Editorial:Detenido por el Tribunal el golpe de los patricios

La intentona por parte de Pedro Pierluisi y sus aliados de secuestrar la gobernación de Puerto Rico mediante la juramentación espuria del pasado viernes, y de ese modo hacer académico que el Senado expresara su confirmación o rechazo al gobernante, fue detenida por el Tribunal Supremo al cierre de esta edición de CLARIDAD. El máximo foro judicial determinó acoger la demanda del Senado de Puerto Rico, y darle un plazo hasta el mediodía del martes Pedro Pierluisi para contestar la misma. También a media tarde del lunes se celebraba una vista especial en el Senado de Puerto Rico en torno a este proceso. Este es el más reciente desarrollo de la controversia que comenzó con la juramentación el viernes pasado de Pedro Pierluisi Urrutia como gobernador de Puerto Rico en sustitución del renunciado gobernador Ricardo Rosselló Nevares, juramentación que ocurrió en forma nebulosa y a espaldas del pueblo, y sin esperar por la vista de confirmación pautada para el lunes en el Senado de Puerto Rico.

El consentimiento de los gobernados, expresado de alguna manera dentro de los límites de la constitucionalidad vigente, es un paso indispensable para otorgarle legitimidad a un gobernante en una democracia. Desde ese paradigma, las acciones tomadas durante las últimas 48 horas en torno a la transición gubernamental entre el renunciante gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, y su nominado secretario de Estado y sucesor, Pedro Pierluisi, arrojan serias dudas sobre la autenticidad y legitimidad de dicho proceso. Tal pareciera que todo lo ocurrido fue calculado cuidadosamente para lograr un solo resultado: atornillar a Pierluisi en la gobernación y que éste no tuviese que enfrentar el escrutinio y el juicio que de su trayectoria y sus intenciones pudiese hacer el pueblo de Puerto Rico.

Independientemente de las decenas de interpretaciones legales y constitucionales que están circulando sobre esta situación sin precedentes; más allá de las decisiones que pueda tomar el Tribunal Supremo en el examen a profundidad de este proceso, su origen anómalo y tortuoso coloca en entredicho la credibilidad y legitimidad de este gobierno de transición. No hay que ser un experto constitucionalista para verle las costuras a esta trama de Pierluisi y sus aliados. Burlar el proceso y cooptar la silla para mantener el poder a como dé lugar.

Con la intervención del Tribunal Supremo, queda suspendida hasta nuevo aviso la intentona golpista de Pierluisi y sus aliados por apropiarse de la gobernación. No sólo porque esta movida viene envuelta en una nébula de intereses cruzados y de preguntas sin respuestas, sino porque las acciones de las últimas 48 horas del nuevo “gobernador” traicionan abiertamente su fachada inicial condescendiente con que pretendió reinventarse ante los ojos del País. ¿Quién podría creerle a Pedro Pierluisi que está impaciente por resolver los problemas de nuestro país, cuando hace apenas una semana era un acólito a sueldo de la Junta de Control Fiscal y de su agenda de seguir exprimiendo a nuestro pueblo para pagar una deuda no auditada? ¿Cómo, luego de sus acciones de los pasados días, y de su burla al proceso constitucional, convencerá a alguien de que no es una ficha escogida para el juego macabro de la Junta de Control Fiscal en Puerto Rico?

La forma irregular en que comenzó su mandato es un acto más propio de un autócrata que de un gobernante que se considere democrático. Porque no es solo en las dictaduras donde ocurren los golpes de estado, también pueden ocurrir en las llamadas democracias. El connotado periodista de Bloomberg News, Michael Deibert, quien ha seguido muy de cerca los asuntos de Puerto Rico, escribió lo siguiente el pasado domingo en su cuenta de Twitter, en reacción a la anunciada intención de Pierluisi: “Siempre vale la pena recordar que no todos los que aspiran a tener un control autocrático son toscos hombres militares. Joaquín Balaguer era abogado y escritor. Antonio de Oliveira Salazar era economista. Francois Duvalier era médico. Si quieres ver el verdadero rostro de algunos, concédeles poder”.

Algo así pasaba también en la antigua Roma, “cuna” de la civilización occidental. Los patricios tenían todo el poder y lo utilizaban para adelantar sus intereses y garantizar sus privilegios. Para ello, convencían a las masas plebeyas de que lo hacían en el interés de todos. En Puerto Rico, en pleno Siglo Veintiuno, los patricios de nuestro país insisten en el mismo juego- esta vez bajo el mantra de garantizar “la estabilidad y la paz”- lanzándose a juramentar a Pedro Pierluisi como Gobernador, en obvio desdén hacia la Constitución y sin el consentimiento final de los gobernados, según dicho orden constitucional. Por ahora, el Tribunal Supremo en el ejercicio de sus prerrogativas constitucionales, les ha puesto un detente temporero. Esperemos por las decisiones cruciales que se tomarán en los próximos días sobre este asunto medular para el futuro de nuestro país.

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