbio, en una urbanización que cerró su acceso. Nunca nos acostumbramos a la vida de urbanización por la falta de compartir con nuestros círculos de amistades, poder realizar muchas diligencias a pie y disfrutar la belleza del paisaje que ofrece el VSJ. En el 2006, en cuanto nuestro hijo mas pequeño se graduó de escuela superior en mayo, ya en agosto comprábamos el apartamento que hoy ocupamos desde entonces.
Adquirir propiedad en el VSJ es una buena inversión económica. Por ello la gentrificación se ha acelerado. Las propiedades de valor histórico gozan de exención contributiva. Los ingresos de alquiler que producen las propiedades igualmente están exentas. ¿Por qué esos privilegios contributivos? La razón para ello es en reconocimiento de la alta inversión que realizan los propietarios para mantener las propiedades en condiciones óptimas. Es un incentivo y cada diez años para mantener la exención los propietarios tienen que pasar una inspección de un arquitecto del Instituto de Cultura Puertorriqueña que certifica que la propiedad está en óptima condiciones tanto en el exterior como en el interior de cada uno de los apartamentos. Para pasar esa inspección en los condominios se hacen derramas para pagar los miles de dólares que hay que costear de pintura y arreglos de balcones, balaustres, rejas y todos los componentes del edificio a o casa.
Contrario a lo que piensa la gente, el VSJ es muy tranquilo por las noches. Al haber vivido cerca de una carretera como la 1, les aseguro que lo más que me he disfrutado son las noches silenciosas del VSJ. Solo son interrumpidas ocasionalmente en fines de semanas cuando algún corillo embriagado decide cantar mientras caminan hacia sus carros.
La calidad de vida de los residentes del VSJ se deteriora tras el paso de los años. Como ejemplo, tenemos un vecino, el Lcdo. Rey Segurola, que todas las madrugadas camina y verifica si los comerciantes están cumpliendo con las ordenanzas sobre la disposición de la basura. La respuesta es que mayoritariamente no cumplen. Se les ha hecho el señalamiento al Municipio en por lo menos 500 ocasiones en lo que va del cuatrienio del Alcalde Romero. Solo ha respondido a una comunicación.
El tema de los carros estacionados fuera de los horarios de 6:00 am a 6:00 pm, sin permiso de residente es otro continuo. De docenas de carro solo uno que otro es multado.
Persiste también el vandalismo de los autos, los choques sin que el autor deje información para la reclamación al seguro, los carros estacionados sobre las aceras y la entrada de vehículos pesados que exceden los límites establecidos en las ordenanzas. Estos al no caber por las estrechas calles optan por treparse en las aceras razón por la cual hay tanta acera rota y tanto adoquín hundido.
El voceteo de autos y motoras que entran al casco, la visita de personas en motoras que hacen rugir sus motores con total desconsideración de los residentes, en una comunidad donde los adultos mayores abundan, no reciben ningún tipo de atención. La Policía Municipal tampoco contesta los teléfonos cuando se les llama para que pongan en aviso a las personas que conducen las motoras sobre lo indeseable de su comportamiento.
En fin, sólo la belleza del paisaje, la comunidad de amigos y amigas, vecinos y el amor a la preservación de nuestra historia hace que los que amamos esta isleta perseveremos y nos neguemos a abandonarla a manos de los que solo la ven como una oportunidad económica.