Será Otra Cosa:Curiosa

 

 

Especial para En Rojo

Recuerdo cuando me hice feminista sin saberlo. Fue tarde una noche en Barrio Obrero. Tendría quizás unos ocho o nueve años cuando mi mamá, mi papá y una hermana fuimos a casa de una amiga de la familia. Fuimos, recuerdo, porque necesitábamos un carro para hacer una diligencia. En mi casa nunca hubo carro, todo lo hacíamos utilizando transporte público, pero esa vez teníamos una emergencia con esa hermana, y necesitábamos un carro para resolver, entonces acudimos a casa de esta amiga con el fin pedírselo prestado a su esposo: El Papi.

Le decíamos El Papi porque su esposa lo llamaba por ese nombre, de cariño. Esta casa quedaba en unos callejones frente a la Escuela Haydée Rexach. Por alguna razón, ese espacio me transporta a los callejones de República Dominicana donde mientras caminas escuchas una bachata y huele a letrina y carbón. Allí vivía la amiga y su papi. Era una casa bien humilde. Recuerdo que la cocina quedaba fuera de la casa, en un pasillo en el que solo cabía una persona, al fondo estaba la estufa y a lo largo del pequeño pasillo, el lavaplatos. Adentro, en la sala, había un estante de madera con figuras recordatorias de cumpleaños, una bandera, un componente de música y fotos, entre ellas la de un rapero negro, que la amiga decía que era su sobrino. La sala se separaba del cuarto con una cortina roja colgada del umbral. Del otro lado, la cama estaba cubierta por un mosquitero. El baño estaba dentro del cuarto. Era pequeñísimo y azul.

Luego de que mis padres le explicaron a la amiga lo que necesitábamos, que hablara con su esposo para que nos prestara en carro, ella salió de la casa y lo buscó en un segundo nivel de la casa. Cuando ella salió, la niña curiosa que yo era, se fue tras ella. La perseguí. Subió por unas escaleras maltrechas y despintadas. Yo me quedé abajo en medio del callejón y desde allí la vi preguntar. Él dijo que no. Ella insistió. Insistió. Insistió, y tras esa última insistencia, su mano de machete le cruzó la cara. Su llanto se hizo mío y la rabia tomó forma dentro de mi cuerpo.

Esa ha sido una de las tantas memorias que han vuelto al presente en esta pandemia. En esos ejercicios de instrospección rebusqué en mis primeras veces, y esa fue la primera vez que me hice feminista sin saberlo. Desde ese día fui otra, ya no saludaba a El Papi con todo el cariño que le tuve, me volví fría y distante con él. Todes lo resintieron. Ese día entendí lo que mi mamá me decía de que no le aguantase golpes ni malos tratos a los hombres. Ese día nació una niña rebelde, feminista, brava… esa misma es la que me sigue alimentando.

Y cuando se me olvida por qué lucho, aparece.

 

 

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