Especial para En Rojo
La última vez que viajé a Parcelas Magas de Guayanilla a visitar al poeta Ángel Luis Torres, fui con mi gran amigo llamado Ismael Rivera Girona. Al llegar, lo llamé desde la calle, salió y al reconocerme desde la distancia gritó con alegría y entusiasmo; Aristooooo!(ese es mi apodo) Nos abrazamos, le presenté a mi amigo Ismael y nos mandó a entrar.
Ya me había percatado que algo no andaba bien. Estaba muy delgado, extremadamente barbudo y descuidado en su aseo personal. Los alrededores de su casa parecía la central de caña, y el perro que estaba enfermo y triste se encontraba en la capota de su carro que ya no funcionaba.
Comienzo a observar con disimulo hacia el área de la cocina mientras hablábamos. Quería saber si había comida en la estufa. No había nada de comer, pero algo que no esperábamos surgió de repente. Ángel Luis giró su cabeza y le habló a unos seres invisibles y les dijo: cállense la boca! Me están interrumpiendo y no me dejan hablar con mis amigos. Volvió a girar su cabeza hacia nosotros y nos pidió disculpas por la interrupción. Ismael y yo nos miramos y entendimos lo que pasaba.
Ángel Luis continuó hablando, le interrumpí y le dije: Ángel, nosotros necesitamos comer algo y te queremos invitar. Que te gustaría comer? Una tripleta, me dijo. Nos levantamos. Venimos rápido, le dije. Regresamos con la tripleta, pan, leche, jamón y queso. Mientras comíamos él hablaba de lo que estaba escribiendo, pero con las interrupciones de los seres invisibles…
Cuando nos fuimos a ir le dije: Ángel, si me lo permites, podemos regresar la próxima semana a ayudarte en la limpieza de los alrededores de la casa. Me dijo si.
Nos despedimos, saqué la cartera y le dejé algo de dinero. Ismael y yo fuimos un momento a la alcaldía del municipio y pedimos hablar con el alcalde( estoy resumiéndo) para hablarle sobre las condiciones infrahumanas en las cuales vivía el poeta y que de alguna forma se le pudiera ayudar.
Me sentía extraño. Nunca en la vida había entrado a una alcaldía a pedir un favor, pero lo hice por amor a mi amigo poeta. Nos atendió el alcalde y luego que nos escuchó nos dijo: No se deja ayudar, lo hemos intentado muchas veces, pero ha sido inútil nuestro esfuerzo…
Nos fuimos y a la semana siguiente Ismael y yo volvimos a la casa de Ángel Luis con trimmer, machete, escoba, recogedor y bolsas, pero esta vez el trato fue diferente debido a su condición. Apenas me pudo reconocer y cuando vió que saqué el trimmer para comenzar a trabajar nos dijo que nos fuéramos y que no nos atreviéramos a pasar.
Esto lo decía a la distancia mientras hacía un ademán sigiloso con su mano izquierda tras la puerta principal de la casa, como quien va a coger algo para golpear. Le dije a Ismael: vamos a tener que irnos. Guardamos todo y nos marchamos.
Nunca más volví a ver a mi amigo Ángel Luis Torres.
¡Qué en paz descanse!