Entre la vastedad de la impresionante obra poética de Xavier Valcárcel de Jesús (Loíza, 1985), sobresale El deber del pan (2013). Se trata de un conjunto de catorce poemas encuadrado con dibujos del propio autor. Más que libro, habría que hablar de un finísimo estuche. Su factura artesanal, en edición risográfica y encuadernado a mano, replica la esmerada representación del detalle en los grandes pintores miniaturistas como Campeche y los maestros medievales. La poesía de Valcárcel de Jesús persigue el mismo objeto: trabajar con constancia lo que se presenta como materia opaca hasta volverla luminosa, tarea que se traduce en un itinerario dilatado cuando hablamos de la poesía que perdura. El pan es el motivo que alberga las derivas del sujeto en estos poemas, un pan que llega a confundirse con la propia voz que lo nombra, ese sujeto agónico que hace frente a la soledad y el delirio con un cuidado reiterativo y quirúrgico. El pan de estos versos es también la poesía misma, entendida desde su raigal evanescencia de “vacío asesinado”, de “sueño recurrente” que no da sosiego, pero salva.
Nada de piras, nada de Didos, nada de Cartago
Mi madre y yo lo quemaremos todo.
He visto sus ojos arrancados esta noche
sus huecos, sus uñas comidas
la rabia idéntica a la mía y sé:
mandaremos al carajo todo, pronto
al mismo tiempo tarareando
el himno del llanto evaporado.
Tomadas de la mano, hartas
abriremos nuestras cajas
limpiaremos uno a uno nuestros fósforos
la sal cristalizada en las cabezas
para luego en un regreso hacer el fuego.
Coronadas
quemaremos nuestros hombres y sus sillas
las tazas manchadas por la envidia de los besos
las sábanas por cubrir tanto
los cordeles, la nevera, el horno, las muñecas;
quemaremos el sofá
los seis televisores y los carros
nuestra ropa incluso, ya deshilada por sus barbas.
Quemaremos la vajilla, las navajas
los hilos de plata, las ventanas
y luego, ante la luz y ante los gritos
huiremos en un taxi hacia un hotel en Punta Cana
a dormir la suma de los años que perdimos
por los hombres
hasta que todo tras los párpados
pierda sus letras y se rinda
y ya no haya hogar ni escápulas
ni jengibre con leche
ni potes ni pastillas
sólo un vuelo de cenizas sobre viejos azulejos
nuestro árbol de mangó quemado
los cartílagos tostados
las perras sueltas por la urbanización
y los bomberos, la fiscal
la policía acordonando de amarillo, para nada
el perímetro de un vacío asesinado.
Martí con Suau, 955
He hecho el pan y lo he comido
He sido el pan, me han hecho y me han comido.
No has sido el pan
nada te ha hecho.
Yo me sentí ya tantas veces
que no sé si alcancé
a comer algo de ti
esos tres años que perdí fuera de casa
en esa casa
en la que fui contigo
siempre pan recién horneado.
Calle Condado
Es julio ya
y afuera llueve
por primera vez
sobre los marcadores.
Los aviones se disparan hacia todas las direcciones
no he comido y no he huido
sigo guardando el pan
pero hay una ciudad hambrienta.
Espero entonces caminando
afilándome los huesos
vestido de paloma turca yo también
igual que muchos de este lado de la aduana.
Lunes
Despierto en casa de mi madre, a solas
abro los ojos
y todo lo que un día se deshizo en la memoria
reaparece:
el tacto de mi vieja habitación
la claridad filtrada del destino afuera
ese espejo
las partículas de polvo flotando en el silencio
como escarcha.
Yo no sabía que la casa sería esto:
mirarse por dentro la presencia y las ausencias
la soledad fija y su esqueleto
el paso de la piel
mi madre vistiendo mis camisas
las caries del miedo.
Pero es esto la casa
y por lo mismo aún no pongo pie en el suelo.
Pan
Soñé anoche que había escrito
cuatrocientas veces pan
y que luego canté pan
cuatrocientas veces en voz alta
como un mantra
mientras por la ventana
entraban las primeras ráfagas de la gran ola
con la que he soñado mucho más
de cuatrocientas veces
desde niño.
Creo que el pan quiere volverse un sueño recurrente
y no lo entiendo
porque no sólo del pan viven los hombres
aunque la verdad es pan, según ha escrito Mara
y Roque Dalton haya escrito
la poesía es como el pan
y Matos Paoli el pan es para todos
y Mussolini no derrochéis el pan
honrad el pan
respetad el pan
y Neruda el pan de cada boca
de cada hombre
en cada día
y Carême el pan, un niño solo
y Marigloria ¿Pan duro? Ayer fue blando
y así
García Lorca y Lima y Ramos Otero y T. S. Eliot
El arcipreste, el Romancero historiado
mi madre, mi abuela, Patricia, mi tía
Rubén
y tanta gente más
que no sé si estoy entrando en el delirio
en la ansiedad del hambre
en una larga noche sin amantes
o si algo de mí, que no me explico
quiere decirme algo.
(De El deber del pan, 2013)