Ideología dominante

 

 

Especial para CLARIDAD

 

Hace muchos años escuché decir que “los estadistas cobijados bajo el Partido Nuevo Progresista (PNP) eran huevos puestos por la Pava”. Como todos saben, la Pava  es el apodo del Partido Popular Democrático (PPD). La apreciación citada obedece a que durante su prolongada hegemonía y luego, en el aún más largo período de alternancia de gobierno con el PNP, el PPD no ha dejado de rendirle culto a la ciudadanía americana, de postular la unión permanente y de aspirar a la paridad en el acceso a fondos federales. De hecho, su llamado “estado libre asociado” (ELA) siempre se ha definido en función de la previa extensión de la institucionalidad de Estados Unidos a Puerto Rico: mercado común, moneda común, ciudadanía común y defensa común. Aquí no hay nada de “común” que no sea estadounidense. Más aún, en algunas instancias el liderato del PPD llegó a jugar con la posibilidad del voto presidencial y con “enmiendas” a la supuesta autonomía fiscal del ELA para contribuir al fisco federal de Estados Unidos.

¿No se parece todo lo anterior a la estadidad? En realidad, todo eso forma parte del andamiaje ideológico dominante en que ha estado montado el estatus colonial y que le ha servido de trampolín tanto al PPD como al PNP para acceder al poder aunque, ante el creciente descalabro de tal ordenamiento, cada vez con mayor dificultad. No hay que pasar por alto que dicho andamiaje le ha servido bien a muchos, sobre todo a la sucesión de enclaves – cañeros, textiles, petroquímicos, farmacéuticos – establecidos en función de privilegios fiscales y que han dejado un legado de bagazo, ruinas y degradación ambiental cuyo costo no se ha estimado. Ahora está de moda la atracción de “residentes” fatulos bajo la ley 22, subsumida en la nueva ley 60, inscrita en la misma lógica del privilegio tributario. Estos nuevos “residentes” tienen la extraordinaria característica de ser multimillonarios. Y, como muy bien advirtiera Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, no suelen ser fieles con el país del que salen ni, mucho menos, con el país al que llegan.

Puerto Rico luce atrófico, disfuncional, agotado… Carece, como colonia al fin, del instrumental para el desarrollo sano y sostenible. Si un carpintero sólo contara con un martillo no podría construir ni una casa de muñecas. Y si lo intentara la casa quedaría desvencijada. La insuficiencia institucional provoca lo mismo en una sociedad.

Cuando se dispone de pocos instrumentos institucionales se utilizan los que están a la mano de manera exagerada – sean exenciones tributarias o programas de asistencia—y, entonces, el país se aleja de la ampliación de su base productiva, de la equidad social, de la diversificación de fuentes de inversión y de lazos comerciales internacionales, de la interdependencia equilibrada con el resto del mundo, de la integridad ambiental, en fin, del desarrollo. Se oscila entre el crecimiento depredador y el estancamiento empobrecedor. Pero siempre algunos, de acá y de allá, ganan dinero y poder. Son los beneficiarios del andamiaje ideológico dominante; son los que se dedican a la cacería de rentas – ganancias excesivas a base de privilegios y contratos leoninos – casi siempre provenientes de ventajas fiscales y de oscuros accesos a contratos sufragados con fondos federales. Esta es la colonia que se vive y la estadidad que se propone.

Desde Maquiavelo se sabe que la subordinación política, la desigualdad de clases y otras formas de estructuras jerárquicas se mantienen vía dos métodos: la fuerza y la ideología. Es común que la fuerza bruta se utilice al comienzo. A largo plazo, como puede provocar resentimientos e insurrecciones, se torna costosa e ineficiente. Se prefiere, por tanto, el arma ideológica o manipulación del discurso social. La ideología le permite a los poderosos convencer a los demás – los sectores menos privilegiados de la sociedad, sean asalariados, emprendedores, desempleados o marginados – que apoyen lo que, en realidad, no corresponde a sus intereses. Se trata de una extraordinaria maquinaria de persuasión. Y así se “legitima” un sistema de cacería de rentas montado en privilegios fiscales traducidos en enclaves económicos acompañados con emigración forzada, deuda insostenible y dependencia debilitante. Pero lo que antes se catalogaban como “válvulas de escape” o mecanismos compensatorios han terminado revelándose como lo que son: señales de debilidad sistémica y profundos problemas socioeconómicos. No obstante, la racionalización ideológica se obstina en obnubilar tal realidad.

La ideología de las elites siempre ha tenido la ventaja de que la gente común  admira al privilegiado. Lo advirtió nada menos que Adam Smith, reconocido como padre de la economía capitalista, en tono crítico: “…admiran y casi idolatran al rico y poderoso y desprecian al pobre…y esto es la más grande y universal causa de la corrupción de los sentimientos morales”.

¿Cómo liberar a una sociedad de tales ataduras ideológicas? ¿Cómo vencer las obsesiones ideológicas de colonizados y estadistas? ¿Cómo descolonizar? Siempre las preguntas hacen lucir sumamente modestas a las contestaciones. Baste, por ahora, insistir en el análisis de la crisis vigente. Hay esfuerzos de muchos en tal sentido. Los hechos han colocado al binomio PPD-PNP (colonia-estadidad) en entredicho. Se debe aprovechar políticamente la coyuntura. Esto puede significar  un gran paso para superar a una ideología que mantiene encapsulado, tanto en las dimensiones   políticas y económicas como en la psicológica, a gran parte del pueblo puertorriqueño.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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