El próximo martes y hace medio siglo : Una historia personal de las elecciones

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En Rojo

Desde niño me interesó aquello de lo que mi madre no hablaba y mi padre comentaba en voz baja: la política. Más bien, la historia política. Fue a los nueve años. Me impresionó conocer a través de la prensa escrita y televisada cómo había muerto Antonia Martínez (1970). No tenía idea clara de la situación. Sabía que había guerra en Vietnam y que algunos estaban en contra de la guerra. Solo entendí el abuso y la injusticia.

Las movilizaciones posteriores a la muerte de Antonia en la Universidad de Puerto Rico me hicieron desear ir a estudiar allí. No sabía qué, pero para mí, por intuición, aquello era “la historia”. Era algo relacionado con la emoción más que la razón. Pocos años después (1974) las fotos de la fuerza del Partido Socialista Puertorrique˜õ (PSP) en Nueva York, convocados en el Madison Square Garden me hicieron pensar que la independencia era posible antes de mi mayoría de edad. Había imágenes del apoyo de figuras como Angela Davis y Jane Fonda. Tocó Ray Barretto en aquella magna asamblea. Muchos ídolos juntos. Comencé a leer sobre la historia nacional.

En el 1975 me identifiqué con el Partido Independentista Puertorriqueño cuando escuché a Rubén Berríos. La social democracia, la resistencia pacífica, estaban más acordes con mi crianza cristiana. Luego vino el asesinato, en 1976, del hijo del candidato a la gobernación por el PSP entonces, Juan Mari Bras. La muerte de Santiago(Chagui) Mari Pesquera me golpeó como si lo conociera. Pero entonces la derecha cubana asesinó a Carlos Muñiz Varela o los esbirros cometieron la vileza del Cerro Maravilla. Ya entonces estaba decidido a ser independentista.

Entre las cosas que debía decidir como joven independentista estaba votar o no votar.

Mi primer voto fue por el candidato sindicalista del Partido Socialista Puertorriqueño, Luis Lausell. Me llamaba la atención por dos razones. Primero, era el único candidato que no era abogado. Segundo, era el único candidato que pertenecía a la clase obrera. Corría el año 1980. Me decepcioné con el apoyo al PPD para “detener la estadidad”. Voté en el 84 y en 88 por el PIP. Entonces decidí no participar más en aquellos procesos eleccionarios. Hasta estos últimos cuatro años en los que los procesos han sido más amplios y las discusiones más concretas y prácticas.

Digamos que al día de hoy abordo el tema de las elecciones desde una perspectiva crítica. Las elecciones democráticas son un mecanismo que, si bien permite cierta participación ciudadana, a menudo está limitado por las estructuras del capitalismo y las ideologías dominantes. Y en una colonia el asunto de lo “democrático” se hace más problemático. ¿Las elecciones pueden ser vistas como un ritual que da la ilusión de democracia, mientras que en realidad las decisiones importantes son tomadas por fuerzas económicas y políticas que operan fuera del control de los ciudadanos? ¿Las elecciones por sí solas son suficientes para garantizar una verdadera democracia, o sirven para legitimar sistemas que perpetúan desigualdades y limitan el cambio social? Las respuestas a esas interrogantes pueden ser afirmativas. Sin embargo, ¿es mejor no participar?

No creo que miento si digo que quienes son candidatas y candidatos de la Alianza (PIP/MVC) en esta coyuntura reconocen que la democracia no es solo la celebración de elecciones periódicas, sino también la participación activa y crítica de los ciudadanos en la política y en la sociedad. Abrir esos espacios. Crearlos.

Me parece que en estas elecciones está claro que se pone en crisis la sensación de participación y control ciudadano precisamente porque el gobierno del PNP ha hecho -y hará- todo lo posible por impedir un proceso claro y transparente. Además una de las discusiones de este proceso ha sido que las decisiones cruciales que nos afectan a menudo son tomadas por elites políticas y económicas que operan fuera del ámbito democrático. Por eso, entonces, hay que ocupar cualquier resquicio que permita alguna agencia, alguna acción en beneficio de los intereses de la mayoría.

Por otro lado ¿que las elecciones en el sistema capitalista y colonial están condicionadas por intereses económicos, lo que significa que las opciones disponibles a los votantes son frecuentemente limitadas y no reflejan verdaderamente una variedad de alternativas políticas? Pues eso se está discutiendo. Es ganancia.

Además, que el proceso electoral se ha convertido en un ritual donde el acto de votar se presenta como el único medio de participación, deslegitimando otras formas de activismo y compromiso político que podrían ser más efectivas para generar cambios significativos ya lo sabemos. De hecho, hace apenas cinco años una asamblea popular permanente sacó a un gobernador de Fortaleza. Es ahora que estamos viendo los frutos de esa movilización.

En estas elecciones se ha dejado de simplificar la complejidad de los problemas sociales y políticos, reduciendo las dinámicas complejas a opciones binarias o a una serie de promesas que a menudo no se cumplen. Se acabó el bipartidismo. Al menos, se milita en contra de ese nudo ideológico.

No sé lo que va a pasar el 5 de noviembre de 2024. Se lo que tengo que hacer después. Seguir en esto de pensar y practicar un país mejor. Una mejor relación entre nosotros. Una mejor organización contra quienes atentan contra nuestra vida digna. Todos los días. Incluyendo ese martes.

 

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