Nacionalistas: el socialismo amarillo y una novela de Luis Abella Blanco (1)

Nota: Comentario en torno a la obra satírica de Luis Abella Blanco (c. 1930) La República de Puerto Rico. Novela histórica de actualidad política. San Juan: Editorial Real Hermanos: 123 págs. El texto está disponible en la Sala Manuel María Sama y su Colección Puertorriqueña del RUM, bajo la codificación PQ7439.A24 R4 1900Z. Puede ser descargado en mi sitio Documentalia bajo el título Luis Abella Blanco (19–) La República de Puerto Rico. Novela histórica de actualidad política. San Juan: Editorial Real Hermanos. 

Uno de los temas más polémicos en la evaluación de la historia del movimiento nacionalista puertorriqueño y Pedro Albizu Campos, ha sido la naturaleza de las relaciones de esa organización y su liderato con el socialismo amarillo, en particular con el Partido Socialista, antes y durante la década del 1930. Lo mismo puede decirse de las tensiones que produjo la convivencia con el socialismo rojo y el Partido Comunista Puertorriqueño a principios y durante la década de 1940.[1] En ambos casos la manzana de la discordia no fue la ausencia de una genuina preocupación del nacionalismo por el abajo social o el compromiso con los pobres.

Las razones fueron otras. El proyecto del Partido Nacionalista estaba anclado en el problema de la soberanía de la Nación Estado y enfrentaba el asunto de la desigualdad social con los instrumentos del corporativismo cristiano. Aquella era una filosofía o teología social cuya meta era la armonía social y moral que entroncaba con la reflexión del Papa León XIII en Rerum Novarum difundida en 1891, y Pío XI en Cuadragesimo Anno divulgada en 1931. Ambas se apoyaban en la obra del teólogo y filósofo español Jaime L. Balmes y Urpiá quien tanto influyó a la cristiandad entre 1840 y 1850, momento de inflexión en la lucha de clases en el seno del capitalismo europeo.[2]

Por el contrario, socialistas amarillos y rojos reconocían tácitamente la universalidad de la contradicción y la necesidad de la solidaridad de los sectores productores en una lucha contra los poseedores de capital. La inclusiva armonía social y moral cristiana, con toda probabilidad, no les resultaba convincente a aquellos movimientos seculares. En cuanto a lo político una parte del liderato de los socialistas amarillos, herederos de las izquierdas no marxistas, sindicalistas, anarquistas y anarcosindicalistas del siglo 19, respaldaban la anexión y la estadidad para Puerto Rico.

Los socialistas rojos o comunistas, herederos de la socialdemocracia alemana y la tradición marxista leninista rusa, prefirieron respaldar al Partido Popular Democrático (PPD) según lo sugería la política de frentes populares articulada por la Internacional Comunista. El PPD, una organización independentista que aspiraba a la justicia social como respuesta a una oferta de independencia sin garantías como la que contenía el Proyecto Tydings de 1936, puso en pausa en 1938 la independencia de cara a las elecciones de 1940 sin que la decisión enajenara del todo el apoyo de numerosos comunistas. En aquel momento la incertidumbre que marcó la historia política europea entre el Pacto Molotov-Ribbentrop de 1939 y la agresión nazi a la Unión Soviética en 1941, se reflejaba con diafanidad en Puerto Rico, como se verá en otro artículo.

Los puntos de choque entre las partes fueron dos. En lo filosófico, un proyecto revolucionario apoyado en la búsqueda de la armonía de clase sobre una base clerical contradecía las alternativas sostenidas sobre el reconocimiento de la universalidad de la contradicción y los valores seculares. En lo político el estatus fue la manzana de la discordia. En la presente reflexión me propongo comentar un aspecto de las relaciones contradictorias entre nacionalistas y socialistas amarillos a la luz de un texto novelesco. Las relaciones con los socialistas rojos o comunistas serán tratadas en otro trabajo en el futuro.

 ¿Quién fue Abella Blanco? Unas notas

 Luis Manuel Aurelio Abella Blanco (1878-1948) natural de la ciudad de Cebú en Filipinas[3] fue, según un documento oficial de 1920, un abogado y notario público registrado en el oficio desde diciembre de 1903. El jurista fue admitido a postular en la Corte Suprema de Puerto Rico desde diciembre de 1906. En 1911 tuvo un traspiés con su carrera. Contra él se presentó una querella por “conspiración” en la que se alegaba que Abella Blanco se había puesto de acuerdo con los abogados del marido de una cliente suya, una mujer que reclamaba a su expareja compensación monetaria por incumplimiento de promesa matrimonial y seducción. El alegato era que Abella Blanco, a espaldas de su cliente, se había aliado con los representantes de la otra parte para transar el caso y proteger la imagen pública de un sospechoso de engaño y agresión sexual[4].

Ideológicamente fue un socialista amarillo que militó en el Partido Socialista (PS). En 1924 fue parte de un debate público a tenor de la creación de la Alianza Puertorriqueña (AP) encabezada por Antonio R. Barceló y José Tous Soto. Un presunto líder de base del PS, Sergio Villar, anunciaba el ingreso de los socialistas a la AP. En respuesta al alegato, un documento firmado por “Varios socialistas” respondía a los “Turcos Aliados” y desmentían la nota. De paso denunciaban el chantaje al que se sometía a los activistas y obreros socialistas para que se integraran al aliancismo. Abella Blanco parece haber sido uno de los autores del documento firmado en Aguadilla[5]. En aquel momento crucial, es un detalle que llama mi atención, Albizu Campos, quien había apoyado el aliancismo como un heredero legítimo del unionismo, tomó la decisión de emigrar al joven del Partido Nacionalista[6]. La etapa autonomista de Albizu Campos fue corta.

Abella Blanco, acorde con la foto que ilustra su obra satírica La República de Puerto Rico. Novela histórica de actualidad política, publicada en San Juan por la editorial Real Hermanos, proyectaba una imagen impecable y el señorío de un buen pequeño burgués. Los hermanos Real, dueños del periódico El mundo, fueron simpatizantes del falangismo español y, como numerosos empresarios de la época, se identificaban en general en favor del fascismo y en contra del nacionalismo militante que maduró desde principios de la década de 1930. Un dato interesante es que las caras del fascismo en Puerto Rico también giraron alrededor del asunto del estatus, asunto que ha sido poco trabajado por los historiadores. Los fascistas que favorecían la estadidad y los que favorecían la independencia tuvieron numerosos choques, fenómeno que demuestra la plasticidad de aquella ideología formulada y madurada entre Italia y Alemania entre las décadas de 1920 y 1930. La citada novela sintetizaba la opinión dominante en el socialismo amarillo y el PS encabezado por Santiago Iglesias Pantín en tormo al nacionalismo, a la vez que ratificaba la estrecha alianza de aquel movimiento con un sector del capital antinacionalista de la época.

Abella Blanco estaba, sin duda muy consciente de los reparos políticos del nacionalismo hacia el anexionismo militante del liderato socialista. Iglesias Pantín se había transformado para los nacionalistas en un icono de la “traición”, tanto como lo fue Luis Muñoz Marín años más tarde. El hecho de que, fungiendo como Comisionado Residente en Washington en representación de la Coalición Puertorriqueña (CP), presentase en 1934 y 1935 sendos proyectos de Estadidad para el país y apoyase la creación de un Congreso Pro Estadidad, en cierto modo, colmaron la copa. Ello explica el hecho de que el nacionalismo armado atentara contra su vida durante un mitin en la plaza pública de Mayagüez el 25 de octubre de 1936. El responsable del acto agresivo fue un tabaquero que había trabajado en el taller “La Habanera” de la ciudad, Domingo Saltari Crespo, militante nacionalista procedente de la calle San Juan del barrio Dulces Labios de la ciudad[7].

 Un texto y la sátira política en Puerto Rico

El antinacionalismo de Abella Blanco recuerda un poco el antiseparatismo de José Pérez Moris en su obra de 1872 sobre la Insurrección de Lares. Un estudio comparativo de ambos textos no vendría mal, por cierto. El tono satírico, acrimonioso e insultante de la obra de Abella Blanco llama la atención, es cierto, pero a nadie debería sorprender el tono. La sátira fuerte ha sido un recurso utilizado por escritores de todas las ideologías en la historia literaria y política de Puerto Rico. A ello recurrió Ramón Emeterio Betances a lo largo de una parte relevante de su narrativa y, en especial, en su correspondencia privada. Un modelo de ello es el relato volteriano “Los viajes de Scaldado” (c.1889). Rosendo Matienzo Cintrón fue un excelente satírico a la hora de criticar la presencia estadounidense en Puerto Rico por medio de su personaje Pancho Ibero como entidad identitaria. Los usos políticos de la sátira también tuvieron un maestro en Luis Bonafoux Quintero en el excelente relato “El avispero” (1892). Durante las décadas del 1910 al 1930, Emilio S. Belaval en Cuentos de la universidad (1935), Salvador Brau Asensio en “El cuento de Juan Petaca” (c. 1912)[8] así como el oncólogo Cornelius P. Rhoads por medio de una carta escandalosa y de fuerte contenido racista, ratificaron el papel de la sátira en el debate público en el país. Albizu Campos dio el mismo trato a los estadoístas durante la campaña eleccionaria de 1932[9].

Betances satirizó a los españoles conservadores, a los monarquistas, a los autonomistas y a los anexionistas por igual; Bonafoux Quintero a la clase criolla local por sus pocas luces, Matienzo Cintrón y Belaval a los puertorriqueños asimilados y los “niños flanes” respectivamente; Brau Asensio a los separatistas y confederacionistas antillanos y, con ello, al ideal de Betances mismo a quien conocía desde la juventud; y Rhoads al conjunto de aquello que identificaba como la plaga puertorriqueña que merecía morir de cáncer. El tono de cinismo y desenvoltura rayano en la insolencia y la procacidad era el mismo en todos los casos. Aclaro que estos no son más que apuntes generales de referencias que llegan a mi memoria mientras escribo, pero lo cierto es que la historia de la sátira política agresiva en Puerto Rico, su contenido, su manejo del humor y su apelación a la risa está por escribirse.

Abella blanco fue, por lo tanto, continuador de una interesante tradición compartida por activistas de todas las tendencias ideológicas. Igual que los modelos citados, no se ocultaba a la hora de hacer la caricatura literaria. En el proceso escritural utilizó pseudónimos paródicos obvios para designar las figuras del nacionalismo que protagonizaron la vida pública de la década del 1930, elemento que facilitaba la comprensión de la novela para cualquier persona enterada de las condiciones de la época. El valor principal de La República de Puerto Rico. Novela histórica de actualidad política es que ofrece pistas útiles a la hora de evaluar la imagen del nacionalismo y Albizu Campos en un escritor socialista amarillo durante la década de 1930, un momento muy peculiar para la historia del siglo 20 puertorriqueño.

Después de todo, desde 1934 el Partido Nacionalista se encontraba en medio de una de sus peores crisis políticas y amenazaba con disolverse en medio de disensiones internas graves. La crisis fue resultado de diversas cosas. Primero, una diversidad de debates al interior del partido entre nacionalistas tradicionales que resentían del socialismo e independentistas nacionalistas que simpatizaban con las izquierdas. Segundo, el efecto disociador de la persecución política de las autoridades policíacas coloniales encabezadas por la Policía Insular así como de las federales por medio de FBI (1934-1939). Tercero, la maduración de una crítica intelectual al liderato del partido materializada en los cuestionamientos manifiestos en la ignorada “Carta a Irma” de José Monserrate Toro Nazario (1939), documento cuya relevancia comentaré en otra ocasión.

El volumen usa como lema o preámbulo el poema “Bolívar” de Luis Lloréns Torres en el cual el autor equipara al libertador con Jesús[10]. El uso del poema laudatorio adquiere un tono irreverente cuando se contrasta la admiración que inspira Bolívar en el poeta de Juana Díaz, “político, militar, héroe, orador, poeta”, con la caricatura de Pedro Albozo del Campo, Libertador de Puerto Rico y Primer Presidente de la República en 1932, que emana de la novela. Desde mi punto de vista lo más curioso de la República de Puerto Rico imaginada por Abella Blanco es su evidente vinculación a la memoria de José de Diego Martínez, actitud que no difiere de la que manifestó el Partido Nacionalista.

El Puerto Rico Libre de Abella Blanco, como la Confederación de las Antillas figurada por Brau Asencio en el “El cuento de Juan Petaca”, poseía los rasgos de una farsa una vez se consolidó en la forma de una República con el Protectorado de Estados Unidos (el sueño de De Diego). Aquella fórmula estatutaria puntualizaba el reconocimiento de la incapacidad del país para la Independencia en Pelo (el sueño de Matienzo Cintrón), asunto que ocupó el debate político a la altura de 1910. La utopía había degradado en distopía en ambos casos.

El diseño de la república en el texto de Abella Blanco fue tejido alrededor de lo que he denominado en otro libro, el Proyecto Plattista de José de Diego, una forma atenuada del colonialismo que anunciaba el neocolonialismo. Lo más interesante del juicio del autor sobre esa incapacidad para la Libertad, era que Abella Blanco no responsabilizaba al líder Albozo del Campo por ello. El responsable no era otro que el Pueblo, que seguía siendo “niño” e incapaz para apropiar ese valor supremo de imaginario liberal que era y es la Libertad. Leída ante la obra de Asencio Brau, el texto de Abella Blanco informa al historiador sobre las dificultades del nacionalismo y el independentismo en el Puerto Rico posterior a la 1898. A aclarar esa interesante relación me dedicaré en otra columna.

 

[1] He trabajado este tema a la luz de la figura de Juan Gallardo Santiago en Mario R. Cancel Sepúlveda (1993) “Conflictos ideológicos en el Partido Nacionalista de Puerto Rico a la luz de los documentos privados de Juan Gallardo Santiago”. Revista Universidad de América 5.2: 13-23.
[2] Refiero al lector a la lectura Ernesto Sánchez Huertas (1993/1997) “Algunas ideas tentativas del pensamiento social cristiano en Pedro Albizu Campos” en La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos: 139-160. URL https://puertoricoentresiglos.files.wordpress.com/2014/08/cea_1158_sanchez_albizu_cristiano.pdf
[3] “Luis Manuel Aurelio Abella Blanco (de Abella y Blanco)” URL: https://www.geni.com/people/Luis-Abella/6000000077895022004
[4] 25 D.P.R. 744 (1917) IN RE ABELLA EN EL TRIBUNAL SUPREMO DE PUERTO RICO. URL: https://vlex.com.pr/vid/25-d-p-r-684620017
[5] Archivo Nacional de Puerto Rico. Colección Haydée Reichard. «A los Turcos Aliancista y Pueblo en General» (1924) URL: https://archivonacional.com/PL/2/1/11994
[6] Sobre el asunto y el contexto remito al interesado a Amílcar Tirado (1993 / 1997), “La forja de un líder: Pedro Albizu Campos (1924-1930)”  en La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos. San Juan: Editorial de la UPR: 65-81.
[7] 25 D.P.R 744 (1917) IN RE ABELLA, Loc. Cit.
[8] El texto puede consultarse en Mario R. cancel Sepúlveda, notas (2012) “El cuento de Juan Petaca” en Lugares imaginarios. URL https://lugaresimaginarios.wordpress.com/2012/11/25/el-cuento-de-juan-petaca/
[9] Los interesados pueden consultar Pedro Albizu Campos (1923 y 1930) “El estado federal para PR no es aceptable porque destruirá nuestra personalidad colectiva”, “Los partidarios de la estadidad no se atreven a pedirla porque saben que les darían con las columnas del Capitolio en la cabeza, dojo Albizu Campos” y “La judicatura y el anexionismo” en J. Benjamín Torres, ed. (1975) Pedro Albizu Campos. Obras escogidas 1923-1936. Tomo I. (San Juan: Jelofe): 14-15, 77-81, 107-109. URL https://documentaliablog.files.wordpress.com/2016/05/1171_albizu_estadidad_1.pdf
[10] Véase en Luis Lloréns Torres (1984) Obras completas. Tomo I. Poesía (San Juan: ICP): 289
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