Llámate a Nora (Recordando a Nora Rodríguez Matías)

 

Cuando la conocí llevaba el cabello trenzado en dos moños, uno a cada lado del rostro luminoso, como la princesa Leia en la primera entrega de la saga de Star Wars. Fue en nuestra casa del barrio Cubuy de Canóvanas y desde entonces seríamos amigos y cómplices en la defensa de la justicia y la libertad en este territorio, no incorporado, que llamamos Puerto Rico aunque hay quienes insisten en despojarlo.

Nos reíamos mucho juntos, sobre todo de nosotros mismos, aún en las más serias circunstancias. Como tantos otros, me beneficié de su generoso consejo legal y solidaridad en momentos difíciles. Poseía una mirada tan dulce como demoledora de falsedades. Su severo sentido de la justicia era matizado por una sabia y piadosa experiencia de lo humano. Sabíamos todos que arrimados a su frágil figura estábamos más protegidos que en una fortaleza.

Quizás por ofrecernos tal confianza es que ganó el respeto de sus pares y hasta de sus nones a quienes despachaba con una sonrisa. Era común entre sus muchos amigos, al asomo de dificultades legales, repetir el salmódico “Llámate a Nora”, mantra y resguardo contra todo mal.

Prodigaba al consultarla, una voz cuyo timbre era a la vez cuestionador y de consuelo, infundiéndonos la confianza que necesitábamos. Era la suya de esas amistades que toleran la ausencia porque se saben cercanas. La echaremos más de más que de menos, haciéndonos la ilusión de que, llegado el momento, una voz amiga nos dirá: “Llámate a Nora”.

Y la llamamos.

Testimonio del autor en la despedida a la Lcda. Rodríguez del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico.10 de enero de 2021

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