Amor en los tiempos del Feisbuc [Musarañas: sainete en dos actos]

 

Especial para En Rojo

Comienzo mi escrito diciendo que no conozco personalmente a Egidio Colón Archilla. Sin embargo, he leído las columnas que publica en la sección Zona Ambiente del periódico digital El Post antillano. Además, sin saberlo, tenemos amistades en común en las redes sociales. Hace unos meses, nos hicimos amigos por Facebook y poco a poco, he ido conociendo sus intereses, sus gustos por la literatura, la música, el teatro y el buen cine. Me llamó la atención que ama sin tapujos a Sara Montiel y a Francisco Contreras Molina, el Niño de Elché, cantaor español de música flamenca. En su página, recomienda películas, obras de arte, comparte los logros de sus amigos y de aquellos que no lo son, pero que ponen en alto el nombre de su país. En su muro también encontramos frases del día y reflexiones: “A veces me pregunto cómo será la copa de un pino” o “Ninguna herida sana sin cicatriz.” De igual forma, aparecen palabras del día como sorete, muy usada en Argentina, para referirse a una persona desagradable. En fin, Egidio Colón Archilla, como dicen los jóvenes, está juqueado con Feisbuc.

El 15 de febrero, noté que actualizó su foto de portada y colocó una imagen de su libro Musarañas, cuyo título me atrajo porque recordé a mi amada abuela cuando me decía: “Nena estás pensando en musarañas” para referirse a que tenía la mente perdida o me encontraba distraída. A continuación, le pregunté dónde podía conseguirlo y me contestó: “Nellie Bauzá en Librería La Esquina”. Más tarde, por Messenger, me escribió: “Si me das tu dirección postal te los envío de regalo.” Es decir, pregunté por un libro y el 21 de febrero recibí dos: Musarañas y Ramalazos.

Comencé a leer el primero y me atrajo la dedicatoria: “No te me asustes, kiss, ¡kiss! Yiyo.” Como dice el refrán: “Muerto quieres misa” ya que esa dedicatoria fue el gancho perfecto para invitarme a su lectura. Musarañas es un libro corto que tiene noventa y seis páginas. Se divide en dos partes y una ñapa. De inmediato, atrajo mi atención el manejo por parte del autor del humor combinado con la ironía, al escribir la Advertencia del Cirujano General de la República Bananera del Toloso que sobre el texto señala: “Léanlo a su cuenta y riesgo…” (p.4). Luego me encontré con una cita: “La memoria es un cuento que nos contamos a nosotros mismos” (p.5) de Rosa Montero Gayo, una de mis escritoras españolas favoritas, cuya literatura conocí en los noventa. Para esa época, tuve el privilegio de escucharla en un conversatorio en la ciudad de Filadelfia.  No olvido la lectura de sus maravillosas novelas: Crónica del desamor (1979),  La función Delta (1981), Te trataré como a una reina (1983), Amado amo (1988), La hija del caníbal (1997), El corazón del tártaro (2001) y La carne (2016) que no me gustó tanto. A la cita incluida por Colón Archilla en su sainete, a mi juicio, le faltó una parte importante: “…cambiamos continuamente y nos resulta esencial para vivir.”  Y por qué menciono que esta parte de la cita es de suma importancia porque cuando leemos el texto Musarañas, nos encontramos que los personajes están en una continua evolución, en un cambio perpetuo.

Antes de ponerme a leer la obra, me encuentro con unas palabras interesantes que asumo son del propio autor: “ Porque me gusta y porque me da la gana, al cumplir mis 75 años he decidido romper la alcancía que guarda mis recuerdos… y desnudarme ante el mundo” (p.6).  Vemos pues de nuevo el tema del cambio como leitmotiv, de esta interesante historia de llamadas y mensajes de correos electrónicos. En la primera parte del texto, hay tres hombres que no tienen nombre propio. A través de sus relatos, los conocemos como Lovinant, descrito como el epítome de las dragas bitchas; Yo, el epítome de las locas confundidas y closeteras y Él, un machote boricua confundido. Al no usar nombres propios, me acordé de Bodas de sangre de Federico García Lorca. Quizás, Colón Archilla, no quiso etiquetar a nadie emulando al autor granadino, porque Yo o Él, puede ser cualquiera que se encuentre en las mismas circunstancias de estos personajes. Esa primera parte, que se desarrolla en un balcón de condominio medio-clasero, a las 7 p.m., inicia con una conversación vía celular. En la llamada, Yo afirma que desde que descubrió Caralibro (Facebook, dándole un toquecito criollo, ¡por aquello de la Patria! p.11) ya no usa otros sites. Desde aquí comienza a marcarse el tema del cambio que se da en los seres humanos y que tan bien trabaja Colón Archilla. En el diálogo telefónico, Yo confiesa que conoció en la red a un hombre con el que comparte el gusto por la Sara Montiel. Yo, le dice a Lovinant, que puede pasarle por e-mail las memorias de este individuo. Así, termina el primer acto y pasamos al segundo donde conversan Él y Yo, de manera entretenida, desde sus e-book. Los dos intercambian información y así el lector descubre que Yo (que en su tiempo libre se dedica a escribir y tiene setenta y pico de años) es de Aibonito y Él, de Hato Rey. Desde este punto se marca una diferencia en cuanto a los ambientes de los cuales provienen estos dos hombres.

En la segunda parte del libro, el lector encuentra veintitrés correos electrónicos donde el autor trabaja con diversos temas sociológicos. En esas páginas, aparece el rol de las instituciones sociales, las relaciones de poder, la construcción de la identidad. Todos estos van de la mano con la soledad: “Me preguntas que por qué me comuniqué contigo? Soledad, confusión, necesidad de re-encontrarme al mirarme en un espejo” (p.24). La religión: “… mis abuelos eran líderes de una iglesia de avivamiento en Santurce”(p.25); el nomadismo familiar que hace que el individuo no se sienta parte de ningún lugar: “En 1950, cuando nos mudamos a una exquisita casona, diseñada por el famoso arquitecto Nechodoma… mi abuela paterna escogió otra escuela bilingüe del Condado para mi educación” (p.43). El alcoholismo: “Como siempre, el conflicto con el padre nos matiza a los gays. Yo mismo nunca entendí el por qué mi padre comenzó a beber de una manera descontrolada” (p.44) ; el acoso escolar: “ Yo realmente creo que mi experiencia escolar fue devastadora. ¡Qué doloroso ser objeto de burla solamente por hablar inglés con acento y a la vez ser gordo! (p.46) este va de la mano de la adicción “… la única adicción que he tenido: las pastillas calmantes. Me las chupaba cual golosinas, pasando la mayor parte del tiempo en un marasmo total” (p.48). Luego participamos de sus primeras experiencias sexuales: “Comencé a temblar cual poseído y elevé mi vista hacia la cara del hombre acechante” (p.50).  Resulta desgarrador el abuso sexual por parte del padre hacia el hermano de uno de los protagonistas: “Lo odio cuando pasa su mano por mi cuerpo y me abre la bragueta y me lo agarra. No puedo más…” (p.52). Por eso, se desencadena la depresión: “Hoy me siento deprimido. Cual caballitos de fiestas patronales que giran sin cesar, entran y salen de mi vida aquellos ángeles disfrazados de demonios…” (p.65).

Así pues, termino con las palabras que le escribí el 21 de febrero de 2023, a Egidio Colón Archilla, sobre su libro: «Acabo de leer tus Musarañas de un tirón y me ha fascinado. Es un himno a la aceptación de nuestro yo con dignidad y respeto. Es un llamado a mirarse en el espejo y quererse tal y como uno es. Es un grito desgarrador ante el dolor y la impotencia del padre que abusa de su hijo. Es una comparación fabulosa de los viejos tiempos y los nuevos para que las generaciones actuales tengan memoria histórica porque antes que ellos, hubo unos que los precedieron. Es una exaltación y manifestación de que se puede disfrutar la sexualidad porque somos seres sexuales.  Te aplaudo y ? aplaudo tu libro que según tu criterio es un sainete de dos actos. Me disfruté el título Amor en los tiempos del Feisbuc.  Me cautivaste con tu pasión por la Sara Montiel. En fin, tu obra merece ser leída por muchos y muchas, que como el protagonista son el epítome de las locas confundidas y closeteras. Excelente trabajo.» 

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