Volver a la independencia 

Nydia Velázquez, Juan Dalmau, Ana Irma Rivera Lassén y Manuel Natal. Foto Naiara Cabezas

 

Especial para Claridad

Sé que esta extrañeza de hoy es distinta de otras que he tenido en momentos cruciales. Sé también que es compartida. No estoy sola en ella aunque sólo puedo escribir por mí. Escribo esta columna con el corazón lleno, pero también devastado, qué ironía. Quiero llorar y, al mismo tiempo, estoy conmovida con tanta belleza que vimos en estos últimos días de la campaña por la esperanza de la Alianza de País.

Me considero primordialmente abstencionista electoral. Las elecciones no son el espacio de lucha que escojo ni creo que los independentistas debamos invertir recursos que no tenemos en tratar de administrar la colonia (y estoy siendo generosa con el uso de la palabra “administrar” porque usted y yo sabemos que ni a eso llega lo que se hace hoy día desde Fortaleza).

Tampoco aspiro a “llegar al poder”. Por el contrario, creo en construir poder social. Con las herramientas del amo y del poder colonial no se pueden romper opresiones. El poder colonial no está diseñado para ello. De hecho, si bien quería (¡y mucho!) que la Alianza ganara, también me preocupaba toda la frustración que podía generar un gobierno de la Alianza sin poder legislativo, con un Tribunal Supremo controlado por el PNP y un gobierno igualmente sujeto a la Junta de Control fiscal como todos los anteriores. Y aún más allá de estas circunstancias, también me preocupaba el ejercicio de un gobierno “aliancista” ejerciendo su “poder” desde instituciones diseñadas para la violencia, el racismo, el clasismo, la corrupción y el patriarcado. Por ejemplo, el sistema legal criminal de nuestro país. Sus esfuerzos podían tornarse estériles y, en el camino, confrontarían los mismos desafíos que tanto hemos criticado. Sé que hay mucha buena voluntad pero ser decente no es suficiente para transformar nuestras instituciones de poder.

A lo que sí aspiro es a un país propio donde existan mecanismos de rendición de cuentas y amplia participación cívica; un país con una base comunitaria robusta para poder construir democracia todos los días y sostener tanto nuestra soberanía como políticas de equidad y desarrollo sostenible, independientemente de quién esté en el poder.

A pesar de estas diferencias, en esta ocasión me reactivé en la Comisión Estatal de Elecciones y apoyé a la Alianza con mi voto y con toda mi intención. No es la primera vez que me movilizo por algo con lo que no estoy completamente de acuerdo y lo hago porque el poder de la movilización me ha parecido más importante que su fondo político mismo. También a mí me movió la esperanza, pero más bien la de la unidad de propósitos entre personas que tenemos muchas más similitudes que diferencias. Eso fue lo que quise reconocer con mi pequeño acto transgresor (de mí misma).

Juan Dalmau y Manuel Natal en el Festival de la Esperanza. Foto Naiara Cabezas

Quiero nombrar el triunfo de la Alianza, que de muchas formas ha sido ganadora en esta contienda. El PNP tiene estructura, tiene el control y eso se traduce en pillaje institucional. Juan Dalmau alcanzó un 32%; Natal alrededor de un 45%, y los legisladores por acumulación del PIP mantuvieron sus espacios legislativos. Eso les coloca como una fuerza política muy significativa y eso puede entusiasmar a muchos. A mí lo que me emociona y creo que es el gran triunfo de todo esto, es la gente que se unió y su voluntad para algo más que un “gobierno limpio». A lo largo de toda la campaña y luego en el Festival de la Esperanza, sentí que había más que eso, un proceso de descolonización mental y despojo de miedos ancestrales que es aún más poderoso. Si bien esta campaña parecía gestar un mensaje sencillo que aglutinara bajo la idea del gobierno limpio, aquí se dio algo mucho más grande: gente de todas partes y contextos dispuesta a ser parte, haciendo suya la campaña, con sus propias aportaciones creativas, donando tiempo y recursos, y doblándose las mangas. Gente que, sin contratos ni clientelismo ni puestos, ni siquiera con gran experiencia electoral, está decidida a luchar por transformar nuestro país en una “patria nueva”. Muchas son personas jóvenes y, ante eso, es imposible no estar feliz y sentir esperanza.

Si esto no era suficiente, la independencia sacó casi el mismo porcentaje de apoyo que Juan Dalmau: 31%. Sin campañas, sin contar la libre asociación y las muchas papeletas que se dejaron en blanco. Viendo esos resultados, en casa bromeamos preguntándonos si acaso la independencia crecía cuando nadie la defendía. Pero hablando en serio, parece obvio que este resultado exige un movimiento descolonizador, independentista y soberanista. ¿Será posible hacerlo en alianza? ¿Es decir, horizontal y democráticamente, sin grandes cacicazgos, sin exclusiones o delirios de grandeza? Se pensó que la fórmula ganadora era la oposición a la corrupción sin adherimientos de estatus. Sin duda ese era un mensaje aglutinador pero ignorar el llamado ideológico que nos impone ese apoyo a la independencia y ese proceso de voluntad para la descolonización sería un grave error. ¿No es eso lo que se supone que hagamos las personas independentistas, luchar por la independencia?

En ese contexto, CLARIDAD asume gran importancia, por lo cual hago un llamado al independentismo puertorriqueño a reforzar su compromiso con CLARIDAD, sea por vía de la suscripción, los anuncios y/o uniéndose a Amigos de CLARIDAD. Ahora más que nunca tenemos que fortalecer el único periódico independentista de nuestro país.

Si se analiza todo lo acontecido desde una perspectiva estrictamente numérica, podríamos deducir entonces que, en el experimento de la Alianza, el PIP salió mucho mejor que el Movimiento Victoria Ciudadana. Después de todo, parece que la Alianza no le añadió votos a Manuel Natal, aparte de que todas las candidaturas a la Legislatura del MVC quedaron fuera aunque esto no necesariamente fue el resultado de la Alianza (hubo errores previos en las candidaturas por acumulación). Ana Irma Rivera Lassen, candidata a Comisionada Residente por la Alianza, no alcanzó más de una tercera parte de los votos de Dalmau. De hecho, no sé explicar por qué el candidato de agua del PIP a la comisaría obtuvo un 5% de los votos.

Aún así, creo que el MVC también logró mucho en este experimento, que nos ha mostrado una especie de nueva metodología de la unidad. Tuvo pérdidas importantes que no deben subestimarse. Sin embargo, la suma de todas las partes en esta campaña fue apoteósica y constituyó una ganancia difícil de contabilizar para las fuerzas progresistas del país. Ponganse a pensar desde cuándo la izquierda de este país no estaba alineada disciplinadamente tras una causa sin atacarse y sin permitir que la crítica y la cancelación sustituyeran el trabajo político mismo. Ahora será natural reflexionar y habrá críticas, por supuesto, pero durante la campaña prácticamente todas estuvimos remando hacia el mismo lugar, pasando por alto diferencias, concentrándonos en la solidaridad y en la inspiración que provocaba ver a nuestras compañeras y compañeros de movimientos diversos colaborando y acompañándose genuinamente (si no era genuino, no me di cuenta y no me interesa saber los intringulis).

Ahora sabemos que nadie más tiene este empuje, la mística, la belleza ni la esperanza. La tiene la Alianza porque la tenemos nosotras, la gente que desde hace años, décadas, hacemos patria nueva todos los días desde las comunidades, desde las organizaciones, desde la calle, desde cada espacio de resistencia en este país. Y eso es muy poderoso; y hay que celebrarlo, y sobre todo, después de la resaca postelectoral, organizarlo.

Sé que el MVC no está comprometido con un destino político en particular pero sí con la descolonización y creo que incluso podría comprometerse con la soberanía, sea la soberanía nacional o la estatal que tienen los estados bajo la estadidad. Ahí hay puntos suficientes de encuentros.

Esa -creo- es nuestra conversación política del futuro. Con las herramientas del amo y el colonialismo no ha sido posible nunca la liberación. Pero con la voluntad política, la belleza y la organización de la gente, sabemos que todo es posible.

 

 

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