Sobre la Revolución cubana, el liberalismo, las libertades individuales y el campismo.
Manuel Rodríguez Banchs y Jorge Lefevre Tavárez
Especial para En Rojo
Recientemente, los compañeros Carlos Rivera Lugo y Carlos Severino Valdez publicaron una columna en este mismo medio titulada “¡Amores que matan! A propósito de ciertas críticas de izquierda contra la Revolución cubana” [1]. La columna es, a su vez, una respuesta al escrito de Mari Mari Narváez, “Cuba: este momento crítico podría ser para avanzar” [2].
Rivera Lugo y Severino Valdez comienzan su columna haciendo referencia al amor por Cuba que comparten con la compañera Mari Mari Narváez. Sin embargo, afirman que su lectura de la situación actual en Cuba y de las protestas del 11 de julio dista mucho de la de Mari Mari Narváez, porque la de ellos “está matizada… por nuestro compromiso con el socialismo y su horizonte comunista que no es lo mismo que usar de referentes diversos planos conceptuales del liberalismo político desde donde se ha pretendido – no por pocos – analizar la situación cubana”. A diferencia, pues, de la mirada “liberal” de Mari Mari Narváez, la de los autores es “una perspectiva crítica que no va a temer ser tal vez polarizante. Y es que no hay”, sostienen, “la más mínima posibilidad de adoptar posturas asépticas en torno a Cuba”.
Su lectura inicia reconociendo la difícil situación en la que se encuentra Cuba. Luego de una exitosa revolución que desembocó en un gobierno y una economía socialistas, la isla ha sufrido ataques despiadados por parte de los grandes intereses capitalistas y, en particular de los Estados Unidos. El bloqueo económico de los Estados Unidos hacia Cuba es el ataque más severo que se le ha dado al proyecto socialista, impidiendo que se desarrolle a plenitud una economía planificada por medio de la asfixia del mercado mundial y durante más de medio siglo, hecho acentuado luego de la caída del bloque soviético. Ante esta realidad innegable, los autores cuestionan lo siguiente:
“En el momento en que Cuba y su revolución lucha por su supervivencia y Washington arrecia el asedio y la victimización de su pueblo impidiendo que satisfaga sus necesidades más básicas, a Mari Mari le preocupa más los derechos individuales abstractos de unos pocos por encima de los derechos colectivos concretos de todo un pueblo que lleva sobre 60 años resistiendo y sufriendo las inhumanas consecuencias del bloqueo y el embargo estadounidense”.
A los autores, en fin, les preocupa “que se analice la situación en Cuba desde una perspectiva que claramente está alineada con el liberalismo político”, para ellos ejemplificada en el artículo de Mari Mari Narváez: “Ello se refleja claramente cuando la compañera Mari Mari escribe: ‘¿Cuándo va a dar (Cuba) el empujón final hacia el respeto del derecho a la protesta, la libertad de expresión, y los estándares fundamentales para juicios justos para todos, con derecho a defensa y a apelación?’.”
En cuanto a las críticas de la mirada liberal, no podemos estar más de acuerdo con los autores. Aunque nunca la definen como tal, podemos plantear que la «mirada liberal» es aquella que se enmarca plenamente dentro de las visiones dominantes de la democracia representativa del sistema capitalista. La mirada liberal, por definición, no implica ni conlleva una crítica sistémica al capitalismo, no implica una lectura radical del status quo, no implica ruptura con lo establecido. Solo busca reformas graduales en sus respectivos países, y, para los proyectos socialistas que quedan, que estos se asemejen lo más posible al status quo burgués y capitalista.
Y, en efecto, la mirada liberal hacia Cuba, muchas veces ingenuamente dominada por la influencia mediática y la ideología burguesa, es incapaz de entender la situación de aquel país asediado ni su proyecto socialista. Esta mirada liberal no busca que el gobierno cubano enmiende sus políticas, sino que desea que se desplome en su totalidad. Incluso aquellas miradas que provienen de personas que se catalogan como de izquierdas, progresistas o incluso socialistas, al favorecer la caída del «régimen cubano», favorecen, también, el fin del proyecto socialista de economía planificada y la restauración capitalista, con el agrado y el apoyo de los grandes intereses de siempre. La mirada liberal en gran medida imposibilita pensar en otra manera de atender el asunto cubano que no implique la caída del socialismo en Cuba.
Sin embargo, en otros aspectos no podemos coincidir con las posiciones de los autores. La manera en la que principalmente articulan su crítica hacia el artículo de Mari Mari Narváez es haciendo ver la preocupación por los derechos humanos individuales (que llaman «derechos humanos abstractos» [3]) como una preocupación liberal. Parecería que el derecho a la libertad de prensa, a la libre asociación y a la protesta, el derecho a un proceso justo, fueran derechos exclusivamente burgueses propios del sistema capitalista, incluso incompatibles con el socialismo.
Y, sin embargo, la tradición marxista presenta un panorama bastante distinto a lo que los autores plantean. La dictadura del proletariado y el paso hacia el comunismo no representa una pérdida de derechos individuales y democráticos, sino, al contrario, su profundización; esto, además, en el marco de la participación ciudadana en la toma de decisiones del gobierno, pues serían derechos enmarcados en el estado obrero. Esto se evidencia en algunos de los textos claves de la teoría marxista del estado. En La guerra civil en Francia, por ejemplo, Carlos Marx ve en el proyecto de la Comuna de París un modelo de lo que sería el gobierno de los trabajadores, y conlleva toda una serie de derechos que en gran medida imposibilitarían el dominio burocrático de un Estado. Años más tarde, en los albores de la Revolución de octubre, Vladimir Lenin en El estado y la revolución vuelve a insistir en las libertades que la dictadura del proletariado le brindaría a los y las trabajadoras. Las libertades individuales forman parte del proyecto socialista del estado obrero, forman parte esencial de la participación de las grandes masas en los asuntos del estado y en la planificación económica.
¿Cómo, entonces, acercanos a las protestas del 11 de julio, cuando en distintas partes de Cuba personas salieron a las calles para repudiar la situación económica y la escasez de mercancías (producto, mayormente, por el bloqueo económico hacia Cuba), protestas que en un primer momento fueron descartadas por el gobierno cubano como obra de contrarrevolucionarios y haciendo un llamado a la confrontación? ¿Cómo analizar los casos en los que el gobierno cubano detuvo ilegalmente incluso a compañeros comunistas, miembros del Partido Comunista [4]?
Hay que reconocer de inmediato que Cuba es un país asediado, y que el embargo es, en la práctica, una medida de guerra que se le ha impuesto a la economía cubana. Esto lleva a que resulte imposible que la democracia obrera deseada se siga al pie de la letra, pues la soberanía del pueblo cubano y la defensa de su revolución tienen un enemigo poderoso que insiste en derrocarlos bajo cualquier recurso posible.
Sin embargo, la propia Constitución de Cuba incluye y protege muchos de estos «derechos individuales abstractos» que los protestantes reclaman. Es decir, el propio gobierno de la Revolución cubana protegió constitucionalmente algunos de los derechos que los autores del mencionado artículo catalogan como «abstractos» o «liberales»(ver, al respecto, la declaración de Democracia Socialista sobre la situación en Cuba, donde detallamos los artículos de la Constitución[5]). Los manifestantes, con respecto a estos reclamos, no hacían más que hacer valer los derechos que habían apoyado en el 2019 con la nueva Constitución. Por otro lado, como afirmamos anteriormente amparándonos en Marx y en Lenin, la participación de las masas es una parte fundamental de la economía socialista, y en estas protestas – con una mayoría que no se dirigía en contra de la Revolución, sino de la coyuntura – se levantaron reclamos legítimos que el gobierno cubano puede poner en práctica fácilmente (como, en efecto, hizo posteriormente, liberalizando la entrada de ciertas mercancías relacionadas con la salud) [6].
Nada puede hacerle más daño a la Revolución cubana que el silencio ante sus errores. Ignorar el malestar de grandes sectores de la población no hace más que darle armas al imperialismo para atacar al proyecto socialista. Como afirmamos en la declaración de nuestra organización, Democracia Socialista, «si la revolución no logra incorporar esas inquietudes democráticas a sus instituciones, entonces esas inquietudes se expresarán contra esas instituciones y eso, precisamente, es lo que desea provocar el enemigo imperialista. La burocratización y el monolitismo también socavan las revoluciones y conducen a alguna variante de los tres escenarios que presentamos anteriormente» [7].
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Hasta ahora, en nuestra argumentación hemos dejado a un lado el artículo al que Rivera Lugo y Severino Valdez responden: el antes mencionado “Cuba: este momento crítico podría ser para avanzar”, de Mari Mari Narváez. Hemos hecho esto pues queríamos concentrarnos, más que en la polémica, en las ideas que los compañeros traen a la luz. Sin embargo, detengámonos en el artículo que sirvió de pie forzado a la polémica.
Para quienes lleguen al artículo de Mari Mari Narváez luego de leer la crítica de Rivera Lugo y Severino Valdez, saltará a la vista que el artículo de Mari Mari Narváez dista mucho de ser una “crítica liberal contra la Revolución cubana”. Gran parte del artículo es una alabanza a los logros de la Revolución cubana, proyecto que destaca como “modelo y esperanza para quienes luchamos por un mundo más equitativo”. Afirma de manera clara que los problemas económicos y de escasez en Cuba se relacionan directamente con el bloqueo de Estados Unidos. Frente a la situación material que enfrenta Cuba, no hay realmente una crítica hacia la revolución o su economía planificada. Todo lo contrario: se reconoce el bloqueo como la raíz de la escasez.
¿Será que entre los interlocutores de Mari Mari Narváez se encuentran esos “liberales en contra de la Revolución” que mencionan Rivera Lugo y Severino Valdez? ¿Cuáles son esos «planos conceptuales del liberalismo político» desde los que parte la autora? Aquí, nuevamente, salta a la vista lo desacertado del comentario de los autores. La única cita que se incluye en su texto proviene de la declaración de la Cuarta Internacional, que se ubica, no desde un ángulo liberal, sino desde una tendencia marxista revolucionaria, claramente a favor de la Revolución cubana y a favor de la profundización del socialismo en la isla.
¿Será que la columna expresa dudas sobre sus simpatías hacia la Revolución cubana luego de la manera francamente torpe en la que el gobierno manejó las protestas del 11 de julio? ¿Habrá puesto en tela de juicio el proyecto revolucionario? Tampoco. En ningún momento de la columna hay evidencia de una “postura aséptica” o neutral hacia la Revolución cubana. No hay momento en el que se haga un planteamiento “en contra” de la Revolución cubana.
¿Qué dice, entonces, sobre los derechos individuales en Cuba? ¿Será que articula su posición desde una visión individualista del ser-en-sociedad? ¿Qué usa como modelo de libertad a las democracias capitalistas? Veamos las palabras de la autora:
«En todos los países se utiliza la protesta para lograr cambios, sean estos grandes o pequeños. Así como en Puerto Rico hemos protestado por asuntos que van desde el colonialismo y la corrupción hasta por salvar cuatro palos de meaito en una acera, en Cuba debe haber cantidad de razones para protestar. Y si no hay alimentos, la gente, por más consciente que esté sobre los efectos del bloqueo, no está llamada a protestar en la Oficina de Intereses yanqui, primero porque ni está en funciones y, segundo, porque ese no es su gobierno y es a este al que tienen que reclamarle… Pero la gente de Cuba tiene perfecto derecho a reclamar acciones inmediatas contra la corrupción, contra los privilegios de ciertas ‘clases’ o contra las desigualdades, o contra la ineficiencia que provocan las colas o un mal servicio de transporte público, lo que sea. Si quieren protestar por sus cuatro palos de esquina, también. La protesta es un poder que se reserva el pueblo y ningún gobierno debe reprimirla, mucho menos un gobierno socialista que aspira a enaltecer la dignidad humana ante todo… Todos los cubanos revolucionarios que conozco, más los líderes de su gobierno, desde los hermanos Castro hasta el actual Díaz Canel, son los primeros en admitir que hay mucho que cambiar en la realidad cubana, en su gobierno. Entonces: ¿Por qué tanta resistencia a estas protestas? No se puede justificar una vida entera de supresión de la libertad de expresión por una posible invasión de Cuba que siempre será una amenaza. No se puede justificar que el pueblo cubano viva en un estado perenne de excepción».
¿Qué, entonces, es lo que les molesta a los compañeros? No es, parece, únicamente la crítica desde los sectores liberales lo que les inquieta. Es la crítica en sí. Dicho de otro modo, no distinguen entre una crítica hacia la Revolución cubana y una crítica contra la Revolución cubana. Por eso, se hace necesario que los autores creen un muñeco de paja para atacar: toman una crítica hacia la Revolución cubana, compatible con la tradición marxista, y la manipulan para hacerla ver como un producto más de la ideología capitalista.
Esto es, también, una «tradición» de cierta tendencia de la izquierda socialista: la larga tradición que comúnmente conocemos como «campista». Dado que la mirada campista ha dominado una parte importante del debate desde la izquierda hacia Cuba, es importante que abordemos el tema.
El campismo define la política mundial desde una mirada en la que el eje principal del conflicto es entre dos campos geopolíticos hostiles: el “campo imperialista”, hoy conformado por un lado por Estados Unidos, Europa, Israel y Arabia Saudita. Por otro lado, el “campo antiimperialista”, que pudiera incluir a Rusia, China, Corea del Norte, Siria, Irán, Venezuela, Cuba, Ecuador, Nicaragua y otras naciones menos industrializadas.
En este marco, la división del mundo en bloques geopolíticos rivales suprime la discusión y rara vez aborda el carácter interno de las naciones del “campo antiimperialista”. Independientemente de la naturaleza de sus gobiernos y economías, atribuye a esas naciones un carácter progresista. Casi nunca critica a las “naciones antiimperialistas” y tiende a ignorar, menospreciar y en ocasiones a oponerse abiertamente a los movimientos por la democracia o la justicia económica y social que surgen entre las clases trabajadoras de dichos países.
Cuando se trata de países en conflicto con los Estados Unidos, el campismo rechaza el apoyo a los movimientos democráticos – incluso a los liderados por la clase trabajadora – bajo el argumento de que tales movimientos podrían desestabilizar y poner en peligro a gobiernos progresistas. Se obvia el análisis y se suprime cualquier debate sobre la forma de la economía, sobre el carácter represivo de algún gobierno o sobre la capacidad de los trabajadores y las trabajadoras de autoorganizarse para ejercer el poder. Aquellas personas que se solidarizan con las luchas democráticas en estos países, aun cuando vienen de una tradición revolucionaria, son criticadas por «hacerle el juego al imperio» (al otro «campo»).
El campismo es contrario a la tradición marxista y socialista democrática más amplia: sustituye la solidaridad internacional de la clase trabajadora por la solidaridad con los estados. Las trabajadoras y trabajadores deben apoyar a las clases trabajadoras de los otros países en sus luchas por la democracia y la justicia social, énfasis con el cual coinciden las figuras más importantes del socialismo como Karl Marx y Eugene Debs, como Rosa Luxemburgo y C.L.R. James, por ejemplo.
El caso de Cuba es, sin duda, el más complejo de los actuales gobiernos con una historia de izquierda y socialista. Pero el campismo, en muchas ocasiones, defiende incluso gobiernos fundamentalistas y autoritarios como el régimen neopentecostal de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, o es incapaz de ver los límites de la Revolución Bolivariana bajo Hugo Chávez y su degradación paulatina con Nicolás Maduro. Apoyar la Revolución cubana no impide (por el contrario, exige), además de reconocer sus logros, reconocer sus errores, debatir abierta y francamente y rectificar todo lo que haya que rectificar, cambiar lo que se tenga que cambiar. Ignacio Ramonet le hizo la siguiente pregunta a Fidel Castro: “Pero la pregunta que algunos se hacen es: ¿el proceso revolucionario, socialista, en Cuba puede también derrumbarse?” La respuesta de Fidel sigue teniendo vigencia:
“¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben? Yo me he hecho a menudo estas preguntas. Y mire lo que le digo: los yanquis no pueden destruir este proceso revolucionario, porque tenemos todo un pueblo que ha aprendido a manejar las armas; todo un pueblo que, a pesar de nuestros errores, posee tal nivel de cultura, conocimiento y conciencia, que jamás permitiría que este país vuelva a ser una colonia de ellos. Pero este país puede autodestruirse por sí mismo. Esta revolución puede destruirse. Nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra. Si no somos capaces de corregir nuestros errores» [8].
Tienen razón los autores al iniciar su artículo afirmando que su perspectiva no le tiene miedo a polarizar. En efecto, polarizan: lo que no es acrítico, es liberal. Y esa actitud no debería ser apta para ninguna mente crítica, y todavía menos para revolucionarios y revolucionarias. Por eso, rescatamos una frase de Carlos Marx para darle título a este artículo. Proviene de una carta que le dirige Marx al filósofo y entonces amigo Arnold Ruge, en septiembre de 1843 [9]. Es esta todavía la época en el desarrollo de su pensamiento que se le conoce como la del «joven Marx», en un proceso de crítica filosófica despiadada previo a su intenso proceso de aprendizaje en el mundo de la economía política. Esta carta, en particular, es conocida por la manera en que plantea la necesidad de la crítica constante de todo lo existente para hacer concreto el horizonte comunista. La crítica de lo real permite trazar el camino hacia adelante. Dice:
«Las dificultades internas parecen ser mayores que los obstáculos externos. Si bien no caben dudas en cuanto a «desde dónde», gran confusión prevalece en la cuestión «hacia dónde». No solo se ha instalado un estado de anarquía general entre los reformistas, sino que todos deberán admitir que no tienen idea exacta de lo que ocurrirá en el futuro. Por otro lado, es precisamente una ventaja de la nueva tendencia la de no anticipar dogmáticamente el mundo sino la de solo querer encontrar el nuevo mundo a través de la crítica del que nos precede… Pero si construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto, es más claro aún lo que, al presente, debemos llevar a cabo: me refiero a la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca como en el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder… Por lo tanto, nada nos impide convertir en el punto de partida de nuestra crítica a la crítica de la política, la participación en la política y, por ende, a las luchas reales, e identificar nuestra crítica con ellas. En ese caso, no nos enfrentamos al mundo en actitud doctrinaria con un nuevo principio: ¡Esta es la verdad, arrodíllense ante ella! Desarrollamos nuevos principios para el mundo sobre la base de los propios principios del mundo. No le decimos al mundo: «Termina con tus luchas, pues son estúpidas; te daremos la verdadera consigna de lucha». Nos limitamos a mostrarle al mundo por qué está luchando en verdad, y la conciencia es algo que tiene que adquirir, aunque no quiera».
Para que Cuba siga siendo modelo y esperanza, es importante que profundice el socialismo. Y esto implica, también, acoger parte de los reclamos de derechos individuales que presenta el pueblo, implica hacer más participativa la economía socialista, todo esto en aras de defender la revolución, no de destruirla. Los ejemplos de restauración capitalista en países obreros burocratizados demuestran lo que Cuba tiene que evitar. Y confiamos, genuinamente, en que es capaz de rectificar y seguir hacia adelante. Como indicó Mari Mari Narváez: «Cuba ha avanzado siempre. A veces lentamente, sí, pero lo ha hecho».
Notas [1] https://claridadpuertorico.com/amores-que-matan-2/ [2] https://claridadpuertorico.com/cuba-este-momento-critico-podria-ser-para-avanzar/ [3] Sobre la "abstracción" de los derechos individuales, recomendamos la columna de Rafael Bernabe, titulada La democracia, ¿una abstracción? (comentario a un texto de Frei Betto sobre Cuba), publicada en la revista momento crítico: https://www.momentocritico.org/post/la-democracia-una-abstracci%C3%B3n-comentario-a-un-texto-de-frei-betto-sobre-cuba [4] "Reclamo por la libertad de los detenidos en Cuba", https://www.comunistascuba.org/2021/07/reclamo-por-la-libertad-de-los.html.
[5] https://www.momentocritico.org/post/sobre-la-situaci%C3%B3n-en-cuba-defender-y-renovar-la-revoluci%C3%B3n [6] Ver, al respecto, los siguientes análisis de la situación económica y de las protestas del grupo cubano Comunistas: ""Petición a las autoridades ante la crisis de medicamentos", https://www.comunistascuba.org/2021/07/peticion-las-autoridades-ante-la-crisis.html; "Acerca de las protestas en Cuba del 11", https://www.comunistascuba.org/2021/07/acerca-de-las-protestas-en-cuba-del-11.html; "A un mes del 11 de julio", https://www.comunistascuba.org/2021/08/a-un-mes-del-11-de-julio-declaracion-de.html. [7] https://www.momentocritico.org/post/sobre-la-situaci%C3%B3n-en-cuba-defender-y-renovar-la-revoluci%C3%B3n
[8] Ignacio Ramonet, Fidel: “Mi relevo no supondrá ningún problema porque la revolución no se basa en ideas caudillistas”, disponible en: https://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?58,7 [9] https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/m09-43.htm