César Andreu Iglesias tiene algo que decir

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Especial para En Rojo

 

En la historia de la crónica puertorriqueña, César Andreu Iglesias tiene un lugar preeminente. Ediciones Callejón publicó hace casi veinte años César Andreu Iglesias: periodismo vital, la recopilación de más de un centenar de artículos publicados por el ponceño en El Imparcial y la revista Avance a lo largo de los años sesenta y setenta. La selección de escritos aparecidos en El Imparcial constituye el grueso del volumen, y comprende el período de 1965-1966; los publicados en Avance cubren los años de 1973 a 1975.

Los artículos de Andreu Iglesias no solo sientan cátedra de lo que debe ser un periodismo de opinión escrito con garra y contundencia, sino que aleccionan en el arte de la crítica incisiva a través de un lenguaje llano y sugerente. Como el cronista que fue, Andreu Iglesias le toma el pulso al Puerto Rico de mediados del siglo pasado. La gama de temas que abordó en sus columnas es tan amplia que da la impresión de que nada escapaba a su mirada.

El autor de Los derrotados y Memorias de Bernardo Vega se movía a sus anchas en el terreno de la historia, la economía, la ciencia, el deporte, la literatura y, sobre todo, la política. Sus artículos calibran los problemas sociales y políticos de su momento; incluso fue capaz de vaticinar otros que arroparían al Puerto Rico del tercer milenio, como es el caso del crecimiento urbano desmesurado, el culto al automóvil y la cultura del crédito.

Este “gran polemista”, para recurrir a las palabras de Georg Fromm en el prólogo del volumen, ponía el dedo en la llaga en lo tocante al acontecer político de su momento. Desde su tribuna periodística, Andreu Iglesias criticó las inconsistencias ideológicas de los principales políticos de turno, muchos de los cuales todavía cacarean en el ámbito insular. Retrató el circo de la legislatura de entonces con una claridad que aterra al confrontársele con ese mismo circo en el Puerto Rico de hoy. Denunció la perversidad de la metrópoli al perpetuar la colonia a través de la apropiación de sus recursos naturales, el aniquilamiento de la economía, la ruina de la industria agrícola y el secuestro de ideales. Arremetió por igual contra los portavoces de las principales ideologías políticas: a los populares los tildó de camaleónicos, llegando a sugerir que su paso del ideal independentista a la unión permanente auguraba un futuro apoyo a la estadidad; a los independentistas les reprochó el bonapartismo o fe ciega en el “líder mesiánico”, y los anexionistas no le merecían más respeto que el formar parte de un conglomerado social diverso en sus opiniones.

Andreu Iglesias entendió perfectamente que para adelantar en algo el debate sobre la condición colonial de Puerto Rico se hacía necesario bajar las banderas del sectarismo de parroquia y empezar por entender la diversidad de puntos de vista. Es así como dice en “La hora undécima”, publicado pocos días después de la muerte de Albizu Campos en 1965: “La nación es una comunidad de individuos creados de una cierta manera, unidos por una experiencia común que se traduce en actitudes y sentimientos propios. Pero eso no quiere decir que la nación sea un todo homogéneo, sin conflictos internos. Los hay, y quienes deben ser los primeros en tomarlos en cuenta son los que con mayor ardor inspiran a que se reconozca a la nación la plenitud de su soberanía”.

En su análisis preciso de la sociedad puertorriqueña, Andreu Iglesias recurre frecuentemente al carácter lúdico de la mejor literatura. En el Nene’s Bar hace discutir sobre temas de actualidad a los más variopintos personajes, entre ellos: don Pompilio, maestro del cinismo; Tito Clavija, impulsivo y siempre puntual, y Salustiano Woodrow Ríos (Mr. Rivers), pintoresca figura con los pies en la isla y la cabeza en Washington. Entre ellos la persona autorial interviene casi siempre como mediador, aunque muchas veces también instiga el debate.

En los tiempos del disimulo y la palabra de aire, conviene regresar a la mirada de uno de los más lúcidos cronistas de Puerto Rico. César Andreu Iglesias tiene algo que decir.

 

 

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