La estupidez de los demás como defensa

 

 

CLARIDAD

Estamos en temporada de juicios por corrupción, que en Puerto Rico a veces dura todo el año. Como recordarán, la nueva etapa comenzó con el proceso que mandó a la cárcel a un tal ¨Sixto George¨, que sirvió para presentar de forma bastante gráfica la podredumbre que campea en ciertos medios de comunicación. Ahora le toca el turno, una vez más, a las administraciones municipales.

Luego del juicio del tal George, a quien el jurado se apresuró a condenar a pesar de que los abogados-analistas decían que la prueba era insuficiente, pensé que los corruptos en espera de juicio correrían a negociar un acuerdo de culpabilidad y ese fue el caso de la mayoría de los alcaldes imputados. El exalcalde de Guaynabo Ángel Pérez, sin embargo, optó por ir a juicio, permitiendo así que se conozca la evidencia acumulada en la investigación policial. Cuando hay declaraciones de culpabilidad, como fue el caso de los demás alcaldes acusados, esa prueba se mantiene oculta en el expediente fiscal. Por eso dije una vez que los corruptos que optan por defenderse, sin pretenderlo, le hacen un favor al pueblo.

Cuando al comenzar el juicio de Pérez la fiscalía resumió la prueba que desfilaría, nos sorprendió aún más que el acusado optara por someterse a ese proceso. Gracias a la cooperación de los otros implicados en la trama hay fotografías y vídeos que muestran al exalcalde recibiendo fajas de billetes literalmente por debajo de la mesa y escondiéndolos en una de sus medias. Además de esta prueba documental, a todas luces demoledora, la fiscalía cuenta con el testimonio de la persona que ejecutó el soborno e hizo la entrega del dinero y el de otro exalcalde acusado que, al ser descubierto en un esquema similar al de Pérez, optó por confesar y exponer a sus compinches.

Ante ese cuadro probatorio, completo y gráfico, lo que más sorprende es la teoría de la defensa del exalcalde Pérez, en cuya elaboración parece haber participado la esposa del acusado, la abogada Lisa Fernández. Según la exposición inicial que se le hizo al jurado, Pérez pretende que éste crea que la faja de billetes recibida por debajo de la mesa era una inofensiva ¨contribución¨ a su campaña política y que de lo único que es culpable es de violar la ley electoral por lo que debe imponerse una pequeña multa. Claro está, nunca reportó esa ¨contribución” y el propio ¨contribuyente¨ dice que eso es falso.

Esa defensa me recuerda un cuento que una vez le escuché a un individuo que, junto a sus amigos, disfrutaba de una juerga repleta de bebidas y chistes. El individuo, que se jactaba de ser mujeriego, decía entre risas que si su esposa lo descubría con otra mujer en la cama le diría que allí no había nadie más, que ella estaba sufriendo visiones. En medio de la juerga sus compinches le rieron el chiste como si fuera la gran ocurrencia.

La teoría de defensa de Ángel Pérez es similar a la del bebedor machista. Parte del supuesto de la estupidez de los demás, que el jurado no va a ser capaz de ver lo obvio. Hay, sin embargo, una gran diferencia entre el cuento del mujeriego borracho y la defensa de Pérez. El primero pretende hacer un chiste para entretener a sus amigos quienes en medio de la juerga le ríen las gracias. Todo es producto de los tragos y del machismo pernicioso. Ninguno de los interlocutores realmente piensa que el pretendido evento ocurrirá. En el caso del exalcalde de Guaynabo, su abogado expone su teoría con seriedad, sin ni siquiera percatarse que está suponiendo que el jurado juzgador padece de estupidez.

Lo mismo ocurre con la esposa del exalcalde Pérez, Lisa Fernández, quien tiene su propia historia. Conoció a su marido en la principal escuela forjadora de corruptos de Puerto Rico, la Legislatura, donde ambos representaban al PNP. Se volvió famosa diciendo tonterías en entrevistas en la radio. Una vez dijo que Enrique Laguerre escribía novelas para la televisión y el morbo popular le puso el mote de ¨la literata¨. Ese anecdotario no le impidió, más bien le ganó, un nombramiento de jueza. Cuando su esposo obtuvo la muy lucrativa alcaldía de Guaynabo, tras la renuncia forzada del hostigador Héctor O’Neill, Fernández anunció su renuncia a la judicatura para dedicarse a ser ¨primera dama¨. Algunos vieron esa renuncia como un acto de desprendimiento, pero gracias al juicio contra su marido sabemos que, tan pronto dejó de ser juez, el sobornador de su esposo le gestionó un jugoso nombramiento en el cercano municipio de Cataño donde recibiría un salario sin hacer nada porque, como admitió el alcalde que la nombró, allí no hacían falta más abogados.

Como dije antes, la ¨letrada¨ Fernández también supone la estupidez de los demás. Cuando saliendo del tribunal una periodista la confrontó con el contrato que le gestionó el amigo sobornador, donde recibía un sueldo sin trabajar, afirmó de lo más tranquila que eso fue una simple ¨decisión administrativa¨ del alcalde corrupto que la contrató. Nada de malo hay en eso, nos dijo.

La única manera que una defensa como la de Pérez pudiera prosperar sería gracias a la presencia de un solo jurado “cooperador” para impedir la unanimidad que la ley requiere. Hasta ahora esa manipulación no la ha conseguido ningún corrupto acusado. Todo lo contrario, lo que sale a flote en todo momento es el hartazgo del pueblo puertorriqueño con la corrupción manifestándose entre quienes componen los jurados.

 

 

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