Manifiesto de un expenepé

 

 

Enrique Márquez Ocasio

 

El pasado no se borra, es cierto, pero tampoco es presente. Nunca lo negaré porque es un dato y fue lo que me hizo deconstruirme. No tienen idea de las veces que metí el dedo en la llaga para autoinfligirme y probar si lo que siento es cierto o meras ideas fugaces.

Sí, fui estadista. Resulta incómodo escarbar ese pensamiento, del cual no tengo nada en contra de los que lo practican, pero no es mi norte. Es imposible vivir ocultando el violento choque emocional que causa el estrago de la confrontación entre consciencia y conocimiento.

El saber es poder, lo aprendí mucho antes de conocer filosofía y tan siquiera tener un diploma. Me negué a seguir viviendo bajo autoengaño teniendo la evidencia histórica, empírica y teórica ante mis ojos. Me negué a seguir viviendo una hipocresía intelectual —desde mi noción de libertad— ante el miedo que nadie en específico inculcó, simplemente flota en los discursos. El miedo es parte del sistema colonial, un sirviente del poder.

Resultó imposible seguir con mi corazón roto y conciencia quebrada ante la realidad, nuestra lastimosa realidad colonial. Nada más asqueroso que el dominio de uno sobre el otro. El mero hecho de que exista ese “otro”, esa otredad que somos ante el ojo del águila, o de otros pueblos dominados, es ya un acto del infame poder.

No aguanté más la cruda batalla en mi cabeza que hería al saberme que no es compatible amar tanto la libertad, así como la amo y siempre he amado, para querer anexarme a una nación que llegó aquí haciendo a otros las mismas acciones que ellos rechazaron y que los llevó a luchar por su libertad. Pasaron de condenados de la Tierra a ser verdugos y guillotina.

Un mundo dividido entre norte y sur, una línea recta e imaginaria, así como las comunidades e imperios imaginados que siguen imaginándose las cosas y palabras para distorsionar la cruda imagen. El deseo que fue inicio de la voluntad de ser parásito a expensas de la explotación del ser humano. Todo imperio es parasitario. Una plaga de siglos que tan siquiera hay propuesta de una cura y que dejó de ser exclusiva de naciones para añadir corporaciones. La única vacuna es el conocimiento y por eso el plan de mantener ignorante al pueblo es el saber del poder para perpetuarse.

Me dejó de importar tanto el miedo al qué pasará por ser libre y comencé a tener pánico a seguir viviendo condenado en la Tierra preso de la explotación disfrazada con dinero, lenguaje y ritos cotidianos en los que no media la razón por estar impregnados en el subconsciente colectivo. Nos creemos libres pero estamos presos.

Decidí escaparme aunque siempre me persiga el reojo de unos y la sospecha de otros. Mi felicidad de conciencia solamente yo puedo definirla, como cada cual define la suya. Es lo único que puedo decir sobre lo que fui, así en pasado; y el pasado, jamás puede regresar. #desdeelcorazón

 

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