Las realidades inocentes y sangrientas de Sasquatch Sunset y Civil War

 

Especial para En Rojo

 Veo cada película como una entrada a un mundo que se rige con sus propias leyes. Algunos se asemejan al nuestro porque nuestra realidad es su base. No quiere decir que nuestras realidades son las mismas, sino que son construidas por diferentes creadores. En un ejercicio que hago con mis estudiantes de español al principio de cada año, los invito a considerar cada esquinita de su realidad. Pensando su mundo como una expresión teatral, los invito a considerar su cuarto, la utilería que lo adorna, cada recoveco de su casa, su calle y las estructuras que la demarcan, y los personajes que pueblan la escena. Aunque les pido que no lo expresen por su nivel de intimidad, los llamo a que identifiquen las emociones que sienten en cada lugar. Al transitar mi propio mundo, juego con los sentimientos que emanan de la oscuridad romántica y amenazante de The Third Man (dir. Carol Reed, Reino Unido, 1950), la alta tensión divertida del Nueva York de The Taking of Pelham 1 2 3 (dir. Joseph Sargent, EE. UU., 1974) y la explosión de la felicidad musical de Les demoiselles de Rochefort (dir. Jacques Demy, 1968, Francia). Estas realidades se contradicen, pero se encadenan las unas con las otras como los empates imperfectos entre los planetas de Valerian and the City of a Thousand Planets (dir. Luc Besson; Francia, China y Belgica, entre otros; 2017). Hoy exploraré dos dimensiones muy particulares que cuentan entre mis experiencias favoritas de cine en lo que va de año, Sasquatch Sunset (dirs. David y Nathan Zellner, EE. UU., 2024) y Civil War (dir. Alex Garland, EE. UU. y Reino Unido, 2024).

En estos días, el pie grande es una leyenda de terraplanistas que creen que las vacunas alteran el ADN. Sin embargo, en Sasquatch Sunset, nosotros somos un misterio para una familia sasquatch que sobrevive en lo más profundo de un bosque estadounidense. Su mundo es uno rodeado de árboles y estos coexisten con los animales del bosque, que muchas veces los observan con curiosidad. La familia, formada por la madre desafiante (Riley Keough), el padre y macho alfa (Nathan Zellner), el hijo mayor que insiste en contar las estrellas (Jesse Eisenberg) y el juguetón hijo menor (Christophe Zajac-Denek), sobreviven buscando y cazando comida, construyendo cada noche un techo para guarecerse, y transitando el bosque. El lenguaje entre ellos es de gruñidos, expresiones faciales y movimientos corporales. No obstante, nos acostumbramos gradualmente a sus métodos de comunicación mientras paseamos por esa realidad alterna. Los Zellner, que dirigen la película con David Zellner también fungiendo de escritor, y los actores logran expresar una serie de emociones intensas que van desde el dolor de la pérdida hasta la fascinación con algún animal recién descubierto. De hecho, el bosque es un mundo extenso que la familia explora a diario. Los cuatro van formando una idea de su mundo, hasta toparse con elementos que no cuadran dentro de su dimensión natural: una casa de campaña, un radio, una carretera pavimentada. La película sumerge al espectador en el mundo de los sasquatch donde un mojón tiene un uso más allá del inodoro y el olor de un dedo es un placer exquisito. La maravilla de la película es descubrir lo raro de nuestras construcciones a través de sus ojos, tornando lo cotidiano en un elemento inexplicable. Chemi González, un colega cinéfilo y miembro de mi comunidad de Facebook, dice: “me parece que el 2024 esta trayendo de vuelta un cine más inequívocamente polarizante… y ya era fokin hora.” Aunque pienso que todavía esto está por verse en lo que falta del 2024 y espero que tenga razón, Sasquatch Sunset es una de esas películas que se adora o se rechaza. Si usted no está preparado para compartir su espacio con las vivencias únicas de una familia sasquatch, continúe deambulando por su calle pavimentada.

Por otro lado, Civil War construye una realidad aterradora precisamente porque apunta hacia un posible futuro. Texas y California, a los que se refieren como el Western Front, declararon una guerra de secesión en contra del presidente de los EE. UU. y la unión. La realidad política del país no está clara para el espectador. Así como reconocemos a Texas como un estado predominantemente republicano y a California como un pilar demócrata, la película evade explorar los bandos en el conflicto. Leemos al presidente (en un cameo de Nick Offerman) como un Donald Trump que llama a las armas y a una dictadura, aunque justifica la violencia al igual que Joe Biden en su apoyo a Israel durante el genocidio contra Palestina. La película no identifica partidos políticos, pero notamos conexiones con nuestra realidad: un presidente que ha sumido al país en una guerra civil, las amenazas del ultranacionalismo, y el horror de las milicias blancas y del militarismo en general, entre otras. Leemos el combate a través de la mirada objetiva y la cámara de los periodistas que sacrifican sus vidas para tomar la foto perfecta y/o conseguir una entrevista exclusiva. Como afirma Ricardo Vargas-Molina, otro cinéfilo de mi comunidad de Facebook, es “… interesante el paralelismo entre el soldado y el corresponsal de guerra […] en la idea de la frialdad como requisito para participar de ese horror y en sus estragos emocionales.” Esta relación con el horror de la guerra marca a cada uno de los periodistas que sigue la historia. El grupo incluye a Lee (Kirsten Dunst), una fotógrafa experimentada que ya ha capturado los horrores de otras guerras; Jesse (Cailee Spaeny), la joven fotoperiodista sin experiencia que sigue los pasos de Lee; Joel (Wagner Moura), el afable escritor que depende de la bebida para poder dormir y seguir riendo; y Sammy (Stephen McKinley Henderson), el lobo viejo que insiste en unirse al grupo en lo que posiblemente será su última historia. Los cuatro se adentran en el corazón del conflicto en un viaje que se asemeja al descenso al infierno de Willard (Martin Sheen) en busca de Kurtz (Marlon Brando) en Apocalypse Now (dir. Francis Ford Coppola, EE. UU., 1979). Aunque Garland nos trae una película sólida, esta carece de la complejidad de maravillas previas como Ex Machina (EE. UU. y Reino Unido, 2015) y Annihilation (EE. UU. y Reino Unido, 2018).

Desgraciadamente en la isla, no creo que puedan ver la belleza bizarra de Sasquatch Sunset en la pantalla grande por la falta de visión de Caribbean Cinemas (no se le puede pedir peras al olmo). Pero les recomiendo que vean Civil War en la pantalla grande. Como dice mi amigo, Néstor Segundo (nombre que usa en Facebook), sobre la película, “Me puso a pensar en la posibilidad de que algo así ocurra en [la isla por] escasez energética o de comida.” Cuando un pueblo se ahoga en la necesidad, la violencia irremediablemente se asoma.

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