La profecía de la Navidad para toda la humanidad

 

Especial para En Rojo

El día 24, víspera de la fiesta de Navidad, la liturgia latina suele repetir un estribillo, basado en el libro del Éxodo: «Hoy todos sabrán que viene el Señor y mañana verán su gloria». «Del mundo será destruida la iniquidad y brillará sobre nosotros la salvación».

Hoy, la iniquidad del mundo se ha vuelto más escandalosa. La desigualdad social se multiplica. Millones de personas están excluidas de las condiciones mínimas de una vida sana. El hambre y la miseria aumentan. Cada día mueren miles de niños por no tener acceso a agua potable. Además, el armamentismo amenaza la propia seguridad del planeta.

El Evangelio de Navidad nos asegura: «La Palabra de Dios se hizo carne en nosotros y en toda criatura» (Jn 1,14). Esta palabra resuena hoy en el grito sordo de la Madre Tierra, cuyas condiciones de vida son atacadas y amenazadas. Resuena en los campos contaminados por agrotóxicos. Es el grito sofocado de la Hermana Agua, transformada en mercancía y privatizada.

Esta palabra de dolor y resistencia de la Madre Tierra, del Agua y de toda la naturaleza se hace carne y es acogida y respondida en la lucha de resistencia de tantas personas. Pensemos en la heroica lucha de muchos profesionales sanitarios en los momentos más difíciles de la pandemia y todavía hoy. Así, la resistencia de los pueblos indígenas, de los campesinos sin tierra y de los pequeños agricultores, así como la organización de los trabajadores en las ciudades y la supervivencia de tanta gente sin techo, sin trabajo y sin comida.

En esta Navidad, cantar que la iniquidad del mundo será destruida es una profecía que nos anima y nos compromete a la esperanza. La esperanza va más allá de los límites de la fe cristiana. Es algo que concierne à toda la humanidad. Como palabra de amor para toda la humanidad, el mensaje de Navidad nos llama a ser cada vez más humanos y solidarios con el planeta. Esto significa abrirnos cada vez más a los demás. Implica dar prioridad al diálogo, a la convivencia; reconocer la dignidad inviolable de las personas y de todo ser vivo. Quien no es capaz de aceptar lo diferente no sabe lo que es la Navidad.

Jesús de Nazaret se reveló como hombre (masculino), pero también acoge la dimensión divina de lo femenino. Revela que Dios es Padre y Madre y nos permite llamarle o llamarla. En la realidad de nuestro mundo, tan herido por las desigualdades sociales, raciales y de género, la Navidad nos revela los rostros plurales del Espíritu. Nos hace descubrir a cada ser humano, hombre o mujer, homo, hetero o trans, como imágenes del amor divino.

Conforme el Evangelio, cuando niño, Jesús no fue acogido y reconocido por los religiosos en Jerusalén, sino en la aldea de Belén por pastores en el campo. No se manifiesta en el templo, sino en las chozas y los campamentos, como la cueva y el pesebre donde nació. Por eso, hoy, el Espíritu, el Viento del Amor Divino, se revela de diferentes maneras, pero siempre desde la comunión con las personas más vulnerables.

La Palabra hecha carne en Navidad nos hace reconocer la presencia divina en las manifestaciones de todas las culturas y religiones. En Brasil, la Navidad nos compromete con la defensa de las comunidades indígenas y afrodescendientes, en la lucha por la tierra y el derecho a vivir sus culturas y expresiones religiosas.

La humanidad de Jesús, celebrada en esta Navidad, debe hacernos reconocer y valorar la encarnación permanente del Espíritu Divino en los cultos afros e indígenas. En nuestro continente, más que el cristianismo, las religiones negras e indígenas han sido instrumentos de resistencia cultural. Han ayudado a los esclavizados de ayer y a los excluidos de hoy a mantener reconocida su dignidad humana.

El mundo entero se transforma en un inmenso pesebre. No del Niño Jesús que, hoy, es el Cristo resucitado que viene a nosotros por el Espíritu. Es esta energía maternal de amor la que cubrió a María con su sombra y hoy fecunda el universo con su amor y su fuerza liberadora.

¡Feliz Navidad para ustedes y todos sus seres queridos!.

 

 

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