Editorial- La mano del sátrapa llegó a Barrio Obrero

 

Donald Trump construyó su riqueza personal con tácticas típicas del bajo mundo corporativo. Algunas de estas fueron recurrir a manipulaciones y falsedades para lograr financiamiento bancario, la intimidación en la negociación y el abuso de las peticiones de quiebra, todo muy parecido al modus operandi de las familias de la mafia. Hace algunos años, una rigurosa investigación de la fiscalía de la ciudad de Nueva York puso sobre el tapete ese comportamiento mafioso, produciendo imputaciones criminales contra algunas de sus empresas y testaferros.

A pesar de ese oscuro historial, que incluye, además, haber sido declarado convicto de varios delitos, una porción significativa del electorado estadounidense votó por Trump el pasado noviembre y desde el 20 de enero de 2025 está otra vez al mando de Estados Unidos que, a pesar de su evidente declive, sigue siendo una potencia económica y militar de primer orden. Igual como ocurrió durante su primer mandato entre 2017 y 2020, tan pronto asumió el mando se dispuso a emplear las mismas tácticas que antes refinó en el mundo empresarial. En esta ocasión su práctica será más intensa y desbocada porque en los cuatro años que pasaron entre uno y otro mandato acumuló muchos deseos de venganza. También es más peligrosa porque a diferencia del primer término, en esta ocasión tiene pleno control del Congreso y más presencia en el sistema judicial, particularmente en el Tribunal Supremo.

En las primeras semanas de su segundo término ya hemos visto un despliegue de todas las prácticas típicas del millonario mafioso que siempre ha sido. De inmediato indultó a todos sus soldados de la lucha callejera imputados de delito, muchos de ellos convictos por el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021, al estilo de lo que hizo el Duce italiano con sus camisas negras y Hitler con las pardas cuando ambos llegaron al poder. Otros actos fueron pequeñas muestras de venganza, como las órdenes para retirar protección policial a exoficiales de su primer mandato que considera traidores a la causa.

Pero hacia donde más dirigió su furia temprana fue contra quienes convirtió en el centro de su demagogia durante la campaña electoral: los inmigrantes. Tal como el Duce puso a los comunistas en el centro de su ataque, y el nazismo convirtió a comunistas y judíos en los “culpables” de los males de Alemania, el trumpismo ganó sus votos fomentando el odio de los torpes hacia los inmigrantes. Allí está, según ellos, una de las principales causas por la cual su “América” ya no es “grande”, por lo que sólo pisoteándolos puede recobrarse su “grandeza”. Uno de sus primeros actos fue intentar cambiar la forma de adquirir ciudadanía que, afortunadamente, ya un juez puso en pausa.

Aquí se impone una aclaración importante. El combate a la inmigración no es solo un tema que impulsa la ultraderecha estadounidense, igual que el odio a los judíos no fue exclusivo del nazismo. Durante las dos administraciones del liberal Barak Obama, sin hacer mucho ruido, se impuso un récord de deportaciones de inmigrantes y durante los últimos seis meses del mandato de Joe Biden se realizaron 680 vuelos con deportados a países latinoamericanos incluyendo, por cierto, hacia México y Colombia.  La diferencia con Trump es el odio, tal vez la intensidad de las operaciones y el escarceo mediático.

Buscando provocar un efecto intimidatorio y con el propósito deliberado de causar pánico, los diversos cuerpos de policía del gobierno federal ya comenzaron a realizar redadas en las comunidades donde se agrupan los inmigrantes. El efecto real a mediano plazo de esas batidas estará por verse y puede que su impacto en cuanto al número de detenidos sea poco significativo, pero sin duda causan pánico y logran efecto mediático, que son realmente los objetivos. Por todo Estados Unidos (y sus colonias) las tropas del ICE ya están en la calle y el desasosiego se apodera de millones de personas, mayormente latinoamericanos, que llegan a ofrecer servicios que la economía estadounidense efectivamente necesita.

En Puerto Rico la comunidad dominicana es y será la más afectada porque aquí son la mayoría y, además, por ser eminentemente trabajadores desprovistos de la protección política que tienen otros grupos. El domingo 26 de enero, a seis días de la inauguración de Trump, se produjo la primera redada en el Barrio Obrero de Santurce causando, precisamente, el efecto intimidatorio que buscaban. Frente a ese azote los hermanos dominicanos sólo podrán apoyarse en la solidaridad boricua porque del gobierno de turno, en manos de una aliada del trumpismo, sólo recibirán palabras huecas.

Respecto a los golpes de efecto que este imitador del fascismo intente dar a nivel internacional -por sí mismo o por medio de testaferros como Elon Musk- esperamos que países y dirigentes sean conscientes de las terribles consecuencias que tuvo el “appeasement” empleado contra los fascistas originales. La historia demuestra que la única manera de “apaciguar” a estos provocadores es enfrentándolos porque si se demuestra debilidad se envalentonan y entonces será peor. La década del ´30 del siglo XX dejó muchas lecciones y esa fue la más importante.

 

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