Derechos de los pueblos, de la Tierra y de la Vida

 

Especial para En Rojo

Este viernes se cumplen 73 años del 10 de diciembre de 1948, cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas(ONU) publicó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aunque la formulación aún refleja una visión occidental, representaba un paso importante hacia el reconocimiento de la dignidad de todo ser humano. La convivencia social y política se basa en la conciencia de que todas las personas tienen derechos inviolables que, en todo caso, deben ser respetados. Desgraciadamente, gran parte de la sociedad aún no está convencida de que cada vez que no se respeta el derecho de alguien, sea quien sea, se comete violencia a toda la humanidad.

Los derechos humanos suelen verse sólo como deseos que hay que cumplir. Desde 1948, la ONU ha reconocido la seguridad alimentaria, vivienda y salud como derechos esenciales de todos los humanos. Sin embargo, hasta hoy estos derechos básicos no son reconocidos. También el derecho de migrar fue aceptado. Actualmente, casi ningún gobierno respeta el derecho de migración. En las últimas décadas, los que más invocan Derechos Humanos son los imperios occidentales. Insisten en los derechos liberales, como la facultad de ir, venir y comprar. Sin embargo, para tenerlos, el pasaporte necesario es el dinero. En el mundo capitalista, sólo son ciudadanos los que pueden ganar y consumir.

Las antiguas civilizaciones de Asia, Oceanía y África, así como las comunidades indias y afrodescendientes de América, insisten en los derechos, no sólo individuales sino comunitarios y colectivos, como el derecho de los indios a su territorio, el derecho de todo ser vivo al agua potable para beber y vivir, el derecho al aire limpio para respirar, etc.

El amor incondicional y la solidaridad nos llevan a asumir una responsabilidad ética con las personas más frágiles y marginadas. Además de los derechos de los pueblos, la solidaridad nos lleva a una nueva forma de pensar y vivir nuestra relación con la Tierra, el agua, la naturaleza, los animales y todos los seres vivos. No podemos tratarlos como si fueran mercancía. Con nosotros forman una gran red de relaciones: la comunidad de la vida. Esta forma de vivir y entender la vida y los derechos humanos expresa una cultura del amor que llamamos espiritualidad integral o cósmica. Lo divino sólo puede encontrarse realmente en lo humano. La defensa de los derechos de cada ser humano, de los pueblos y de la naturaleza es método de intimidad con el Espíritu Divino, presente en el mundo.

El autor es monje benedictino y escritor.

 

 

 

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