Estamos en la recta final del proceso electoral del año 2024 que, sin duda, está siendo el de mayor consecuencia e impacto de los últimos 50 años en Puerto Rico. El eterno bipartidismo del Puerto Rico de la segunda mitad del siglo veinte hasta ahora, está a punto de ser quebrado por la fuerza incontenible del cambio. Ambos partidos que se han turnado el poder en Puerto Rico por más de cinco décadas, Nuevo Progresista (PNP) y Popular Democrático (PPD) han ido convirtiéndose en cada vez más pesadas maquinarias dependientes del presupuesto público, las cuales han sido plagadas por la complacencia, la ineptitud y la corrupción. Gobernando para sí mismos y sus allegados, las y los líderes de esos partidos han ido alejándose de las necesidades y reclamos del pueblo, atornillados en un poder que pensaban que les duraría para siempre.
Desde hace varios años, el cambio se viene cuajando. No ha sido un cambio caprichoso, ni un movimiento de quítate tu para ponerme yo. Es el cambio propiciado por un pueblo que cada vez más se siente excluido del bienestar al que tiene derecho, y se ha cansado de esperar porque llegue de la mano de los mismos de siempre. Por eso, en la última década y tras varios desastres naturales de gran magnitud, una crisis económica que lleva 15 años, y el colapso fiscal de las finanzas del gobierno bajo una deuda pública de $72 mil millones, nuestro pueblo- cansado y golpeado hasta la médula – ha dicho basta.
La opción es sencilla: o Puerto Rico sigue con los mismos que lo han llevado al fracaso, o se abre a sí mismo la oportunidad de algo nuevo, diferente y en mayor sintonía con las necesidades e intereses de la mayoría de su población. Una ventana a la esperanza de enderezar el rumbo y empezar de nuevo.
Los retos son grandes y la oportunidad es única. Y el próximo 5 de noviembre, las y los puertorriqueños con sus votos pueden darle un vuelco a las prioridades del país. En esta recta final, y mientras la contienda eleccionaria se enciende y copa prácticamente todo el espacio y tiempo de la discusión pública, hay asuntos de vida o muerte que están pasando desapercibidos bajo el ruido mediático, los cuales, de no atenderse con la urgencia que requieren, podrían costarnos mucho y, sobre todo, profundizar aún más la crisis en todos los órdenes que se vive en nuestro país.
En los últimos días, hay indicaciones de que la agenda de despojo contra nuestro pueblo sigue su paso implacable. La semana pasada denunciamos desde CLARIDAD el propuesto proyecto Esencia, a construirse en 2,000 cuerdas de terreno protegido en Cabo Rojo, con un costo social y económico enorme para la población de a pie en el área oeste de Puerto Rico. Esta semana se informa, que lo mismo se pretende para la playa de Breñas y el área de Cerro Gordo en nuestra costa norte, ya invadida desde San Juan a Dorado. Palma Nido es el nombre del propuesto proyecto para.construir 48 mansiones de lujo, con solares de mas de I acre cada una y hasta 13,000 pies de construcción, acompañadas de un club privado con todas las amenidades para los privilegiados que puedan hacer el multimillonario desembolso. Otro ejemplo de la política de «apartheid» económico y social que nos ha traido el bipartidismo PNP/PPD. Mientras tanto, el inventario de vivienda subsidiada para nuestra población empobrecida solo alcanza para el 20% de las personas que cualificarían para las.mismas. Y hay muy poco en el horizonte de la construcción de viviendas de interés social asequibles para nuestras familias trabajadoras.
El problema de la infraestructura ruinosa de Puerto Rico también generó titulares recientes, no ya por la consabida inestabilidad eléctrica que padecemos, sino porque cerca de 500,000 familias podrían haber estado o estar expuestas a contaminación con plomo a través de las tuberías de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados ( AAA). Otro ejemplo más de lo que ocurre a nuestras espaldas en nuestro gobierno y solo trasciende cuando interviene alguna agencia fiscalizadora. La AAA también ha sido señalada públicamente por su servicio ineficiente y los aumentos inesperados, exorbitantes y arbitrarios en su facturación residencial, los cuales afectan desproporcionadamente a nuestros sectores trabajadores y pensionados.
Estas son solo algunas de las realidades que vive diariamente el pueblo puertorriqueño, que también ha visto declinar su poder adquisitivo y su nivel y calidad de vida, ante el embate de los altos precios de los bienes básicos, y las tarifas infladas por los servicios esenciales.
En este contexto social y económico se da la recta final del proceso electoral. Mientras los políticos del bipartidismo siguen gobernando con sus políticas de beneficios y privilegios para unos pocos, a expensas de los muchos, por el carril del cambio se va abriendo el camino a una nueva sociedad puertorriqueña que funcione bien y con justicia, no solo para unos pocos, sino para toda nuestra gente.