“un mundo frágil, hecho de pólvora y excrementos”: Sobre Mandamás de Manolo Núñez Negrón

 

Especial para En Rojo

Hace siete años Manolo Núñez Negrón publicó una colección de cuentos titulada Comida de peces (San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2016).  Leí y comenté con entusiasmo este libro.  (Véase: https://www.80grados.net/volver-a-esa-ciudad-llamada-san-juan/).  En mi comentario recalcaba cómo Núñez Negrón huía “del coquí y toda esa ñoña”.  En su nueva novela, Mandamás (San Juan, Riel, 2023), el autor vuelve a afirmar lo mismo y a explicar lo que esconde esta frase: su distanciamiento de una estética de tonos nostálgicos, costumbristas y hasta folklorista.  Por ello uno de los personajes de la novela afirma algo muy parecido:

Uno ama el terruño y toda esa vaina del coquí y las palmeras.  Lo que sucede es que el coquí no paga las cuentas, ni hace fila en el banco, ni tiene que pasar tres pensiones alimenticias, ni comprar el cartón de leche a dos cincuenta.  (139)

Es que tanto en su colección de cuentos de 2016 como en esta nueva novela Núñez Negrón no se interesa por ese mundo nostálgico del pasado ni por visiones idealizadas del país, aunque hay páginas donde se describe con evidente afecto, aunque muy breve y pasajeramente, el paisaje del interior de la Isla.  Pero jamás se cae en la añoranza costumbrista que queda caricaturizada en sus dos textos a través del coquí.  Por el contrario, tanto en su colección de cuentos como en su novela Núñez Negrón pone su atención en nuestro mundo urbano, desquiciado y frenético, mundo que en ambos textos aparece dominado por el negocio de las drogas.

En mi comentario de Comida de peces me concentré en ver cómo estos cuentos cabían en el contexto de nuestra narrativa.  Los veía como una relectura de En una ciudad llamada San Juan (1962) de René Marqués.  Ese acercamiento no proponía que la obra de Núñez Negrón era dependiente de la de Marqués ni inferior a esta.  Detrás de mi comentario se hallaban ideas colindantes al concepto de intertextualidad que ve la cultura, particularmente la literatura, como una red de referencias y reinterpretaciones.  Estas ideas no se emplean para quitarle mérito al texto nuevo que vuelve al anterior, a su precedente.  Tampoco se ve en el nuevo texto una vuelta al anterior para superarlo.  Estas ideas no presentan una pugna entre escritores sino que crea una gran red de lecturas que a su vez propone un amplio contexto.  Estas ideas sirven, en cambio, para crear un extenso campo literario en el cual se puede colocar el nuevo texto.

Ahora, tras leer Mandamás y pensando en esas ideas, me atrevo a decir que esta novela de Núñez Negrón es la relectura de su propia colección de cuentos.  Pero no cabe duda de que esta es una obra mucho más madura.  En esta, un texto mucho más complejo en cuanto a sus estructuras narrativas, vemos como el autor amplía sus miras y sus objetivos, aunque siempre se mantiene dentro del contexto del tema del narcotráfico y la corrupción; siempre sostiene esa mirada nada nostálgica ni costumbrista, aunque frecuentemente emplea técnicas que son típicas de textos que siguen esa estética.

En primer lugar hay que apuntar que si en Comida de peces se presentaba la ciudad, especialmente la parte antigua de esta, en Mandamás la mirada se expande y se presenta una imagen de Puerto Rico mucho más amplia.  Sigue presente la vieja ciudad, el viejo casco sanjuanero, pero gran parte de la trama se centra en el Oeste de la Isla.  Muchas veces, como ocurre en los cuentos, las voces narrativas de la novela – son múltiples – dejan caer en su discurso nombres de lugares que hacen claro, aunque lo hacen indirectamente, que la trama se desarrolla en un punto específico de la Isla.  (El Residencial Ducós, la Cuesta Vieja, Farmacia El Edén, el Parterre: ¡Aguadilla!)  Muchas veces las voces narrativas no apuntan a nombres concretos de lugares, pero el lector intuye que la trama se desarrolla en el Oeste de la Isla: en Rincón, en Mayagüez, en San Sebastián.  Esta técnica viene a confirmar que el autor quiere presentar una imagen mucho más amplia de nuestro país y que esa mirada no se limita a la creación de una ambientación concreta sino que intenta establecer que los problemas no son de un lugar específico de la Isla sino de la Isla entera, de toda nuestra sociedad.

Apuntaba que la novela está narradas por múltiples personajes, por múltiples voces.  La mayor parte de estos son personas no educadas y por ello su discurso tiene que reflejar ese hecho y así lo refleja.  Muchas veces en vez de para se dice “pa” y en vez de todo, “to”.  El texto se lleva de palabras comunes en el lenguaje urbano, especialmente del ámbito de la criminalidad.  Pero el autor tiene gran cuidado en la presentación de esos parlamentos y controla el discurso de sus personajes que nunca cae en el argot.  Por ello cualquiera puede entender perfectamente bien lo narrado.  Lejos estamos del costumbrismo de escritores que intentan copiar miméticamente el discurso de sus personajes, lo que obstaculiza la comprensión y a veces hasta hace necesario un glosario.

También es importante señalar como el autor juega con la cronología de la trama.  Así, por ejemplo, la última sección de la novela vuelve atrás en el tiempo ya que la voz que narra la misma presenta como presente un incidente de su vida pasada.  Es una voz narrativa de un personaje ya muerto que presenta la acción como actual.  Pero estos juegos temporales son limitados y discretos – esta novela no es un Pedro Páramo –, pero algunas de las voces que narran la acción hasta nos adelantan lo que ocurrirá.  Por ejemplo, muy temprano en el texto sabemos cuál será el destino de Nenuco, el protagonista: “Pero eso eran en la época de las vacas gordas, antes de que le cayera la macacoa y lo trancaran.” (21)  Pero estos juegos con las voces narrativas y con las rupturas de una cronología lineal no hacen que Mandamás sea un texto de lectura difícil.  Al contrario, es uno que cautiva al lector desde principio y los cambios de voces narrativas lo que hacen es enriquecer el texto, lo mismo que ocurre con las no muy frecuentes quiebras de la secuencia cronológica.

Para mí el logro mayor de esta novela es la creación de personajes que no sólo son verosímiles sino hasta simpáticos, atractivos.  Estos se mueven en un mundo violento y grotesco, pero Núñez Negrón logra que nos atraigan por su complejidad: “¡Quién lo hubiera dicho!  Los asesinos también tienen sentimientos.” (142)

Esta complejidad se presenta a través las acciones de los personajes que pueden ir de la violencia extrema a la ternura por los niños y el aprecio por su pueblo: “A la gente le gusta imaginar que somos individuos sangrientos, pero es mentira” (29), declara uno de los personajes.  Nenuco es un cruel criminal, pero también es un ser humano con un complejo mundo interior, especialmente un complicado mundo afectivo.  Las tramas sexuales y amorosas abundan en la novela y no son exclusivamente heteronormativas.  Puruco, un amigo gay de la infancia de Nenuco y quien no es parte del mundo de la criminalidad, caracteriza directamente al protagonista: “…fue mi primer amor, mi compinche, mi cuate.  Con decirte que me hizo la primera paja…” (50).  Y las relaciones con personajes trasvestidos (“más hembra que cualquier hembra de verdad” [113]) son también parte del mundo afectivo de estos personajes del llamado bajo mundo quienes los aceptan con naturalidad: “Digan lo que digan por ahí, no me avergüenzo.” (113)  Pero las relaciones amorosas en la novela no excluyen la traición.  El final de la obra está construido a partir del gran y problemático amor de Nenuco por Tita.

La complejidad de los personajes, lo que los hace verosímiles y hasta atractivos, se construye de manera indirecta.  Recordemos que son múltiples las voces narrativas que estructuran el texto.  Una forma de construir los personajes que se emplea es por la enumeración de objetos que componen su mundo.  Esas enumeraciones sirven para caracterizarlos de forma efectiva sin tener que presentar de manera directa sus rasgos personales:

Él abrió la puerta de la cocina y, al mostrarme la escalera de caracol que daba a la bodega, disipó mi curiosidad.  Apena pude fijarme en el hermoso filtro de porcelana adosado al fogón, en la vajilla Caribe China, en la guagua Chevrolet 3100 de 1957… (79)

La enumeración de estos objetos le sirven al lector para entender al personaje y apreciar mejor su mundo.  Pero hay otros momentos en que estas enumeraciones parecen no tener ningún propósito narrativo sino el de meramente llenar espacio en la narración.   Por ejemplo, las enumeraciones se pueden convertir en listados inútiles: Valium, Ativan, Xanax (77), Post, Herald, Tribune, Times (51).  Pero en general las enumeraciones de objetos que forman el mundo de los personajes son efectivas y sirven para construirlos.

Aunque la mayor parte de las voces que narran en la novela no son educadas, el autor juega con los lectores y en los discursos de estos esconde referencias cultas, aunque así no lo parece.  Tómese este ejemplo – hay otros en el texto – donde se reescribe uno de los más famosos monólogos de Calderón en La vida es sueño:

Eso es para que entiendas las reglas del juego, macho: chupa lo mismo el esmayao en su miseria que el rico en su opulencia, chupa el político y el cura, el viejo en su camilla, la rata en la alcantarilla y el niño en su cuna.  (91)

Recordemos el texto de Calderón:

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que agravia y ofende…

El soñar y el medrar de Calderón en la lengua del personaje de Núñez Negrón se convierte en chupar.  Pero el texto, que no deja de tener tonos poéticos y hasta rima, es una clara reescritura del clásico del Siglo de Oro.  Recordemos que el autor tiene título de doctor en letras de una prestigiosa universidad y conoce muy bien el amplio campo de las letras, no sólo las españolas.

Pero estos no son meramente juegos cultos del autor con sus lectores.  Núñez Negrón quiere que nos demos cuenta que ese mundo violento y grotesco – “… un mundo frágil, hecho de pólvora y excrementos, de cadenas de oro y de carros de lujo, en el que cualquiera te satura el cráneo a balazos y después se mete al estómago una lasaña de berenjena…” (91) – es mucho más complejo de lo que nos tratan de hacer ver.  Es por ello y especialmente por la maestría con que el autor nos hace ver la complejidad de sus personajes y las contradicciones de su mundo, que es también nuestro, que asevero con confianza que estamos ante una novela importante.  Eso lo dirá el tiempo.  Pero ahora aseguro que estamos ante una novela que importa, que nos debe importar.

 

 

 

 

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