“La música puertorriqueña carga la nostalgia de la patria”: entrevista a Fabiola Méndez (final)

Foto: página de FB de Fabiola Méndez

 

Por Vianco Martínez

 

En la edición pasada la entrevistada Fabiola Méndez hablaba de lo que significa el cuatro en una orquestación, en esta última parte abunda en la importancia del cuatro en la música puertorriqueña.

 El cuatro siempre va adelante, siempre va a la vanguardia

Si. Incluso en los contextos tradicionales es el instrumento líder. El cuatro es el que hace el solo, el cuatro es el que acompaña, cuando se acaba la canción, cuando la canción termina -o si es una canción instrumental es la misma cosa-, el cuatro es el que da como que el “qiu” para terminarla. O sea, es bien líder en la música, el cuatro.

¿El cuatro se puede llevar bien con el merengue y la bachata?

Siiiii, por supuesto. Incluso, yo he tocado un poquito y suena un poco como la guitarra que usan en la bachata. Tiene, no exactamente el mismo timbre, pero con el punteito y el ritmo, pues sí se puede.

¿En merengue también?

En merengue creo que es más complicado. Ahí habría que verlo dependiendo de la agrupación, porque en el merengue el piano tiene mucho del montuno. Habría que ver cómo el piano estaría acompañando junto al cuatro, que es lo que pasa en la salsa un poco, que si hay piano y hay cuatro se tienen que poner de acuerdo en qué va a hacer cada cual porque si no puede chocar un poco.

Si el piano está haciendo montuno y el cuatro está haciendo montuno más o menos en el mismo registro, puede que choquen y se escuche como un revolú, como decimos nosotros.

En ese sentido, siempre es importantes establecer ah, pues tú vas a tocar esto, pues déjame yo irme en el registro más agudo o yo hago melodías más sencillas mientras tú estás ahí metiendo un montón de notas.

¿El cuatro ha sido sustento de la identidad puertorriqueña?

Yo diría que sí, totalmente, y especialmente en lo que son las expresiones culturales de la navidad. El cuatro es un instrumento que se utilizó mucho en estos cantos, aguinaldos y oraciones que se convertían en música, y que entonces se empezaron a asociar con la Navidad.

También está presente en este movimiento que vemos ahora en Puerto Rico, de emigración hacia los Estados Unidos, pues tenemos un país que está bien dispersado.

Yo siento que el cuatro es algo que le da un poquito de sentido de pertenencia al boricua, de que esto es mío, de que esto es nuestro, y que cuando lo escuchas, especialmente acá, en Estados Unidos, uf, eso es como escuchar, para muchos de ellos, recuerdos de los abuelos. Es como el sonido de la memoria. Uno rápido se va a ese momento en el cual escuchaba ese instrumento.  Y he visto mucho eso aquí en la diáspora.

¿El cuatro es un hacedor de patria?

Yo creo que sí. Tal vez no tanto el cuatro como algunas canciones. O sea, la música puertorriqueña, especialmente las obras que fueron escritas hacia la tierra, como homenaje a la tierra, se han convertido en hacedores de patria, yo creo que más que el cuatro.

Todavía, curiosamente, el cuatro es un instrumento que yo diría que la mayoría de los puertorriqueños lo conocen y lo han escuchado, pero hay unas generaciones tal vez más jóvenes que no necesariamente están familiarizadas con el sonido del instrumento, pero sí han escuchado una canción como Preciosa, de Rafael Hernández, que la popularizó Marc Anthony, y eso es como un himno para los puertorriqueños. La letra de esa canción es super super patriota. Incluso, habla de la libertad de nuestra tierra.

¿Las elites puertorriqueñas nunca objetaron la música jíbara, como sucedió con el merengue en una etapa de su evolución?

Yo no estoy cien por ciento segura, pero sí sé que en ese tiempo muchos cuatristas tocaban los bailes de los blancos con dinero. Incluso, de ahí nace uno de los géneros puertorriqueños, que se llama la danza puertorriqueña, que es un género bien parecido a un danzón cubano, por ejemplo, pero que vino de esa parte del baile de salón. La danza puertorriqueña tiene una estructura que va de acuerdo al baile, tiene el paseo, la primera parte, que es cuando los bailarines están entrando.

¿Puede hablar de los instrumentos tradicionales de la música puertorriqueña, especialmente, el tiple doliente y la bordonúa -el instrumento que llora-, de sus sonoridades y su perfil melódico, de su poética, de su historia y de su situación actual?

Esos tres son los instrumentos originales de la orquesta jíbara. Antes de que los jíbaros puertorriqueños tocaran la guitarra española o la guitarra de cuerdas de nylon, se utilizaba la bordonúa en ese contexto tradicional.

El primer instrumento, dicen los historiadores, que desarrolló el jíbaro puertorriqueño fue el tiple. Había muchísimas formas, encordaduras y afinaciones diferentes del tiple, dependiendo de la región de la isla. Pero se documenta gracias mayormente a la pintura. Y ahí uno se da cuenta cómo se conectan todas las artes para contar la historia de los pueblos.

Hay pinturas del jíbaro con el instrumento metido entre los pantalones yéndose a trabajar con su machete. O sea, que era un instrumento que lo hacían chiquito, primero porque era más fácil, se ahorraban más plata o más material, fácil de cargar y se lo llevaban para todos lados. Incluso, dicen los historiadores que a muchos músicos se les enterraba con el instrumento.

El otro es el tiple tradicional, el tiple que adoptó la isla entera. Tengo entendido que originalmente era de la región de Morovis, pero la toda la isla lo adopta. Ese es el tiple que todo el mundo va a utilizar, pero cada región tenía su tiple distinto.  Luego es que viene el cuatro, que tenía cuatro cuerdas y por eso viene el nombre de cuatro.

De la bordonúa sé que hay que tienen cuerdas de metal y otras que tienen cuerdas de nylon, que originalmente eran de tripa. Su función dentro de la orquesta jíbara es acompañar y ser los bajos. Es mucho más grande que el tiple.

Entre el tiple y el cuatro se dividían la melodía principal. Obviamente, el tiple tenía un registro más agudo, pues hacía como de requinto, por así decirlo, mientras el cuatro iba punteando también su melodía, y el trovador o la trovadora iban entonando su melodía.

Así que esa es, más o menos, la relación entre los tres. El tiple ahora mismo cuenta con cinco cuerdas sencillas, pero como te digo, dependiendo de la región de la isla, tenía cuerdas diferentes. Había unos de seis, había unos de tres, había unos de cuatro, con afinaciones diferentes, con formas distintas.

La bordonúa también tiene una variación en las cuerdas. Hay un instrumento que le llaman la vihuela puertorriqueña, aunque algunos historiadores dicen que es lo mismo.

¿El tiple se sigue usando en la música puertorriqueña de hoy?

Sí, pero es mucho menos conocido que el cuatro. Tú le preguntas a cualquier puertorriqueño por ahí y no va a saber lo que es el tiple.

¿Con la bordonúa pasa lo mismo?

Si, está fuera. Solamente los que nos dedicamos al arte de la música tradicional la conocemos y estamos tratando de incluirlo. Incluso, puede haber músicos puertorriqueños que no toquen música campesina y, por ende, no la conozcan.

Ha habido movimientos importantes para rescatar el tiple porque estuvo en peligro de extinción. Los mismos cuatristas que hicieron un disco de tiple, hicieron libros de tiple, hicieron métodos de aprendizaje como para que la gente se motivara y así lo pudieron rescatar un poco.

Cada canción siempre tiene una historia. ¿Cuál es la de Trigueña y cuál la de Dedicatoria, dos de sus canciones emblemáticas?

Las dos son poemas que no son míos. Todo ese disco de Afrorriqueña, al que pertenecen, excepto Sueños, son poemas que musicalicé de mujeres negras puertorriqueñas. Mujeres negras o que, dentro de su trabajo, exploran esa temática de la negritud, porque hay unas que no son negras, que son más mestizas.

Dedicatoria es de Angelamaría Dávila. Ella sí fue una poeta negra puertorriqueña, con su melena hermosa, rizada y casi todo su trabajo se enfoca en explorar ese tema.

Esa obra, Dedicatoria, es la dedicatoria de uno de sus trabajos que se llama Animal fiero y tierno. Me llamó muchísimo la atención porque recuerdo abrir ese poemario y estaba estudiándola a ella con la idea de musicalizar algunas de sus obras.

Cuando lo abrí no había ni llegado a los poemas oficiales del libro, y leí nada más que la dedicatoria y dije esto es como si se hubiera escrito para mí, en el sentido de las personas que ella nombra en esa dedicatoria: a su abuela, a su madre, y luego menciona tres nombres: Silvia Rexach, Julia de Burgos y Lolita Lebrón, que fue una luchadora por la independencia de Puerto Rico. Uno de sus actos más revolucionarios fue un ataque al Congreso de Estados Unidos, y dijo Yo no vine a matar a nadie, yo vine a morir por mi país. Es una figura de mujer fuerte. Y yo, que crecí estudiando y conociendo sobre estas tres figuras, sentí que esto tenía que estar en mi disco.

Y la melodía surgió bastante orgánica. Yo cogí la guitarra y salió bastante rápido.

Trigueña es un poema de Carmen Colón Pellot, que es esta mestiza que también explora sobre la negritud y la blancura. Escogí este porque, específicamente, la línea que más me llegó fue la que se escogió como coro: Se me ensortijó el cabello / en mil caracolas negras. / Y donde quiera que llevo / mi música de cadencias / voy despertando piropos / que ponen cada de fiesta.

Así que, jugando un poquito con la temática de ser negra, que eso también evoca, viniendo de otras personas, ese poema es como una celebración del color de piel. Y también surgió bastante orgánico. Incluso, en ese escribí los mismos acordes de la canción en el poemario. O sea, yo iba con el poemario así, oyéndolo con la guitarra, sacándolo con la melodía y escribiendo los acordes por encima. Así que, si agarro el poemario, así está con el lápiz marcado.

¿Las generaciones de boricuas actuales recuerdan y reverencian a Lolita Lebrón o ya se olvidaron su lucha?

Más o menos. Pero definitivamente, con todo lo que está sucediendo en Puerto Rico en los últimos años y en las últimas semanas, ha habido un despertar en los sentimientos antiimperialistas, por la realidad que estamos viviendo como país, yo creo que eso le ha hecho a mucha gente tener una postura distinta a la que tenía tal vez hace diez años.

Y figuras como Lolita Lebrón están volviendo a surgir entre la juventud. Ahora entre las redes sociales hay muchos grupos de juventud liberal que se la pasan compartiendo mensajes anticolonialistas, mensajes más de justicia social, de equidad para la mujer, de diferentes derechos de las comunidades marginadas de Puerto Rico.

¿Puede explicar el concepto de su disco afrorriqueña?

Afrorriqueña es la mujer negra puertorriqueña. Así que el disco buscaba honrar lo que para mí significa eso, con todas esas piezas de poetas y piezas de mi autoría, y utilizar esa palabra para empezar, poquito a poco, a hablar de que los boricuas nos amamos y nos queremos y somos una comunidad, pero no es lo mismo ser un boricua negro que ser un boricua con una tez un poco más clara. Que eso es lo que hago en mi documental Negrura.

La idea es empezar a hablar de estos términos, de que yo no solo soy puertorriqueña, sino que también soy afro puertorriqueña, afrorriqueña.

¿Cómo fue su experiencia en Berklee College of Music, más allá de la oferta curricular?

Había gente de todos los países del mundo. Berklee ha sido lo que ha formado muchísimo de lo que soy hoy día, no solo como músico, sino como persona. Y no tanto Berklee, sino también estar acá en Boston.

En la universidad, como no había nadie que diera clases de cuatro, me asignan un maestro de guitarra, que entonces es lo más cercano al cuatro. Como venía con todo este bagaje de educación musical en la isla, no era cuestión de enseñarme a tocar el instrumento, porque ya lo sabía tocar, sino cómo puedo profundizar más en la música, cómo conectar más con lo que estoy tocando, con lo que estoy componiendo. Y eso ya es un lenguaje que, de músico a músico, no importa qué toque cada cual, es un lenguaje universal.

Aun así, de parte de los maestros de guitarra pude recibir muchísima información. Como la guitarra, que eso es lo que hace mayormente. El cuatro tradicionalmente es más melódico. Los maestros me hacen más pensar en los acordes y eso ha inspirado y tiene un rol importante en lo que yo hago. Toco muchos acordes cuando estoy tocando mis canciones.

Humanamente, me hizo crecer muchísimo el hecho de salir de mi zona de confort, no solo en cuestión de idioma, en cuestión de cultura, en cuestión de familia, sino también, obviamente, en cuestión musical. Cambié muchas de las visiones que yo tenía de la vida.

Y una de las cosas más bonitas que te puedo contar del proceso es tener amigos, que considero hermanos y hermanas, de tantos países del mundo que también me han hecho una persona tan sensible a las situaciones que se viven en otros lugares.

Como puertorriqueños nosotros vivimos en una burbuja, a veces de los mismos problemas que tiene nuestro país, y nos ahogamos en un vaso de agua. Pero para mí, ver y conocer hermanos de diferentes países de Latinoamérica que estaban pasando situaciones mucho peores de las que yo he vivido con mi familia y de las que se han vivido en mi país, me hizo ser mucho más empática y ver la vida desde ese lugar y desde esa empatía.

¿Cómo asimiló Berklee el cuatro puertorriqueño?

Lo recibieron muy bien. Porque es un instrumento nuevo, que nadie conocía, que era interesante. Estamos también viviendo en unos tiempos en los cuales ser diferentes o traer algo diferente a la mesa es bueno, especialmente acá en Estados Unidos, donde todo el mundo quiere ser políticamente correcto, y todo el mundo quiere recibir a los latinos, aunque será tal vez por aparentar. Pero creo que sentí una aceptación genuina por lo que estaba haciendo y por mi instrumento.

Son tan buenos, tan líricos, tan espontáneos que no siempre necesitan de las academias. ¿Qué les da y qué no les da a los músicos populares la academia?

Yo creo que la academia les da la parte más técnica de la música, tal vez los nombres de las cosas. Es, básicamente, ponerle nombre y ponerle una imagen a lo sonoro. Yo diría que eso es lo que hace la academia.

Lo que no les da es lo que les da la calle, una conexión con eso sonoro, la parte como más espiritual, y como un swing, el no sé qué de la música.

Yo creo que la experiencia de estar con tu instrumento y tener todas estas vivencias; y crecimiento, que por más que tú leas un libro, eso no te va a dar eso de estar ahí haciendo el arte.

¿Cuál es la clave de una buena fusión y cuáles riesgos se corren cuando se comprometen géneros tradicionales?

Yo creo que el riesgo es que se pierda lo que es la tradición. De por sí, eso no nos hace olvidar de nuestra identidad. Si perdemos eso, perdemos nuestra identidad.

Pero yo creo que la clave en este caso, que es lo que yo trato de mantenerme haciendo constantemente, es que nunca dejo de hacer la tradición, como es la tradición, de la forma tradicional, valga la redundancia.

A mí la tradición me enamora cada vez que tengo la oportunidad de tocarla o de conocer algo nuevo de ella. Es impresionante la cantidad de historias que tiene. Es todo el balance, hacer la fusión, pero seguir buscando formas de honrar la tradición, de forma tradicional, redundando ahí.

América se hizo mestiza entera entre los dolores de su historia ¿El mestizaje también es un concepto válido en la música?

Si. La música de América es totalmente mestiza. Por ejemplo, la música puertorriqueña tiene elementos de África, de España, de los taínos que habitaban en la isla.

¿La fusión puede considerarse una forma de mestizaje?

También. Porque ahora mismo yo siento que mucha de mi música es una expresión de lo que es para mi ser boricua, pero también boricua en la diáspora.

Entonces, todas esas influencias de estar en la diáspora me hacen crear una expresión de lo que soy ahora mismo.

¿Cómo ha funcionado en usted la relación entre mujer, joven y artista, en un mundo en el que mandan los hombres?

Para mí lo más desafiante, especialmente mientras iba creciendo e iba teniendo mis experiencias de ejecutar frente a la gente, es que había momentos en que yo llegaba a un lugar y sentía que las personas me estaban mirando como menos, como diciendo ¡ay, aquí viene la nena esta a tocar! Y yo tenía que pararme en la tarima y ganarme el respeto, o sea, demostrar que puedo tocar el instrumento, que puedo dominar el instrumento para que todas estas personas, estos músicos que están acá, me respeten o me traten como igual, y no digan ¡ay, esta nenita, tú sabes! Así que eso, definitivamente, fue parte de mis experiencias y de mis retos.

Hoy en día, o tal vez en el espacio que estoy viviendo, entre Boston y Puerto Rico, y por el tipo de personas con que estoy trabajando, me parece que me es un beneficio ser mujer porque estamos en unos tiempos -me imagino que se ve también en la Dominicana- que muchas muchas muchas organizaciones quieren hacer lo que es políticamente correcto.

Sus instrumentos son alegres y alegres son muchas de sus canciones, pero a la música puertorriqueña se le siente el tufo de la nostalgia. ¿Es que su país no se repone de la nostalgia de su historia?

Cuatro puertorriqueño moderno de 10 cuerdas hecho por el co-fundador del Proyecto del Cuatro William Cumpiano en su taller de Northampton MA. Imagen tomada de Soypuertorico.home.blog

Creo que hay un sentido de patriotismo dentro de la música puertorriqueña, dentro de las temáticas que se exploran en la música puertorriqueña. Tú puedes escuchar cualquier canción de música jíbara, y muchas de las letras, si no son de cosas jocosas, pues tienen que ver con la nostalgia de nuestra tierra y del sentir de que ya en ese tiempo los gringos estaban aquí. Los discos que se han grabado, las letras tienen mucha de esa expresión y de la idea en contra de los gringos porque nos van a quitar nuestra tierra.

Entonces, aunque es música alegre y toda la cosa, en el fondo está ese sentimiento y muchos de los que la ejecutamos sabemos esa historia o tenemos ese mismo sentido. Así que la ejecutamos desde ese filin

Hay una larga tradición de lucha independentista en los artistas puertorriqueños. ¿Las generaciones actuales están dispuestas a seguirla?

Yo creo que sí, pero tal vez de una forma más indirecta. Es que siento que la juventud tiene otras temáticas, unas temáticas más relacionadas a identidad e identidades que a la situación política específicamente.

Yo, dentro de mis presentaciones suelo incluir un discurso siempre hablando sobre la libertad o sobre la lucha de nuestro pueblo.

Para reafirmar la identidad, las canciones no tienen que ser necesariamente políticas. Pero lamentablemente cuando los americanos vinieron por primera vez, ellos fueron bien intensos en contra del patriotismo en cualquier tipo. La bandera puertorriqueña era prohibida y eso hacía que la gente dijera amo a Puerto Rico o hacía canciones honrando la tierra, significa que tú eres independentista, que tú quieres que Puerto Rico sea libre.

¿Qué ha cambiado de la Fabiola que hace veinte años cogió un cuatro y empezó a andar a la Fabiola de hoy?

Yo creo que ahora tengo una conciencia por la profundidad que quiero detrás de mi arte, que no tenía en ningún otro momento en mi vida. Antes tenía un enfoque técnico en mi instrumento y en tocar y en tocar y en tocar y en tocar.

Ya toqué toqué toqué toqué y ahora estoy como que quiero decir algo. No simplemente tocar tocar y tocar y tocar, sino qué quiero decir y qué quiero inspirar a cambiar, o qué cosas quiero ver en el mundo. Y por ese tipo de mentalidad siento que le puedo llevar una profundidad a mi música que en ningún momento antes iba a lograr, porque si lo estaba haciendo por hacerlo y porque me gusta no es lo mismo porque estoy haciéndolo pues quiero que diga algo.

¿Qué tanto se compromete emocionalmente Fabiola Méndez con su música y qué relación personal, sentimental tiene con el cuatro?

El cuatro para mí el cuatro es como un escudo, es como llevar un pedacito de mi tierra a donde quiera que yo voy, porque metafóricamente y literalmente este cuatro fue confeccionado a mano en Puerto Rico. Así que es como si yo estoy llevando un cantito de un árbol que creció en Puerto Rico, pero hecho instrumento, y lo estoy llevando por doquier. Así que es algo bien conectado con la naturaleza, pero arraigado a mi raíz, a mi tierra.

Mi cuatro y yo estamos bien compenetrados musicalmente. Yo, emocionalmente, me comprometo bastante cuando toco, pero a la vez es como una liberación, como cuando uno respira hondo y suelta. Me vulnerabilizo un poco cuando toco y siento que estoy en una nueva etapa.

¿En un mundo roto como el de hoy la canción debe jugar un papel?

Yo creo que eso depende de cada cual. Yo creo que el que quiere hacer arte por expresarse tiene la misma validez que el que quiere hacerlo por crear un cambio en la sociedad o tener un impacto más allá.

¿Y cree que una canción puede cambiar algo?

Yo si, por supuesto. Lo veo con mi música. Se piensa en cambiar las cosas grandes, globales, pero yo lo veo en las cosas pequeñas. A veces una letra o una canción puede ayudar a cambiar el mundo.

¿Pase lo que pase, usted también sería boricua “aunque naciera en la luna”, como el poeta Juan Antonio Corretjer?

Si. Yo me siento bien orgullosa de ser puertorriqueña y bien arraigada a esta tierra.

¿Cuál es la canción puertorriqueña que la hace llorar?

Lamento borincano, de Rafael Hernández. Especialmente la parte que dice: Que será de Borinquen, mi Dios querido / que será de mis hijos y de mi hogar. Borinquen, la tierra del Edén / la que al cantar el gran Gautier / llamó la perla de los mares / ahora que tú te mueres por tus pesares / déjame que te cante yo también.

 

 

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