Será Otra Cosa: La serenidad (tercera receta del Recetario de afectos)

Por Vanessa Vilches Norat/En Rojo

La serenidad es un plato excéntrico en estos días. Su sabor dulce, liviano y etéreo se consigue con muchísimos años de práctica. La confección depende directamente de la atmósfera exterior, por lo que se requiere de manos diestras y aplomadas para conseguirlo. Alcanzar el punto que exige la receta supone, sobre todo, paciencia y esperanza. Quizás por eso sea uno de los platos más difíciles de este recetario. Confieso que nunca he tenido mucho éxito en su preparación: a la fiesta de la paciencia, siempre he llegado tarde.

Aunque las pandemias no son buen momento para realizar esta delicia, las viejas cocineras retan la dificultad con su templanza. Ellas recomiendan suspender las emociones y los impulsos mientras se prepara el platillo. Estas amantes de la espera, elogian la lentitud que utilizan como brújula en su faena. El proceso de cocinar les sirve de esparcimiento. Señalan que mientras preparan este plato intentan “estar plenamente sin conciencia.” Ahora entiendo mi dificultad: mi equipo sensorial discurre a la velocidad de años luz; soy una regadera.

Este estado de beatitud es fundamental para conseguir el punto de la receta, por lo que aconsejan que, antes de empezar su preparación, se elimine cualquier distracción exterior: amarre al perro, silencie su teléfono, olvide el chat, apague su computadora, no se le ocurra ver el noticiario de las 5:00. Algunas cocineras sugieren colocarse tapones en los oídos para minimizar los ruidos de su familia en cuarentena. Las más sabias exigen pasar tiempo en la naturaleza antes de comenzar la preparación del plato. Aconsejan escuchar el canto de las reinitas, admirar los verdes de las hojas, acariciar las mascotas, reverenciar el cielo azul, contar las estrellas de la bóveda celeste. Incluso, he escuchado de quienes, antes de empezar a cocinar, reúnen a su prole y le narran cuentos familiares, pues confían en el poder sedativo de la palabra.

No habría que insistir en que en estos momentos deben observarse las más estrictas prácticas de higiene. Mientras prepara el platillo y, sobre todo, a la hora de servirlo, asegúrese de tener guantes y mascarilla, así como varios cucharones para hacer la mezcla. Si bien la sambumbia necesitará dos horas en el horno para cocinarse, lo que eliminará cualquier posibilidad de contagio, tenga en cuenta que no debe chuparse los dedos.

Maneje con delicadeza los ingredientes principales; la esperanza -la confianza en lo porvenir, y la paciencia -la virtud de saber esperar, suelen arruinarse al contacto del miedo y la desesperación. Reconocemos que el guión de la espera(nza) se lleva muy mal en estos tiempos neoliberales, sobre todo, si consideramos la ineficiencia de los gobiernos para manejar la situación de emergencia. Hace falta mucha más voluntad de bien común para lidiar con los retos de la pandemia. La enfermedad es también negocio. Cuentan de restaurantes exclusivos que experimentan con la receta para incluir la delicia de la serenidad en su menú. Confían en que la capacidad económica de sus asiduos comensales pagará el precio exorbitante.

Para aplacar el terror a la muerte y no arruinar la receta, se necesita confiar en un futuro diferente y solidario. Difícil escenario ante la corrupción, la ineptitud y la mezquindad cotidiana. Sin embargo, me recuerdan las sabias cocineras: “la serenidad es el plato principal en el festín de la resistencia.”

 

 

Artículo anteriorPascua en casa y en el mundo
Artículo siguienteLaura Esperanza Albizu-Campos Meneses 1927-2019