QUIERO CONSTRUIR UN BARCO que me lleve a todas partes, y habitar uno a uno cada mar, cada tierra. Quiero construir un barco que me lleve y me devuelva a cada puerto. Deseo inconteniblemente estar en todas partes, y si me escapo, escaparme para arribar muy pronto a otros destinos, y si me huyo, huirme sin pena, buscando otros recodos de agua y no perdiéndolos, acumulando espacios y tiempos, no gastándolos. Quiero un barco, grande o pequeño, en el que cabrán las risas de los niños igual que las canciones melancólicas, y habrá vino y convites de todas clases, y aunque vaya solo, me acompañarán montones de gente sin necesidad de que nadie salte y se estrelle en el rostro de las aguas. La travesía será una fiesta interminable, sin necesidad de razones que la justifiquen, y en lo oscuro del mar, en las duras tempestades, habremos de llenar cada vacío con brazos y piernas, con hombros firmes, con labios y ojos, con los dedos sutiles y las fuerzas del alma, que está hecha para navegar, para surcar promontorios de sal. Quiero construir un barco para hacerme a las rutas del mundo, a las demarcadas y a las desconocidas, y acariciar cada sendero de agua, y sentirme siempre como en casa.
*
NO TENGO GANAS DE ESCRIBIR. Las palabras no me bastan. He perdido las claves, los secretos arcanos y los nombres, el pavor de combinarlos. No escribir, sencillamente no dejar un paso claro, distinguible, porque nada he sabido, porque todo lo ignoro, y no sabré jamás lo que haya sido. Ocultarlo todo. Deshacer cada seña en la memoria. Borrar trazo a trazo las miradas, los gestos, las canciones. Olvidar esta lengua con la que amo, con la que escupo, con la que palpo la carne. Olvidar esta marcha de signos, este largo carnaval de otredades, y olvidarme sobre todo de mí mismo, tan falso como ellas. No saber decir. No saber siquiera hacer una señal, y estar perdido al fondo del abismo. Estar ahí, como en cualquier parte, tan perdido como siempre.
*
¿POR QUÉ NO LEVANTAR UN MONUMENTO DE NADA? ¿Por qué no construir una gigantesca estatua de aire? ¿Por qué no juntar ceniza y arena y con ellas levantar castillos para que el viento los tumbe? ¿Por qué no asesinar la espera o la tardanza con un silbo de niebla que difumine el orbe? ¿Por qué no trazar líneas en lo oscuro para que nadie las vea ni nadie las reconozca? ¿Por qué no lanzar flores al mar? ¿Por qué no sentarse en una plaza y simular que alguien viene a buscarnos, y entonces sentir que nunca estamos solos, que alguien sin saberlo nos acecha? ¿Por qué no reír de tristeza, y pensar que todo es exactamente lo contrario, o lo otro, lo indefinido? ¿Por qué no fumar hasta morirnos y beber algunas botellas, pensando en las islas que quedaron atrás? ¿por qué no hacer una larga lista de “por qué no”, y entonces pensar que todo está previsto, y que nada de lo que podamos hacer sea una sorpresa? ¿Por qué no estar tan cómodos como en casa? ¿Por qué no sentirnos tan miserablemente bien que nada nos falte, para que todo esto sea absurdo y jamás tenga que volver a preguntarme por qué no? ¿Por qué no?
*
SALIMOS DE COPENHAGUE A ÁMSTERDAM a las diez de la noche y nos esperan doce horas de trayecto. Por suerte pudimos reservar a tiempo una cabina con cama, lo que nos permitirá dormir algo. Esta será una buena noche para escribir calmadamente, para ir redondeando, para arreglar cuentas con este diario polimorfo, que se resiste a ser él mismo. Yo me empeño en darle forma, en ir delimitando sus contornos, pero él se me escapa, se derrama, se resiste a ser reconocido, y se vuelve violento, rechazándolo todo, construyendo en cada página una ausencia.
*
CORRER Y CORRER A CUALQUIER LADO, ¿pero adónde? ¿Qué nos hacemos cuando regresamos sin quererlo y al mismo tiempo deseándolo con unas ganas tremendas? ¿Qué podríamos hacer si sentimos que el mar nos va llenando y en cada gota de agua cambia nuestro rostro? ¿Cómo poder vencer este miedo que nos rompe las manos? ¿De qué manera abolir este cansancio y esta soledad que nos golpea en la cara, en los ojos? Escapar, huir, ¿pero cómo dejar de sentir esta tristeza? ¿Cómo expulsarla? ¿Cómo ponerla de patitas en la calle? ¿Cómo colocarla en los rieles del tren que me transporta? Si nos dejamos llevar y nos dejamos caer, ¿cómo precisar este momento? ¿Cómo decirme a mí mismo que estoy aquí y ahora como en ningún lado?
*
ESTA NOCHE, MIENTRAS EL TREN AVANZA, quisiera escribir hasta morirme. ¿Cómo hacerlo en esta pequeña cabina de tren donde tres extraños me miran con ojos curiosos, como si escribir fuera cosa de locos? Uno de ellos acaba de preguntar: ¿llevas un diario? No, no llevo un diario: me desangro gota a gota entre sus páginas, y existo en la medida en que lo escribo. Pero lo escribo para no ser, para dejar de ser, para olvidarme. Las letras me viven, o yo me desvivo en ellas, y esta noche quisiera escribir hasta morirme, hasta quedar tendido, sin fuerzas, hasta no sentir mis manos, hasta no palpar la tinta regándose en las páginas, hasta no ver esta delgada mancha que a veces es negra o roja o azul. Qusiera caer rendido en la blancura del papel, o si no, quisiera devorar el papel lentamente, trazo a trazo, no dejar un solo palmo intacto. Que la tinta corra y las horas corran. Quisiera escribir hasta que las palabras fueran sólo un remolino, un difuso círculo de viento devorándose a sí mismo. Quisiera dejar marcas por todos lados, y que esta cabina limpia de este limpio tren que atraviesa Europa recibiera esas marcas en cada pared, en cada una de sus rústicas literas, en la alfombra del suelo, en el manchado cristal de su ventanilla. Lo haré hasta caer, hasta sentir que mi cuerpo se esfuma, hasta desvanecerme en esta noche fría. Voy sintiendo las manos prestas al desastre. Voy sintiendo cómo los dedos buscan la pluma, el lápiz, lo que encuentren. El cuerpo se va preparando y tensa músculos y tendones. Cada nervio lo quiere. Cada centímetro de la piel lo augura y lo desea. Uñas y pies y manos precisan la corteza de cada espacio plano o curvo. Y los ojos temen y la boca ríe. En lo oscuro se prepara el carnaval y la guerra, y millones de microbios tiemblan, y hasta los árboles que dieron la madera de esta pequeña cabina se estremece en el recuerdo. Voy a mancharlo todo. Voy a escribirlo todo. Nada olvidará mi lengua. Nada se le escapará a estos dedos sedientos.
*
POR DÓNDE COMENZAR SINO ES POR TI, que persistes en la fuga. Cómo no arrancar de ti, si en todos lados te figuro y entonces me marcho para volver a figurarte. No saber dónde estoy es ya tenerte. No saber dónde estoy ni por dónde anda el mundo, las multitudes de semen que forjan lo real. No saber dónde estoy. Para mí es un misterio, el mayor de los arcanos, cómo llegué aquí, a cualquier parte, y cómo pude dejarte en todas partes. Pero para sentirte, para llevarte por un momento tenue, tengo que escribirte y contarte desde los inicios, desde el magma inquieto del origen. Cómo no empezar por ti, si en tu lejanía te pierdo y te recobro y te vuelvo palabra. Qué decir, qué no decir, cómo decirlo y cómo no decirlo. Trazo una línea cualquiera. Trazo una delgada línea de norte a sur y de este a oeste. En la sobriedad de esa línea te vas apareciendo, como lo hacías en cada esquina de París, con flores y vino. En la aparente frialdad de la línea aparece tu sonrisa y tus labios van poblando cada plano que veo y que he perdido. En el centro del plano ese punto estalla y a lo largo y ancho del papel apareces, en la multiplicación de los puntos, en la profusa aceleración de las líneas que van forjando tu epidermis. Cada punto se funde con otro y te vuelves palpable, y en la sobria sencillez de la línea eres un trazo barroco, un bello enredo de detalles y formas. Así te desbordas: desde el súbito encuentro de las curvas. Cada parte de ese trazo es un convite, una cornucopia donde se sacian los ojos. Tu cuerpo nace como nace la voz, y de cada parte tuya manan los niños del deseo, esos duendes indomables que van de aquí para allá buscándote, oliéndote, rozándote la carne; esos seres diminutos que te recorren como hormigas, produciéndote cosquillas. Sus pequeñas patitas te recorren, y hacerlo te hacen sonreír, te vuelven un oscuro derroche de sonrisas en las que casi casi te deshaces. Pero no, no te dejas andar para romperte, sino que naces, vuelves a nacer y ya eres otra, tan barroca y hermosa como antes, pero distinta. Cómo no comenzar por ti si eres el mismísimo comienzo. No puedo evadirte. Cuando tomo la pluma y la apoyo en el papel, fijas el primer punto, y de ahí te desplazas y lo vas colmando todo.
*
LAS DOCE HORAS EN TREN DESDE ESTOCOLMO no estuvieron tan mal: escribí delirantemente, dormí algunas horas y llegamos a Ámsterdam a las 10:30 am. Nos instalamos en un hotelucho con vista a uno de los canales, frente a la Estación Central. El panorama es hermoso: gente caminando a todas partes, música, hermosas mujeres, putas, drogadictos, trenes, autobuses, bicicletas. En la tarde fuimos al Museo Van Gogh, pero el cansancio no me dejó disfrutarlo como se debe.