Ama sin reparos, Yusuf

Por Sumaya Soler

Había muerto un joven en Puerto Rico torturado y asesinado, a manos de unos jóvenes quienes confesaron haberlo hecho porque él era homosexual. En un programa de televisión, entrevistando a la Pastora Wanda Rolón sobre este asesinato dijo que el joven se había expuesto (¿a su tortura y asesinato?) por tener conducta de alto riesgo (¿ser homosexual?).

Quedé sin aire por unos segundos. Me dio un ataque de pánico. ¿Donde está mi hijo? Mi hijo, Yusuf, musulmán, que no es blanco, ni rico, ni cristiano. Si reza en la calle y no se persigna, ni invoca a Cristo y se postra ante Alá, ¿es eso conducta de alto riesgo? Las palabras de mi hermano retumbaron en mi recuerdo como una amenaza: “No expongas a Yusuf yendo a su escuela con velo, todos sabrán que es musulmán…hay maestras que no entienden esas cosas”. Lloré entre el pánico y el corazón roto. Lloré con la madre de ese hijo homosexual muerto, lloré como si fuera mi hijo.

En mi mezquita invitamos a Pedro Julio Serrano, entre otras personas, a una cena comunitaria. El Imam dijo que no podía sentarse junto a nosotros porque Pedro Julio es homosexual. Y en ese espacio que alguna vez consideré sagrado escuché el idioma del odio. Y me acordé del joven asesinado e imaginé al Imam con una larga espada gritando “Allahuakbar!” dejándola caer sobre su cuello. Mi hijo, si es homosexual y musulmán, no tendrá escapatoria.

Mientras se camina por los pasillos del Senado, es inevitable toparse con líderes religiosos que parecen vivir en el Capitolio. Pululan eternamente por los pasillos como hienas hambrientas, soberbias, buscando entre la basura algo qué comer. Y allí hablamos de “libertad religiosa” como quien escupe una mala palabra. Es la “libertad religiosa” que le permite al pastor de Aguas Buenas predicar y repartir biblias dentro de la cárcel mientras espera su sentencia por haber prostituido a una niña de 13 años y haber distribuido pornografía infantil. La misma “libertad religiosa” que dice “a mis hijos los educo yo” mientras el 80% de los abusos sexuales de menores en Puerto Rico son por familiares y el 56% de estos son padres biológicos. La “libertad religiosa” de fetos apoderados y niños abandonados. Y llamamos “acomodo razonable” al fracaso de la convivencia, y llamamos “consejo pastoral” al exorcismo de la identidad, decimos terapia en vez de tortura, y llamamos al discrimen “objeción por conciencia”.

Un hombre en Canóvanas se para en el púlpito y acepta a Cristo como su salvador. Ante la comunidad confiesa que la última paliza dejó a su esposa e hijos en el hospital y eventualmente en un refugio. Pero él aceptó a Cristo, allí frente a todos, es hombre nuevo, el Espíritu de Dios habita en él. Ya no lo persigue el demonio de la violencia, está listo para volver a casa con su esposa. “Ayúdeme pastor! Ayúdeme que soy un hombre nuevo y quiero que mi familia vuelva”. Y así se presiona a la agredida, y ahora ES ELLA, será la mala que no quiere regresar, ES ELLA la que no quiere reunir a sus hijos con su padre –el santo varón– ES ELLA la que escucha a los demonios. Si regresa y él la agrede todos la juzgarán A ELLA por habérselo buscado, pero si no se reconcilia será ELLA mientras viva, la mala mujer que destruyó su hogar. Parece que el dios que no se sienta a la mesa con homosexuales, tortura y asesina transgresores, también odia a las mujeres.

Mientras escribo estas líneas contemplo a mi hijo y me embarga el temor de dios, temor a la justicia que se exige a su nombre. Dios, un fotuto usado a conveniencia para consolidar privilegios. No se necesita creer en dios para ser decente, ni trabajar por la justicia. Ni siquiera para hacer el bien y sentirse feliz hay que creer en un ser supremo. Tampoco se necesita religión para ser espiritual. La religión solo es útil cuando la persona se desconecta de su humanidad. Se aferra la gente a dogmas y reglas porque de otra forma sienten que van a la deriva, perdieron la brújula del corazón. Solidaridad, empatía, trabajo comunitario, amor, justicia social, salud, bienestar…ninguna de esas palabras está en la propuesta de “libertad religiosa”. Decía Yiye Avila “La palabra de dios es la palabra de dios aunque el diablo la diga” parece ser que se quedó con los altares y micrófonos, que no ha parado de predicar y legislar.

Ama sin reparos, Yusuf, reza, vive sin temor porque el joven asesinado, la niña prostituida, los hijos abusados, las mujeres agredidas serán las voces que se escucharán por encima del hablar en lenguas del culto, por encima del chillar de las hienas, serán las voces sobre la mesa donde se construye futuro sin el dios que está pasau.

Sumaya Soler es activista de derechos humanos. Pertenece al Colectivo interreligioso de Mujeres de Puerto Rico.

Artículo anteriorPoesía: Zaira Pacheco
Artículo siguienteInstrucciones para dibujar un caballo