El gigante dormido, ella despierta.     

 

(Retrato de Tinti Deyá)

Por Antonio (Toño) MArtorell

¿Cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué un cuadro?

Hoy, desde aquí, Casa Pueblo de Adjuntas y de todo Puerto Rico quiero compartir con ustedes en ocasión de la presentación del cuadro El gigante dormido, ella despierta (Retrato de Tinti Deyá), las cuatro preguntas fundamentales que todos nos hacemos frente a una obra de arte: ¿cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué este cuadro?

Trataré de ser lo más preciso posible haciendo la salvedad de inicio que el arte resiste reducirse a la razón no obstante cuánto nos esforcemos en explicaciones. Puedo, sin embargo, aproximarme a lo que mi memoria y voluntad me asisten al tratar de responder a tan vitales preguntas.

Para ello tengo que remontarme a otro duelo en esta casa nuestra. Me refiero a la prematura y dolorosa pérdida de Ariel Massol. Cuando me enteré, no encontré palabras para tratar de consolar a su familia. Entonces recordé que si bien en nuestro idioma para nombrar a los deudos tras una muerte de padres o conyugues se les llama huérfanos o viudos, no hay palabras para el dolor sin nombre a la muerte de un hijo, suceso que parece violar el orden natural de la vida y la muerte. Decidí en ese momento manifestar mis condolencias en un retrato del hijo acompañado del nieto, promesa de futuro, que cuelga desde entonces en estas paredes.

Mi reacción visceral ante el fallecimiento de nuestra Tinti, tan sonoro su nombre como el eco prolongado de su vida fundadora en nuestro país que lucha por serlo, fue de similar naturaleza. Pero, ¿cómo retratar una vida tan plena, un quehacer abarcador de cielo y tierra, defensor de una isla en progresivo estado ni libre ni asociado sufriendo la destrucción de sus recursos naturales, la miseria de sus habitantes y la emigración masiva?

El rescate de la luz del conocimiento, primero como maestra de escuela y luego como maestra de vida la llevó a ella y a su familia, que ahora somos todos, al aprovechamiento de la luz solar para su pueblo. La lucha contra la explotación minera y la construcción del súper tubo, la creación de reservas forestales y cultivos comunitarios son tan solo algunas muestras de su fructífera semilla.

Pero no vine aquí a extenderme sobre las conocidas virtudes de nuestra Tinti. Volvamos a las preguntas que pretendo contestar. Una vez decidí pintar el retrato, escogí dos telas floreadas, parte de todo un almacén de géneros que había adquirido para la exposición Entretelas en el Museo de las Américas en San Juan donde este cuadro colgará durante varios meses antes de regresar a su hogar permanente en Casa Pueblo.

Las telas como soporte de pinturas son un rescate de mi lejana infancia transcurrida en la tienda de mi familia en el Santurce de mediados del siglo pasado. Los colores, diseño y, sobre todo, las texturas de esas telas me provocan un diálogo entre las imágenes que leo en ellas y aquello que escribo con colores en su superficie.

Inicialmente, quería pintar un rostro monumental de Tinti cuyas facciones fueran el paisaje de las montañas de Adjuntas, esa tierra que defendió para nosotros. Recién comenzado el cuadro, me di cuenta que, aunque la idea era buena, no iba a funcionar. Al ser un acercamiento al rostro de nuestra amiga y maestra, éste por fuerza se desdibujaba y perdía parecido. La identificación entre tierra y Tinti a tal grado supondría la difuminación del rostro y yo quería todo lo contrario, su permanencia.

Decidí entonces, hacer todo lo opuesto: el paisaje sería grande, ella pequeña. Decir grande y aparecerse el Gigante dormido fue una misma cosa. Dado que en esta nueva serie de Entretelas estoy comenzando el cuadro pintando el marco, Tinti, ella solita, se colocó en el marco-ventana, tan adentro como afuera en vertical oposición a la elevada y yacente forma del gigante dormido.

Había escogido de todas las fotos que me fueron proporcionadas, una donde Tinti se asomaba al balcón de Casa Pueblo sosteniendo una taza de café Madre isla y mirando pa’lejos. La vi allí, tan frágil como fuerte en su quietud preñada de movimiento, del antes y el después de una lucha eterna.

La tela transparentó nubes, niebla, montaña, árboles y hasta el tejido mismo de la blusa convertida en túnica translúcida. He dicho antes que la pintura supone un diálogo con las telas que utilizo de superficie. Pero hubo también otro diálogo, más bien una súplica. Le pedí a Tinti que me ayudara. Que no era fácil retratarla partiendo de una foto. Que mi memoria de ella era insuficiente y que quería ser fiel, sobre todo, a su espíritu y sabía que tan solo ella podía asistirme.

Fueron jornadas de placentero esfuerzo en el Taller de La Playa de Ponce pero también de titubeos durante los cuales con frecuencia me repetía a mi mismo el lema del taller: “Si se te ocurre, hazlo. Si no funciona, bórralo”. En todo momento Tinti me socorrió. Nunca dudó de mí como no ha dudado de la fortaleza de su pueblo, enseñando con el ejemplo.

Creo que hasta ahora he contestado el cómo, cuándo, dónde y por qué tal cual prometí al principio. El ¿para qué? es más difícil definirlo. Un artista, o por lo menos este artista, hace lo que hace, ante todo, por el placer que devenga de su trabajo. Un placer, debo decir, no exento de doloroso esfuerzo. Ese placer es mayor si lo que lo motivó persigue un bien común, en muchas ocasiones de impredecibles consecuencias.

En este caso en particular, quería, no solo que fuera una  expresión de condolencia, sino la celebración de una vida tan plena que rebasa la temporalidad. El decir “Vida breve, arte eterno” apunta en esa dirección, pero el retrato de Tinti que hemos creado no pretende en sí ser eterno. Es más modesto mi propósito. Pretende dar fe de una vida ejemplar que trasciende circunstancias por haberlas enfrentado valientemente. Fue en el devenir del cuadro, en esa rica conversación entre el pincel y la superficie, entre el artista y la modelo, entre el no saber y querer saber que se integraron mujer y paisaje, marco y ventana, adentro y afuera, ahora y siempre.

De ese encuentro entre lo pequeño y lo grande, lo cercano y lo lejano surge el título “El gigante dormido, ella despierta”. El gigante sigue dormido. Ella en el dintel de la vida nos ofrece su taza de Madre Isla para despertarnos.

 

Texto leído con motivo de la develación del cuadro en Casa Pueblo de Adjuntas. 16 de septiembre de 2021 Taller de La Playa de Ponce

 

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