En Rojo
Alguien puede pensar que exagero. Vamos a definir: un golpe de estado -en francés suena como el nombre de un trago, coup d’état»- es un intento abrupto y generalmente violento de derrocar a un gobierno establecido. Digamos que es algo parecido a lo que ya intentó Donald Trump aquel ¿lejano? 6 de enero de 2021.Sin embargo, ¿puede darse un golpe de estado sin violencia? Es decir, ¿la mayoría del pueblo norteamericano votó por cambiar el liderazgo o la estructura del gobierno sin seguir los procedimientos legales o democráticos? ¿Los norteamericanos votaron por poner en crisis todas las instituciones estatales? No sé si eso era lo que deseaban colectivamente pero ese es lo que ha ocurrido. Y con el deseo siempre hay que ser cuidadosos. El deseo inconsciente, según Jacques Lacan, está profundamente ligado a la estructura del lenguaje y a la relación del sujeto con el otro. Está relacionado con las fantasías y los significantes que estructuran la experiencia subjetiva. ¿La estrategia del extremismo de derechas ha logrado que se cumpla la fantasía autoritaria?
Este golpe de estado -digamos que es una metáfora- tiene su figura más notable en Elon Musk. El equipo del multimillonario no recibió ningún voto en noviembre de 2024. Sin embargo, febrero comenzó con la toma del control del sistema de pagos del Tesoro por parte de esta camarilla de pichones de tecnoligarcas. Eso significa que Musk y sus efebos tienen en sus manos $6 billones anuales toda la información financiera de ciudadanos y las empresas estadounidenses.
Prensa Asociada reseñó además que seis muchachos universitarios asociados con el Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk, que no son funcionarios públicos, han tenido acceso a las computadoras de USAID a quien el hombre más rico del mundo llama “organización criminal” y tienen en su poder información privilegiada sobre el Seguro Social, y todas las agencias del gobierno que quieran. Es la toma de manera hostil pero no tan violenta -si es posible hacer esas gradaciones- del estado. El gobierno de EEUU está supervisado por un muchacho de 21 años, Akash Bobba; Edward Coristine, que tiene 19 y no se ha graduado de la universidad; Luke Farritor, uno de los más viejos tiene 23- y que se entrenó entre los cohetes de Musk; entre otros genios imberbes que no tienen ninguna experiencia en el gobierno o administración pública. Precisamente porque lo público debe ser destruido. Ninguno de ellos es un empleado federal, no han pasado por el cedazo de vistas públicas o por el escrutinio del congreso.
Trump, por otro lado, como un personaje de ciencia ficción de una película jamás filmada por Fritz Lang, ha declarado una guerra comercial y/o convencional con los principales socios comerciales de su país en el hemisferio y con Groenlandia, Panamá, Colombia y de manera subrepticia, El Salvador. Para no dejar de ser digno del Teatro del Absurdo, México y Canadá con quienes negoció un acuerdo comercial que debería estar vigente. Son amenazados con un impuesto aranceles del 25% a los bienes provenientes de estos países; aranceles del 10% a la energía canadiense, y aranceles del 10% a los bienes provenientes de China de donde vienen -you may remember- virus mortales. Este drama apocalíptico podría llamarse la Guerra del Fentanilo -con los indocumentados como producto excedente- sino fuera porque los datos no concuerdan con la narración. Pero ¡eso que importa en el reino de las apariencias!
Las soluciones hiperbólicas que propone Trump son la anexión de Canadá -sí, el estado 51- y, por si acaso, convertir a Groenlandia en el estado 52. Tiene cuatro años para añadir a México a su delirante política expansionista. Va a encontrar una oposición clara y contundente de la presidente mexicana, Claudia Sheinbaum que ha rechazado de manera contundente las acusaciones de que el gobierno mexicano tiene alianzas con organizaciones criminales.
En América Latina los golpistas -permítanme seguir usando la figura retórica- se han envalentonado. El enviado de la administración Trump a Panamá, el cubano-americano, Marco Rubio, amenazó al presidente de Panamá de manera clara y directa. O se elimina “la influencia china” en el Canal o se tendría que atener a las consecuencias. En 24 horas, el presidente Mulino indicó que Panamá no renovaría su acuerdo con la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda de China una vez que expire. En Venezuela, el Washington, Richard Grenell se reunió con Nicolás Maduro -a quien Trump no reconoce como presidente- para conseguir la liberación de media docena de ciudadanos estadounidenses detenidos en cárceles ese país, así como lograr que Caracas acepte vuelos de deportación de migrantes indocumentados. Y no, no más petróleo venezolano para EEUU.
¿Algo más sobre las repercusiones de la política exterior de los golpistas? Hace par de días el flamante secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, anunció que el presidente Nayib Bukele le ofreció a la Administración de Donald Trump recibir a migrantes que hayan delinquido y a ciudadanos norteamericanos que hayan sido convictos por delitos no especificados. Sí, porque uno de los mejores negocios de Bukele es el sistema carcelario. Y ahora acuerda con EEUU importar presos en la notoria cárcel de máxima seguridad de su país, llamada Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot). Porque hace tiempo ese concepto, “terrorismo”, ha adquirido nuevas acepciones. De modo que los campos de concentración fuera del continente ya son normalizados: Guantánamo, Cecot, y los no tan secretos repartidos en el mundo.
Han pasado apenas dos semanas de este “golpe de estado”. Sin embargo, la velocidad con la que se han implementado medidas, órdenes presidenciales, intervenciones en agencias, se han proferido amenazas a la seguridad y estabilidad de países desde Groenlandia a Venezuela. Y por no dejar de causar indignación, el Agente Naranja acaba de reunirse el 4 de febrero con el genocida Netanyahu para anunciar que la Franja de Gaza es un territorio ocupado por EEUU. Tierra arrasada para inversionistas y desarrolladores. Millones de personas que desplazadas para el beneficio de agentes inmobiliarios de la sangre. Esta no es una pesadilla. No es una maldición china. Es la dura realidad de un golpe de estado con repercusiones en todo el planeta.