Las huelgas estudiantiles recientes: La organización de la ira

 

Especial para CLARIDAD

Las huelgas recientes en la Universidad de Puerto Rico tienen sus raíces en la profunda crisis que vive la sociedad puertorriqueña. Por consiguiente, son expresión de un malestar general que incluye a la inmensa mayoría de nuestra población. La posibilidad de que su resonancia llegue alma adentro del país no se puede descartar. Es necesario comenzar a evaluarla con la mayor precisión. Sobre todo para destacar sus aspectos novedosos, evitando que los innegables elementos de continuidad echen sombra sobre lo que podría ser una coyuntura histórica cualitativamente diferente.

Aunque parezca contradictorio, las protestas estudiantiles han sido y al mismo tiempo no han sido una sorpresa. No sorprenden porque es conocido el coraje y la acumulación de ira que la crisis económica ha provocado en la juventud. En esa acumulación de ira operan importantes elementos de conciencia histórica. Sobre todo el recuerdo activo de las dos huelgas de 2010-11 y la huelga de 2017. Pero al mismo tiempo lo esperado sorprende porque se ha desatado después del golpe estremecedor del Huracán María en septiembre de 2017, los terremotos de fines de 2019-20, y del cierre del país en marzo de 2020 como resultado de la pandemia. A estos desastres naturales y sociales se añade, como factor clave también, la imposición de la Ley PROMESA en el verano de 2016 y la política de austeridad impuesta por la Junta de Control Fiscal (JCF) como organismo dictatorial que ha llegado para garantizar las mejores condiciones de cobro de la deuda pública por parte de los bonistas.

Todos estos elementos – huracanes, terremotos y pandemia -, conjugados con la profundización de la crisis económica y la política de austeridad cristalizada en los planes fiscales impuestos por la JCF a partir de 2017, configuran una nueva situación histórica nunca antes vivida por el país. En el contexto hostil de la política de austeridad impuesta por la JCF, la UPR ha sido la institución del gobierno que ha recibido la mayor agresividad. Se le ha violado la fórmula establecida por ley para garantizar su autonomía fiscal, con una reducción de más del cincuenta porciento del presupuesto recibido del fondo general del gobierno. Como resultado se ha profundizado la crisis que vive la universidad pública del país.

En este contexto de crisis económica y de intensificada crisis de la educación pública superior, la juventud de nuestra sociedad ha sentido en carne viva que se le ha expropiado el futuro. La fracción de esa juventud vinculada a la universidad pública también ha entendido que un aspecto importante de esa expropiación se relaciona con el ataque y el desmantelamiento de la UPR por parte de la JCF. Por eso no sorprende que las protestas coincidan con la vergonzosa aprobación de la Ley 53 por parte de la legislatura y la discusión del Plan de Ajuste de la Deuda (PAD) en la corte federal. En un país con una historia de proletarización basada en amplios procesos de expropiación, la vivencia de las nuevas generaciones de que se le ha expropiado el futuro no puede considerarse como algo abstracto. Por el contrario, se trata de algo que se entiende y se sufre concretamente desde el cuerpo. La relación histórica entre formación profesional y trabajo, en condiciones mejoradas, ha sufrido un significativo quebranto. Si a la reducción de mejores posibilidades de empleo como resultado del achicamiento de la economía se le añade la agresión sistemática a la universidad pública, sobre la ofensa se impone el agravio.

El resultado del proceso señalado debe estudiarse a fondo. Entre la juventud ha ido cobrando forma una nueva sensibilidad. Un aspecto clave de esta nueva sensibilidad tiene que ver con los espacios en que se manifiesta. Las nuevas juventudes se han colocado decisivamente fuera del bipartidismo. La expropiación del futuro sentida visceralmente responde a la misma política neoliberal que han impuesto los dos partidos de gobierno. La juventud se siente políticamente dislocada y al estar fuera de las estructuras de dominación del bipartidismo y encontrarse ante un futuro desdibujado, su propia sensibilidad ante el abandono social incrementa su radicalización. El nuevo radicalismo de la juventud no es resultado de organizaciones políticas. Responde al alcance de la crisis y al respiro de ideas y actitudes que brindan las redes sociales.

Un aspecto muy destacado del nuevo radicalismo cobra forma en una conducta de democratización transversal que ha echado raíces en lo corporal. La amenaza de un futuro expropiado acentúa las urgencias del cuerpo y una cultura mucho más ancha e inclusiva para las formas disímiles del deseo y la felicidad amenazada. La equidad de género, el respeto a todas las diferentes formas de identidad sexual, exigen la democratización de la vida desde las urgencias más internas del cuerpo y de la conciencia. La nueva radicalidad se ha propuesto destapar todos los reductos de la opresión. No desemboca ampliamente en el pesimismo porque la motiva con mayor fuerza la ira. Por eso una consigna clave de estas huelgas expresa esa urgencia: organicemos la ira.

La nueva sensibilidad juvenil no ha surgido de la noche a la mañana. Se ha formado con ritmo intenso, empujada por la amplitud de la crisis. Tiene dos antecedentes muy importantes: la huelga estudiantil de 2017, que aglutinó frente a La Torre del recinto de Río Piedras el primero de mayo más concurrido en la historia de Puerto Rico. Más grande que la movilización del primero de mayo de 2009, en protesta contra la criminal Ley 7 del gobierno de Luis Fortuño. Ese movimiento, previo al Huracán María, iba dirigido principalmente contra la JCF. Los desastres naturales interrumpieron el empuje de los jóvenes que venían acumulando su ira. Pero nadie puede olvidar que la enorme movilización que destituyó al gobernador Ricardo Rosselló fue iniciada y dirigida por la energía de la juventud. Pudo arrastrar a todo un pueblo detrás de sus consignas.

Las huelgas recientes en la UPR son hijas de aquellas dos grandes movilizaciones. Pero se ha profundizado su dinámica. Han madurado síntomas nuevos. La iniciativa tomada por el Recinto Universitario de Mayagüez, así como la importante iniciativa posterior del consejo de estudiantes de la Facultad de Naturales del Recinto de Río Piedras, indica que estudiantes de las ciencias naturales se empiezan a colocar en los puestos de avanzada del movimiento. Esta importante iniciativa tiene vínculos estrechos con la pérdida de la acreditación del importante Programa de Neurocirugía del Recinto de Ciencias Médicas como resultado de los recortes de presupuesto impuestos por la JCF. La amenaza de la JCF no es solo a la educación pública. Se extiende a la salud del pueblo puertorriqueño.

Las huelgas recientes son la fracción de un movimiento mucho más amplio de cambio social. Enjuiciarlas con criterios que no consideran sus nuevas características y devaluar su movimiento, rico en contradicciones y posibles tropiezos, puede ser un error que bloquee la necesidad de un amplio debate social. La ira de la juventud va dirigida contra las generaciones más viejas. En el último proceso electoral le dieron un golpe contundente al bipartidismo esclerotizado. Produjo desánimo entre muchas y muchos jóvenes por no llegar hasta el fondo del problema. Pero el crecimiento del PIP y la fuerte presencia del MVC no pueden entenderse sin la nueva sensibilidad de la juventud radicalizada. La crisis económica no les brinda espacio de respiro. Seguirán organizando la ira y sorprendiendo al país en el futuro. Si algo confirma la nueva sensibilidad de la juventud es la importancia del contacto, del diálogo y de la idea. La ira no contradice estos elementos. Por el contrario, los puede y los debe ayudar a organizar. Organizar la ira podría ser una forma de recuperar el futuro ampliando el cuerpo material del país.

 

 

Artículo anteriorAsociación de Economistas: Construyendo una agenda para el desarrollo
Artículo siguienteElecciones en Honduras: Xiomara Castro se proclamó ganadora y celebró su triunfo