Gloribel Delgado Esquilín
Para muchos, El Proyecto Agroecológico El Josco Bravo no es una noticia nueva. Para otros es novel que en la isla existan decenas de personas queriendo ser jíbaros y jíbaras y formándose en esta finca familiar. Desde ahí, sueñan con “recampesinar” montes y levantar productos agrícolas libres de contaminantes. Su líder, Ian Pagán Roig, un agricultor de 28 años, poeta, fajón y con poder de convocatoria, los llama el ‘ejército agroecológico”. Desde el norte de la isla hace su aportación con su dedicación y entrega en una escuela de formación gratuita para productores y promotores agroecológicos que ya sobrepasan los 150.
Ese poder que tiene producir alimentos se ha convertido en una ‘transformación de mentalidad” a todo el que pasa por el Josco Bravo y aprende a generar productos. “Eso nos da un sentimiento de autosuficiencia y de libertad muy poderoso y muy subversivo. Eso sin lugar a duda hay que hacerlo sustentablemente , porque por esa visión distorsionada de desarrollo hemos estado jodiendo y degradando el planeta; al punto que nuestra supervivencia está en riesgo. Eso es lo que propone la agroecología. Pensarnos a largo plazo siempre”, comenta Pagán Roig, a partir de su interés de crear una nueva generación de agricultores ecológicos.
El joven define a la agroecología como “un arma de construcción masiva” y de transformación social, capaz de lograr reafirmación nacional. La idea es producir alimentos limpios en contraste con la agronomía convencional. Esta agricultura novel utiliza principios de la ecología y de sistemas sustentables.
En la finca de Josco Bravo, ubicada en Toa Alta, levantaba una cosecha con 5 empleados, tres agricultores y dos bueyes, Caramelo y Josco. Además, cuentan con varios voluntarios que han tomado el curso en el Josco Bravo.
El cambio climático no es chiste
¿Cómo nació su iniciativa? Hace 5 años se dio cuenta que el cambio climático no era chiste. Decidió hacer su aportación. Con estudios en agroecología en Cuba y Puerto Rico –y su formación del Colegio de Mayagüez como agrónomo– decidió comenzar una escuela de agroecología para transmitir sus conocimientos. Abrió una convocatoria y arrancó dando clases los viernes.
Su visión ha sido “masificar el conocimiento y las posibilidades” a través de esta gestión humilde y significativa.
Lo que ha experimentando en el Josco Bravo contrasta con el sentir popular de que en Puerto Rico no existen jóvenes interesados en la tierra. Sus estadísticas demuestran que un 52% de sus participantes son mujeres y un %48 varones. La gran cantidad de sus estudiantes tienen entre 31 y 32 años con un perfil educativo alto, interesados en problemáticas sociales y ambientales. “Contrasta un poco (con el referente general) de que la juventud no quiere dedicarse a la agricultura y lo que hemos visto es completamente opuesto”, sostiene.
Los efectos del cambio climático siguen agravando el panorama. “El clima nos ha hecho empezar de cero tres veces”, explica el agricultor. En Toa Alta vivieron la sequía del 2015 y 2016 y las fuertes lluvias de fines del año pasado. “El panorama es crítico. Los pronósticos apuntan a que el clima tiende a los extremos. El panorama para el trópico es más crítico. Cada vez es más importante para la humanidad pensar el desarrollo, teniendo en cuenta que el clima va a ser muy diferente a como lo conocíamos”, asegura.
Por tal razón, el creador de Josco Bravo, apuesta a la agroecología como opción vital de cambio. “Más allá de una agricultura productiva, que es el enfoque ciego de la agricultura convencional, nos toca pensar a una agricultura adaptada a un planeta cambiante, a una agricultura resiliente. Esta es una de las grandes virtudes . La capacidad de resistir y de reponerse a un disturbio en el clima”
Sus bueyes, sus amigos
Para algunos podría parecer un romántico que ara con bueyes, cuando hay tantas maneras de “adelantar” el trabajo. Pagán Roig lo tiene claro. El decidió ser un hombre libre y optó por el arado con bueyes para no deberle nada a nadie. La junta de bueyes es más económica que comprar un tractor. Además con una herramienta puede hacer diversidad de zanjas que con una máquina necesitaría más herramientas.
Sus ayudantes son Caramelo y Josco, con quienes ha establecido una conexión especial que en ocasiones define como telepática. Leer los textos que le dedica a sus animales, son material para cualquier cuento fantástico.
La academia se apunta
A nivel local la agroecología ha tomado auge, aunque el precio de sus productos ha sido criticado por algunos, como no accesible a las masas. Eso, según el agricultor, es un reto que enfrenta este tipo de cultivo. Y otro de los retos es ser visibilizado en la Academia y que existan cursos que muestren a nuevas generaciones cómo cultivar libre de pesticidas y prácticas dañinas al medioambiente.
“Lo he asumido en el Josco Bravo como una de nuestras prioridades. Visibilizar y hacer la cosa bastante profesional. Buscando ese respeto de la academia”, asegura sobre la oportunidad que le dio el Recinto de Mayagüez para ofrecer un curso el pasado semestre. “Hay que entender que la academia tiene mucho profesor viejo que viene de una escuela de pensamiento totalmente diferente, que hay mucha resistencia, seguro. Porque la agroecología pretende transformar lo que muchos de estos académicos representan. La academia se ríe, pero va legitimando, una muestra de eso el acuerdo que logramos con el RUM, sección en Mayagüez de Curso de Productores y Promotores Agroecológicos. Es un cambio inevitable”.
Cuando se habla de Monsanto, su definición es clara. Hablar de la empresa es sinónimo de “que continúe el saqueo al que se ha sometido el país a lo largo de su historia”. Pero dice que no es solamente Monsanto, sino todas las compañías que trabajan con transgénicos y se aprovechan de las recursos del país y las arcas del gobierno que entrega incentivos a multinacionales.
“Han tomado las mejores tierras del país, las aguas, los obreros agrícolas, los profesionales que educan, exponiendo las tierras a sus experimentación cuestionable, con plaguicidas, con tecnología que no está aprobada para uso comercial, exponiendo a semilla local a la contaminación. Es mucho riesgo, no tiene ningún sentido que eso suceda mientras hay una crisis alimentaria con bajos niveles alimentarios, cuando deberíamos apostando a la producción local y no cualquier tipo de producción, sino una sustentable y agroecológica de comida, favoreciendo al pequeño y mediano agricultor, que tiene un poder increíble de multiplicación en la economía”.
Parir el país que soñamos
Según asegura, en tiempo de crisis no podemos esperar nada de instituciones gubernamentales, “nos toca parir el país que soñamos y aspiramos”. La misión de Josco Bravo es tratar de demostrar que se puede y qué hacer para que se pueda. Una faena que conlleva compromiso y responsabilidad. Una meta que es posible si se es riguroso y serio, a veces exageradamente , para “que nos hagan caso”.
Si esa pasión, ese conocimiento y compromiso se juntan en un mismo fin, el resultado creará cambios. “Nos toca”, asegura “yo digo que la salvación del país y la salvación del mundo está en nuestras manos. Y todo lo bueno que va a pasar, de ahora en adelante, es porque nosotros lo vamos a hacer pasar o lo vamos a hacer nosotros”.