El camino a la dignidad

Rafael Martínez Nadal

Por Roberto Cardona Ubiñas/Especial para CLARIDAD

El 23 de febrero de 1936, tras lustros de terrorismo de estado perpetrado por Estados Unidos contra la nación puertorriqueña, un comando nacionalista ejecutó a Francis Riggs, Jefe de la Policía Insular durante la gobernación de Blanton Winship. Reaccionando contra el planteamiento armado de los boricuas, Millard Tydings, senador demócrata por Maryland, amigo personal del ajusticiado y promotor de Cecil Snyder al cargo de fiscal del Tribunal de Estados Unidos en Puerto Rico, redactó un proyecto de ley para reconocer nuestra independencia con un aumento desmedido a los aranceles de exportación de cualquier producto nativo a la metrópolis garantizando, con esa providencia, la inopia de la república de la que Washington sería gestora, partera y madrastra. Por primera y única vez Estados Unidos ofrecería una consulta vinculante que tendría lugar en 1937 en la que los boricuas tendrían la opción de aceptar o rechazar su emancipación.

Albizu, sin suscribir la teoría plebiscitaria por el principio de la libre determinación y la nulidad del Tratado de París, interpretó la proposición como el reconocimiento de nuestra soberanía, convocó la Convención Constituyente de la República y señaló como único aspecto a discutirse, el retiro de las fuerzas armadas estadounidenses. El líder del Partido Liberal, Antonio R. Barceló, consecuente con su prédica a favor de la “independencia en pelo”, consciente de la píldora envenenada ínsita en el Proyecto Tydings, pronunció la desafortunada sentencia: “Dennos la independencia, aunque nos muramos de hambre” sin precisar que la soberanía no se da, se reconoce, y que Puerto Rico soberano podía comerciar con todos los países del orbe. Muñoz Marín rechazó la oferta libertaria excusándose en que incubaba un fracaso material y desertó de las filas liberales. Los asimilistas, previendo el triunfo de la libertad, se atrincheraron contra el Proyecto Tydings. En esa plaza sitiada hubo un ilustre disidente: Rafael Martínez Nadal.

El presidente senatorial había cultivado una respetuosa amistad con Albizu, fue instrumental en la inscripción del Partido Nacionalista de cara a las elecciones de 1932 y, sin suscribir su ideario, reconocía su solvencia histórica y moral y las luces y la probidad de su dirigente. Dispuesto a arrostrar los desafíos de la libertad de su tierra, proclamó: “Entre el hambre y la deshonra, yo señalo a mi pueblo el camino de la dignidad”. A partir de entonces muchos estadoístas se ufanan de suscribir ese gesto insigne. Orondos aseguran que, si Estados Unidos niega la incorporación de Borinquen como un estado del Coloso del Norte, ellos, como nuevos Martínez Nadal, se integrarán a la lucha por la soberanía patria.

Les tengo buenas noticias a esos compatriotas. A través de Donald Trump, por enésima vez, Estados Unidos deniega la estadidad a Puerto Rico. Todo presagia que, perteneciendo esa potestad a la esfera de la libre determinación del imperio, mientras el coloniaje le genere pingües ganancias, la República de las Trece Franjas, que ni siquiera garantiza los derechos a ciudadanos suyos que no sean sajones, blancos y adinerados, no admitirá en su seno un estado mulato y pobre.

Así que queridos compatriotas, asuman el camino de la dignidad. Puerto Rico libre los espera con los brazos abiertos.

     El autor es abogado con práctica en Aguadilla, Puerto Rico

 

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