Poses

 

Por dos años (de 1966 a 1968)

Yukio Mishima
posa como San Sebastián
para el lente de Kishin Shinoyama.

En Abril de 1969,
la revista Esquire
publica en su portada
una foto de Muhammad Ali,
posando como San Sebastián
para el lente de Carl Fisher.

El 25 de noviembre de 1970,
Mishima lidera una toma de cuartel militar
en pos de un golpe de estado
que resulta fallido.

Horas más tarde,
y luego de una arenga
que no surte el efecto esperado,
Yukio comete seppuku.

Morita, el kaishaku designado por Mishima,
falta a la tradición
al fallar la decapitación en tres intentos.

Uno de los golpistas, de nombre Kogu,
restituye el honor ritual
con las cabezas de Mishima y Morita.

En Diciembre de 1970,
Ali regresa al cuadrilátero
luego de tres años de suspensión
al declararse
objetor por conciencia
cuando fue enlistado para Vietnam.

Una pelea en la que Alí resulta favorito,
se convierte en una batalla campal
que dura los quince rounds.

Expertos del boxeo concuerdan
que la pelea contra Bonavena
no sólo ha sido una de las más duras
que enfrentara Alí,
sino que marca el comienzo
de un largo y lento declive
de su salud y carrera como boxeador.

Esa noche Alí no era la sombra
del boxeador que fue
antes de la suspensión.

A partir del cuarto round
depende de sus reflejos
y de recostarse sobre las cuerdas del ring
para compensar la falta de piernas,
pero no puede evitar recibir
una cantidad desproporcionada
de golpes a la cabeza
y al cuerpo
por parte del argentino.

En el décimoquinto round
Oscar Bonavena
recibe un gancho de izquierda
a la quijada
justo cuando su derecha
sale en pos de Alí.

Ese knock-out fue seguido por otros dos.
El árbitro detiene la pelea.
Alí gana por knockout técnico.

La próxima pelea de Alí
contra Joe Frazier
se convierte en su primera derrota.
Oscar Bonavena
muere de un disparo al pecho
el 22 de mayo de 1976.

La tarde de aquel otoño de 1970,
Mishima la repasa
visitando imágenes de sí mismo:
el adolescente anémico
que esconde sus escritos del padre,
la infancia con la abuela Nitsuko,
tan pronta a los accesos de furia.

El joven que responde
al llamado del ejército,
pero no es admitido
por su constitución enfermiza.

El escritor consagrado,
obseso con el cultivo de su físico,
con el ideario de un espíritu imperial japonés
a ultranza.

El entusiasta del boxeo.
El tercer sablazo que lanza Morita,
termina como los anteriores,
en el hombro de Mishima.

El bramido de Kogu
cuando arrebata la espada de las manos
de Morita
palidece a la velocidad
con la que el kaishaku
decide su muerte sin hacer caso
a los ruegos de Mishima
de que siguiera con vida.

De rodillas, Mishima ofrece
su cuello al filo que ahora Kogu levanta.
Esta vez la imagen del San Sebastián
de Guido Remis acude ante Mishima.

La eyaculación que sufre
al verla por primera vez,
las lecciones de box, kendo, pesas
el imperativo de esculpir
el propio cuerpo a la usanza del
soldado romano condenado
por confesar su fe cristiana,
las sesiones de fotos
donde Mishima se obsede
en reproducir en su cuerpo
la belleza agónica de flechas
que lo atraviesan.

Esta vez la mano de Kogu no falla,
así como seis años después
una bala calibre .030 se abre paso
a través del corazón de Bonavena.

Alí y Mishima, tan próximos,
nunca se conocieron.
Bonavena fue el único boxeador
al que, en vida, Alí recordara
como el más grande.

Kogu sacude de la espada
la sangre de Mishima.
Morita se arrodilla,
descubre el torso, saca una daga
y sin encomienda alguna
corta y apuñala el abdomen.

Kogu remata con un corte al cuello.
Con una inclinación discreta,
el kaishaku limpia la otra sangre de la espada,
la envaina, y en silencio
contempla los cuerpos tendidos
en medio de un charco de sangre.

Recoge las cabezas del suelo.
Una de ellas lleva una bandana
con el sol naciente en la frente.
Es la cabeza de Himitake Hiraoka,
conocida también
como la cabeza que soportara
el hermoso cuerpo de Yukio Mishima.

 

Hato Rey, 23 de enero/14 de julio de 2021

 

 

Artículo anteriorTeresa Previdi: una visión crítica y creativa de nuestro cine-Parte-2
Artículo siguienteVecinos