Por Juan R. Recondo
El cine de horror no es para todo el mundo. Aunque en teoría entiendo la aversión de algunos espectadores a la violencia visual, la desesperación tan agobiante de las víctimas y el terror a enfrentar lo indecible, el horror también nos hace reconsiderar nuestra realidad. El género es una bofetada al espectador ya que con crueldad exige mirar algo muy conocido de una manera diferente. Películas como Halloween (John Carpenter, Estados Unidos, 1978) y A Nightmare on Elm Street (Wes Craven, Estados Unidos, 1984) son joyas del cine que van más allá de sus icónicos monstruos. Estas exploran la moralidad burguesa de los suburbios estadounidenses, la amenaza de la sexualidad juvenil y los secretos más oscuros que una comunidad blanca trata de esconder, pero que arremeten contra futuras generaciones. Esta es la línea que sigue IT (Andy Muschietti, Estados Unidos, 2017) y el elemento mejor logrado. La película, que está basada en la novela de Stephen King, trata sobre un grupo de preadolescentes de alrededor de trece años que notan unas conexiones entre las desapariciones de jóvenes en su pueblo de Derry. El grupo incluye a Bill (Jaeden Lieberher), el líder enfocado en investigar la desaparición de su hermano menor; Ben (Jeremy Ray Taylor), el apasionado investigador de la historia del pueblo; Beverly (Sophia Lillis), la niña rebelde que es víctima de abuso; Richie (Finn Wolfhard), el comediante del grupo que le saca punta a todo; Mike (Chosen Jacobs), el visionario que intuye la maldad que enfrentan; Eddie (Jack Dylan Grazer), el hipocondríaco; y Stanley (Wyatt Oleff), el más afectado por el miedo a eso que los persigue. Esta pandilla de rechazados (losers) no sólo tiene que sobrevivir los obstáculos de la juventud, sino también librar a su generación del mayor depredador de todos, el payaso Pennywise. El monstruo es una amalgama de un sinnúmero de miedos infantiles y, peor aún, la violenta pérdida de la niñez.
Pennywise, actuado magistralmente por Bill Skarsgård, lleva un vestuario de payaso que data de antes del siglo veinte, un maquillaje bastante común de cara blanca y labios rojos, y hasta un simpático globo. Sin embargo, sus ojos desorbitados de mirada amenazante, el maquillaje rojo que conecta la boca a sus ojos y hasta sus dientes de roedor, que se transforman en algo más monstruoso, subvierten toda humanidad de la figura. Skarsgård también le da al personaje unos giros raros que lo alejan de lo reconocible, como cuando se ríe fuera de control o habla con una entonación demencial. El poder mayor de Pennywise está en transformarse en los miedos más profundos de la niñez. Este aterra a los protagonistas de distintas maneras que incluyen un leproso, una lluvia de sangre y hasta el espectro de una mujer que sale de un cuadro, entre otras.
El monstruo es sólo un lado de la película. También vemos cómo la pandilla de niños investiga las desapariciones a través de la historia del pueblo, cómo se ayudan mutuamente en distintos momentos y cómo pueden trascender diferencias para lograr enfrentar sus miedos. Este lado de la historia, que es un “coming of age,” nos recuerda a la maravilla de Stand by Me (Rob Reiner, Estados Unidos, 1986), donde un grupo de niños enfrentan la muerte de otro joven. En ambas películas, la pérdida de la niñez es un tipo de muerte que se recuerda con nostalgia. En IT, vemos un primer beso, las huidas en bicicleta y hasta un chapuzón en un río. Estos momentos de felicidad plena y de libertad están rodeados de la amenaza de los adultos que los oprimen de diversas maneras y que no los entienden. La conexión entre ambas historias (“coming of age” y la de horror) es el payaso. Pennywise se puede interpretar como una manifestación de los adultos que sólo los niños pueden ver.
La película enfrenta varios problemas que asocio con la manera que muchos productores subestiman al público. IT peca de dar una explicación lógica y nada ambigua a Pennywise. Estoy consciente que la explicación del monstruo responde a que Stephen King ha localizado todas sus historias en un mundo donde las fuerzas del mal y el bien están en una lucha constante, algo que podemos ver en la fallida adaptación fílmica de The Dark Tower (Nikolaj Arcel, Estados Unidos, 2017). Sin embargo, limitar al monstruo de esta película a una mitológica lucha entre el bien y el mal, lo debilita precisamente porque ya no representa las pesadillas de la infancia ni la oscuridad del mundo de los adultos. La película también falla en la representación visual de Pennywise. El uso excesivo de efectos de computadora para alterar el tamaño del monstruo o transformar la realidad que lo rodea le restan a la actuación sólida de Skarsgård. Estos efectos también afectan la cinematografía de Chung-hoon Chung, que divide muy bien el mundo juvenil del oscuro espacio de Pennywise. El director toma unas decisiones que me fascinan, como cuando el primer beso deja su recuerdo en la forma de una mancha de sangre en la mejilla del niño. La poesía visual de este momento es entorpecida por el abuso de efectos especiales. Con todos sus problemas, IT es una película bastante buena por un monstruo que recordaremos y por los niños que pierden su inocencia al confrontar el miedo mismo.
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