con la colaboración de Gabriel Muriente Pastrana
Especial para CLARIDAD
Destaca el hallazgo del coquí llanero avistado por primera vez en esta región del país
Tres jóvenes científicos puertorriqueños colaboramos en un proyecto de investigación interdisciplinario para conocer el impacto del Vertedero Municipal de Carolina (VMC) en la Cordillera de Mogotes San José en el barrio Hoyo Mulas de dicho municipio durante los meses de marzo a agosto de 2023. Descubrimos especies protegidas de vida silvestre y restos arqueológicos. También constatamos el impacto nocivo de la operación y expansión del vertedero hacia los ecosistemas adyacentes.
Desde la década de 1960 múltiples informes comisionados por agencias estatales y federales, así como por el Municipio Autónomo de Carolina, advertían de los riesgos de la expansión del VMC hacia esta cordillera de mogotes donde hay decenas de sitios históricos, arqueológicos y especies protegidas. Sin embargo, por los pasados 50 años, tanto el Municipio como las agencias de gobierno han guardado silencio, siendo cómplices de la destrucción y el abandono de tan importante paraje natural y cultural.
Aspectos geológicos y medioambientales de la Cordillera de Mogotes San José
Las regiones cársicas son aquellas donde se encuentran afloramientos o depósitos cuyo componente principal es la calcita (roca de carbonato de calcio), la cual debido a su composición química es muy soluble al contacto con el agua. Esto permite la formación de estructuras y sistemas ecológicos e hidrológicos como mogotes, sumideros, cuevas, humedales, lagunas, entre otras, así como la presencia de importantes acuíferos. Estos sistemas albergan una riqueza extraordinaria de especies de plantas y animales, muchas de ellas en peligro de extinción o endémicas a Puerto Rico o esta región del Caribe.
El carso norteño se extiende de Canóvanas hasta Aguada. Al este del carso se encuentra la Cordillera de Mogotes San José, que consta de dos crestas paralelas (cadena de mogotes y cerros calcáreos) en los barrios Hoyo Mulas de Carolina y Torrecilla Alta de Loíza, junto al Río Grande de Loíza.
Allí se han identificado cuevas, cuerpos de agua subterráneos, corrientes de agua superficiales y lagunas. Al norte colinda con unas 3,600 cuerdas de ciénaga, hacia las cuales discurren las aguas subterráneas y superficiales de la Cordillera. Esta ciénaga conecta, a su vez, con la laguna y el bosque de Piñones, bosques de Pterocarpus y otros humedales.
El área impactada por el VMC se localiza en el extremo occidental de la Cordillera, particularmente sobre el Cerro San José, que da nombre a la formación cársica. El Cerro fue destruido y utilizado como relleno para el vertedero.
De otra parte, las consecuencias del cambio climático en la región norte del país pueden afectar directamente, no solo los yacimientos arqueológicos ubicados cerca de la costa, sino los ecosistemas y humedales al norte del carso norteño. La elevación del nivel del mar, además de reducir la línea de costa, provoca un incremento de la corriente salada, aumentando la salinidad de las aguas subterráneas y de los humedales costeros.
Cronología de un trabajo en equipo
El Proyecto de Investigación Arqueológica y Documental Cordillera de Mogotes San José, el cual dirigí, comenzó con la búsqueda de información en el Programa de Arqueología y Etnohistoria del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) y en la Oficina Estatal de Preservación Histórica (SHPO, por sus siglas en inglés).
En los múltiples informes arqueológicos y mapas consultados se advertía desde hace décadas sobre los graves riesgos que implicaría la expansión del VMC hacia el norte, donde ubican decenas de sitios arqueológicos e históricos muy cerca de la frontera con el vertedero.
Más adelante, se sumaron al equipo de investigación Steve Maldonado Silvestrini (taxónomo de plantas) y Johann D. Crespo Zapata (biólogo de vida silvestre) para ampliar el conocimiento de la flora y la fauna de esta región. Ambos científicos consultaron en agencias de protección ambiental las leyes e informes pertinentes a los recursos naturales de la zona estudiada.
Importantes hallazgos de flora y fauna
Se identificó un sinnúmero de hábitats y ecosistemas. En estos, el taxónomo Maldonado Silvestrini halló siete especies de plantas clasificadas como elementos críticos por el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA): almez (Celtis trinervia), ceiba (Ceiba pentandra), cocuyo (Pouteria dictyoneura subsp. fuertesii), corcho de Horne (Pisonia horneae), marunguey (Zamia erosa), matabuey (Goetzea elegans) y palo misanteco (Licaria triandra).
Otras cinco especies encontradas, no enlistadas a nivel federal ni estatal mas consideradas raras o poco comunes, fueron: limestone snakevine (Hyperbaena laurifolia), zapatito (Euphorbia tithymaloides subsp. angustifolia), cambrón (Casearia aculeata), palo de pollo (Pterocarpus officinalis) y flecha de agua (Sagittaria lancifolia).
Destaca el matabuey (Goetzea elegans), árbol raro y endémico incluido en la lista federal de especies en peligro de extinción desde 1987 bajo el Endangered Species Act (ESA) de 1973. Maldonado Silvestrini menciona en su informe Flora de la Cordillera de Mogotes San José y la Ciénaga El Pajonal (2023) que esta “especie está amenazada por la destrucción de su hábitat, la poca reproducción por individuos aislados que necesitan entrecruzar polen y su dispersión limitada de frutos/semillas”.
Los matabueyes identificados corresponden a una población no conocida previamente. Su hallazgo fue reportado en abril de este año al DRNA y al Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos (USFWS, por sus siglas en inglés).
Maldonado Silvestrini también identificó un bosque de Pterocarpus officinalis. La presencia de la Sagitaria en el área de los humedales al norte de los mogotes (muy cerca de la zona de expansión del vertedero) fue un indicio de que se podría encontrar al coquí llanero (Eleutherodactylus juanariveroi), ya que esta planta es el hogar de dicho anfibio.
Aparece el coquí llanero en Carolina
Al atardecer del 21 de abril, víspera del Día del Planeta Tierra, el biólogo de vida silvestre, Johann Crespo Zapata y esta servidora nos acercamos al área donde identificamos la Sagitaria. El biólogo identificó el sonido del coquí llanero.
Nos adentramos al humedal siguiendo el agudo canto. Caminando con dificultad y cubiertos de lodo hasta las rodillas, nos fuimos acercando al sonido hasta toparnos de frente con un hermoso ejemplar macho de coquí llanero que cantaba posado sobre una hoja. Ver aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=G5m7bOckFeQ
¡Nuestra emoción fue tremenda! Sabíamos que estábamos ante un descubrimiento histórico.
Al día siguiente, regresamos al humedal junto con Maldonado Silvestrini y con el Dr. Neftalí Ríos López, (biólogo que descubrió el coquí llanero por primera vez en Toa Baja en 2004 e invitado por Crespo Zapata), encontramos coquíes llaneros de diferentes tamaños y tonalidades de amarillo brillante posados sobre las sagitaria
Esta especie, como expone Crespo Zapata en su informe Inventarios de fauna en la Cordillera de Mogotes San José y Áreas Adyacentes al Vertedero del Municipio de Carolina (2023), fue designada en peligro crítico de extinción por el DRNA, está enlistada como especie en peligro de extinción por el USFWS y se le designó su hábitat crítico a nivel federal. Además, se encuentra en peligro crítico de extinción bajo la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Se conocían dos poblaciones en humedales herbáceos en Sabana Seca (Toa Baja) y Caño Tiburones (Arecibo). Su hallazgo en el municipio de Carolina representa un nuevo récord de distribución, la más al este de Puerto Rico.
También observamos unos caimanes de anteojos (Caiman crocodilus) en un pequeño lago al interior de la Cueva del Caballo. La presencia de esta especie introducida en la cima de los mogotes, llamó la atención de los biólogos, por ser algo poco común.
Otras especies identificadas por Crespo Zapata con valor de conservación en distintos niveles de riesgo y protección, fueron: cucaracha cavernícola de Puerto Rico (Aspiduchus cavernicola), buruquena (Epilobocera sinuatifrons), mucarito de Puerto Rico (Gymnasio nudipes), gorrión chicharra (Ammodramus savannarum), paloma cabeciblanca (Patagioenas leucocephala), bienteveo (Vireo latimeri), carrao (Aramus guarauna), y boa puertorriqueña (Chilabothrus inornatus) –especie endémica y protegida–.
Los descubrimientos de flora y fauna fueron reportados al DRNA y al USFWS en abril. Ninguna de las agencias se ha expresado públicamente al respecto.
Descubrimientos históricos y arqueológicos realizados
En los recorridos de campo se identificaron depositarios de botellas y ollas del siglo XX en los mogotes. A finales de marzo, empleados de la finca encontraron en una de las cuevas cinco fragmentos de cerámica, posiblemente de estilo Esperanza (1200-1500 d.C.). Y constatamos el estado de abandono de los petroglifos, algunos de ellos vandalizados.
La problemática de contaminación del vertedero y el estado de deterioro del sistema de cuevas trascendió a diversas páginas de internet a finales de abril. Esto provocó un recrudecimiento del personal de seguridad del VMC en la colindancia del vertedero con las fincas adyacentes, lo que dificultó el trabajo de campo que veníamos realizando hacía semanas.
El Municipio de Carolina alegó el 20 de abril en su cuenta oficial de Facebook que este sistema de cuevas se localizaba a cuatro mil pies de la celda que se utiliza actualmente en el vertedero. Incluyeron una fotografía satelital señalando la supuesta ubicación del sistema de cuevas de Hoyo Mulas. Sin embargo, en la primera página de un informe comisionado por el propio Municipio en 1999 aparece su ubicación exacta:
La ubicación matemática del Sistema lo es 18°24’1O “de latitud norte y 65°56’03” de longitud oeste. El Sistema consta de un total de cinco cuevas: Cueva de los Murciélagos, Sumidero del Caballo, Cueva de los Sapos, Cueva del Amonio y Cueva de la Chorrera. (CAROMA, Inc., 1999)
El informe de CAROMA, Inc. está correcto, el sistema de cuevas se encuentra mucho más cerca del vertedero de lo que el Municipio de Carolina señaló en su publicación. Nuestro equipo interdisciplinario constató la cercanía del vertedero a este sistema. También fue verificada por arqueólogos del ICP que visitaron el lugar; desmintiendo así la versión del Municipio.
A raíz de estas denuncias, y luego de que el ICP y el DRNA recibieran una querella por parte de la senadora Mariana Nogales Molinelli “sobre descargue de aguas contaminadas” en el barrio Hoyo Mulas, la directora de la Oficina de Arqueología y Etnohistoria del ICP, arqueóloga Anabel Arana Lanza, se comunicó conmigo para coordinar una visita de dicha agencia al lugar.
El 5 de mayo, los arqueólogos del ICP Juan Vera y Osvaldo de Jesús, corroboraron el estado de deterioro de los petroglifos en las cuevas. También la peligrosa cercanía del vertedero a los sitios arqueológicos registrados en los mogotes, de los que el ICP tiene constancia desde hace décadas. Así también, la falta de protección del patrimonio arqueológico allí registrado.
El arqueólogo De Jesús y esta servidora encontramos un conchero en buen estado de conservación, que no había sido reportado anteriormente, ubicado en una pequeña cueva.
Vera y De Jesús se comprometieron a darle seguimiento al caso. Se comprometieron en regresar para investigar a fondo estos yacimientos. A inicios de mayo transmitieron sus informes a la arqueóloga Arana Lanza. Sin embargo, hasta la fecha, cuatro meses después de su visita, ningún representante del ICP ni del Consejo para la Protección del Patrimonio Arqueológico Terrestre se ha comunicado con esta servidora. Tampoco han visitado nuevamente el sitio arqueológico.
¿Qué fue el Estudio Arqueológico Área de Planificación Especial de Piñones (APEP)?
En la década de 1980 ya se conocía el valor de esta región. Yacimientos como Cueva del Caballo, Cueva Dolores, Cueva María de la Cruz, Cueva Mela, Hacienda Grande, la Torre, Punta Maldonado y Punta Vacía Talegas, ya constaban en informes del ICP y de SHPO. De hecho, Hoyo Mulas ya había sido explorada por el arqueólogo Miguel Rodríguez López desde 1969, quien primero alertó al ICP de los riesgos que suponía la expansión del vertedero.
El Estudio Arqueológico Área de Planificación Especial de Piñones (APEP) fue un esfuerzo interagencial que sirvió para que el DRNA, el ICP y la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) crearan un inventario detallado de los sitios arqueológicos y de la biodiversidad de esta región. El objetivo era optimizar su protección y que las agencias gubernamentales los tomaran en consideración a la hora de evaluar futuros proyectos de desarrollo urbano. Lo dirigió el fenecido arqueólogo Jaime Vélez Vélez.
Este estudio coincidió con la aprobación de la Ley para la Protección del Patrimonio Arqueológico Terrestre de PR de 1988. Se llevó a cabo de 1988 a 1989, entre los términos de los gobernadores Carlos Romero Barceló y Rafael Hernández Colón.
De acuerdo con el informe final de este proyecto, “el APEP es depositario de 148 sitios de interés cultural… están representados en ellos todas las etapas de las culturas aborígenes puertorriqueñas, así como diversas expresiones del Periodo Histórico (Colonial y Contemporáneo)”. También dice que esta es “la región con la más alta concentración de sitios arqueológicos descubiertos hasta el momento en la isla de Puerto Rico”.
El APEP advierte en decenas de ocasiones del “peligro de destrucción” de numerosos sitios arqueológicos debido a la “expansión del Vertedero Municipal de Carolina” hacia la zona protegida de los mogotes. Incluso, Vélez Vélez recomendó en el informe de 1989 el cierre de este vertedero.
La Junta de Planificación oficializó el Plan de Usos de Terrenos del APEP en 1994, bajo la incumbencia Pedro Rosselló González. En este se trazaron las medidas a seguir para la protección y el desarrollo responsables de esta región que ocupa un área de “10,875 cuerdas de terreno con su centro ubicado en la latitud 18 25′ Norte y longitud 66 25′ Oeste” (Vélez, Vélez, 1989).
Este documento establece que “cualquier propuesto desarrollo en la región que implique remoción de terrenos deberá utilizar un registro para evitar la destrucción de sitios arqueológicos”.
Expansión del Vertedero Municipal de Carolina
En 1998, el mismo arqueólogo Vélez Vélez fue contratado por la firma RDG Material Resources, Inc. para realizar el Informe Proyecto de relleno del Vertedero Municipal de Carolina, que consistió en la Evaluación Arqueológica, Fase IA solicitada por el ICP a dicha firma.
Su objetivo era “determinar la potencialidad del terreno como depositario de recursos culturales de interés histórico-arqueológico”. El perímetro trazado abarcaba 14 cuerdas de terreno “colindantes al sur y al este con el Vertedero Municipal de Carolina; y al norte y al oeste, con terrenos presumiblemente propiedad de la Autoridad de Tierras”. El trabajo de campo se efectuó en tres días.
Este informe de Fase IA, que no requirió pozos de sondeo ni recorridos con sistema de transectos (como se requiere en la Fase IB), fue aprobado por el ICP y por el Consejo para la Protección del Patrimonio Arqueológico Terrestre de Puerto Rico, a pesar de las múltiples advertencias que el propio Vélez Vélez hizo en el informe del APEP acerca del peligro de la expansión del vertedero hacia los mogotes.
A partir de la aprobación de la extracción de caliza, el Municipio de Carolina y las empresas subcontratadas por este –Landfill Technologies, Landfill Gas Technologies y Consolidated Waste Services (ConWaste)– avalaron un proceso desenfrenado de extracción de materiales calizos del terreno y la expansión del VMC hacia el norte y noreste que continúa hasta el día de hoy.
En fotografías satelitales de la Cordillera San José se evidencia cómo en los pasados 25 años la expansión del vertedero ha triplicado el impacto fuera de aquellas 14 cuerdas de terreno sin someter informes adicionales al ICP o a SHPO. Esto supone una violación de la Ley Núm. 112 para la Protección del Patrimonio Arqueológico Terrestre.
En 2004, el Municipio de Carolina expropió 35 cuerdas de terreno de la finca situada al norte de sus facilidades para crear una “zona de amortiguamiento” donde desarrollar proyectos de mitigación en caso de expandir el vertedero hacia el sur. Estas 35 cuerdas corresponden al área protegida por el APEP.
Una vez adquirió los terrenos, el VMC extendió sus operaciones de la denominada Celda C hacia la zona de amortiguamiento, destruyendo los recursos naturales y culturales de dos terceras partes de esta zona.
El Municipio no cuenta con una Declaración de Impacto Ambiental (DIA) para la expansión del vertedero. Tampoco consideró el Reglamento del Área de Planificación Especial del Carso (PRAPEC) de 2014 ni la Ley para la Protección y Conservación de la Fisiografía Cársica de Puerto Rico de 1999.
La Environmental Protection Agency (EPA, por sus siglas en inglés), la Junta de Calidad Ambiental (JCA), el DRNA, la Junta de Planificación (JP), la Oficina de Gerencia de Permisos (OGPe) y el Programa de Planificación Ambiental del Municipio Autónomo de Carolina, han sido cómplices con su silencio y con la otorgación de permisos que avalaron la expansión del vertedero hacia la zona de amortiguamiento.
La extensión del VMC ya destruyó algunos de los sitios arqueológicos. Estos están registrados en el ICP como “hallazgos aislados de alta sensibilidad arqueológica” y se muestran en los informes arqueológicos custodiados por dicha agencia y en sus mapas.
Además, en el informe Carolina. Revisión Actualización y Reorganización del Inventario de Sitios Arqueológicos de Puerto Rico, publicado por el propio ICP en 2013 se menciona la amenaza del vertedero con imágenes del APEP. También se muestran mapas y fotos satelitales de 2013, cuando ya la expansión del vertedero había rebasado los límites establecidos por las 14 cuerdas de terreno aprobadas en 1998. A pesar de este reconocimiento, el ICP no requirió proyectos arqueológicos adicionales al Municipio de Carolina.
Con SHPO, ocurre igual. En sus mapas de la región de Carolina, Loíza y Canóvanas aparecen marcados los numerosos sitios arqueológicos sobre la cordillera de Mogotes San José. Estos mapas, algunos sobre fotografías aéreas, evidencian a simple vista la extensión del VMC sobre lugares de altísimo valor arqueológico e histórico.
En ninguna de las dos oficinas existe evidencia de gestiones dirigidas a atender las violaciones del Municipio Autónomo de Carolina a la Ley 112 de 1988. De hecho, algunos de estos sitios arqueológicos registrados a finales de la década de 1980 ya fueron destruidos por el VMC sin que las agencias pertinentes hayan intervenido.
Sociedad Espeleológica de Puerto Rico (SEPRI) y CAROMA, Inc.
Mientras se expandía el vertedero hacia los mogotes, el entonces alcalde de Carolina, José Aponte de la Torre, acudió junto a Julio Rodríguez Panell, expresidente de la Sociedad Espeleológica de Puerto Rico, Inc. (SEPRI), al sistema de cuevas y cavernas de la Cordillera San José para constatar su estado.
Rodríguez Panell dijo en entrevista para este proyecto, que en el momento en que entró a las cuevas se percató “de la presencia del lixiviado que percolaba a través de las cavidades y de la porosidad de la roca caliza. Ya existía la Ley 111 ‘Ley para la Protección y Conservación de Cuevas, Cavernas y Sumideros De Puerto Rico’ y aquello había que denunciarlo.” Esto lo motivó a hablar con Aponte de la Torre.
“El alcalde estaba impresionado con la contaminación y se comprometió con paralizar el vertedero y con trabajar junto a SEPRI para la creación de un parque pasivo que contaría con una facilidad educativa y ambiental, un centro de investigación científica y un serpentario para estudiar la boa puertorriqueña”.
Posteriormente el ecólogo Gustavo Rodríguez pasó a ser presidente de SEPRI. Este creó la compañía consultora CAROMA, Inc. junto al geólogo y geógrafo Manuel J. Acevedo González, Ph.D. y a la antropóloga Raquel del Carmen Camacho, B.S.
CAROMA, Inc. fue contratada por el Municipio de Carolina en 1999 para la realización del Estudio de Turismo Ecológico – Sistema de cuevas, cavernas y sumideros del Cerro San José, Barrio Hoyo Mulas, Municipio de Carolina, Puerto Rico. Resultados y recomendaciones Sometido al Honorable José Aponte de la Torre, Alcalde, Municipio de Carolina. Este fue parte de un convenio con la Universidad Interamericana de Puerto Rico para realizar un proyecto ecoturístico y científico y comunitario. Uno de los objetivos de esta propuesta era incorporar al proyecto a miembros de la comunidad de Hoyo Mulas.
El Municipio de Carolina nunca divulgó el contenido de este estudio. Según el ecólogo Rodríguez (director del proyecto) y la entonces estudiante participante Karina Rodríguez Rodríguez (también entrevistados), al poco tiempo de la entrega del informe el mismo fue archivado por el Municipio. El ecólogo Rodríguez halló la copia original en su archivo personal y la puso a nuestra disposición.
La realización de una segunda fase, ya apalabrada por Aponte de la Torre en reuniones con los miembros de CAROMA, Inc., nunca se efectuó.
Poco después comenzó la extracción de caliza del Cerro San José y la expansión del vertedero hacia el norte, destruyendo parte de la zona descrita en el APEP como la más rica en yacimientos arqueológicos de Puerto Rico.
Conclusiones preliminares
El Vertedero Municipal de Carolina es el principal foco de amenaza a la integridad de estos recursos naturales y culturales de Hoyo Mulas. Detener su avance es mandatorio para la preservación de los recursos antes mencionados.
Los nuevos hallazgos brindan una gran oportunidad para retomar el trabajo investigativo y ecoturístico planteado desde hace décadas. Este debe ser un esfuerzo colaborativo entre arqueólogos, científicos, agencias gubernamentales, estudiantes, propietarios de las fincas y la comunidad de Hoyo Mulas.
Ya se realizó un esfuerzo tremendo a finales de la década de 1980 para crear el Plan Especial de Piñones, así como a finales de los 90 con la investigación de CAROMA, Inc. Estos esfuerzos no deben quedar olvidados en los archivos de las agencias gubernamentales. Por el contrario, deben ser desempolvados y actualizados para que junto a nuevas investigaciones se conviertan en guía para desarrollar de manera responsable y solidaria estos espacios y para preservar y proteger esta región de tanto valor natural y cultural.
Cualquier proyecto de uso recreativo o turístico en la zona de las cuevas, debe estar regulado y autorizado por las agencias pertinentes y debe seguir las recomendaciones de los informes científicos para garantizar la correcta preservación de estos recursos invaluables y la seguridad de los visitantes. Así también, debe contar con la participación comunitaria. No debemos olvidar que decenas de familias que trabajaron por generaciones en estas tierras fueron desplazadas luego de la privatización de los terrenos y del final de las industrias azucarera y ganadera en esta región.
Además, es importante que las agencias pertinentes apliquen las leyes llamadas a la protección de estos recursos para evitar que se siga deteriorando nuestro patrimonio natural y cultural.
Por último, destaco la importancia del trabajo en equipo. Quienes participamos de este proyecto investigativo e interdisciplinario formamos parte de una generación de científicos que asumimos la ciencia desde la honestidad y la solidaridad. El campo es nuestro escenario para construir el país que merecemos; uno más justo, donde los recursos culturales, ambientales, geológicos, la lucha contra el cambio climático y la defensa de las comunidades sean una prioridad. Las generaciones presentes y futuras así lo merecen.
La autora es arqueóloga y profesora en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.
Una versión editada de este trabajo se publicó en la versión impresa de CLARIDAD del mes de agosto.