Eleuterio Derkes Martinó y el porvenir afrodescendiente

 

 Especial para En Rojo

A Roberto Ramos-Perea, maestro y amigo,
por trazar la ruta de la intelectualidad puertorriqueña negra…

Puerto Rico es territorio de afrodescendientes. Un territorio compartido con el recuerdo de la fuerza y resistencia aborigen –además de su herencia genética y restos arqueológicos–, junto con las memorias de una conquista y colonización europea que dio lugar a una paulatina “criollización”. Territorio y memorias que luego se comparten con una nueva dominación que alteró el ámbito político y cultural. Esa dominación finisecular ha intentado desdibujar la memoria histórica de Puerto Rico. Una memoria histórica amplia y diversa. Una memoria colectiva de tensiones culturales con sus fronteras tan marcadas como porosas o difusas, y de escenarios abigarrados a la vez que solidarios. En síntesis, una memoria histórica de identidades tan dialécticas como subversivas y emancipadoras; precisamente –subversión y emancipación–, por la fuerza de libertad, espiritualidad y voluntad de nuestros ancestros africanos y puertorriqueños negros o afrodescendientes del pasado.

La ciudad caribeña de Guayama es un microcosmos de todo ello. Caminar sus calles y apreciar el patrimonio arquitectónico es sentir esa energía. Una energía ancestral. Recorrer la ruta de su historiografía y observar ese patrimonio histórico edificado en su  “memento mori”  es adentrarnos en un peregrinaje espiritual e intelectual. «La arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia» en palabras del poeta mexicano Octavio Paz. Y precisamente el Coliseo Derkes (ca. 1890) ahí está como un ejemplo de ello. Se mantiene como espacio vivo en la memoria colectiva de un pueblo que se resiste a olvidar a su maestro, dramaturgo y poeta que lideró la revolución de la intelectualidad puertorriqueña negra. Sí, una revolución, pues, fue artífice de un cambio profundo en la sociedad decimonónica que, sin duda, trascendió su época. Baste como ejemplo que estemos hablando de ello en este preciso instante: sobre Derkes y de la intelectualidad puertorriqueña negra. Les recuerdo que «Guayama es la cuna de la intelectualidad puertorriqueña negra», en palabras del Maestro Roberto Ramos-Perea.

José Eleuterio Derkes Martinó nació en Guayama un día de septiembre de 1836 y falleció el 21 de diciembre de 1883 en la ciudad de Ponce. Sus padres fueron Gerardo Derkes y Serafín, un sastre natural de Curazao, y Cerafina Martinó, mujer negra natural de Guayama. Para Eleuterio Derkes la educación era la herramienta más poderosa con la que podía contar la humanidad. Y fue la educación su método revolucionario. En una sociedad dividida, heterogénea, antagonista –y de hegemonía blanca–, el afrodescendiente o puertorriqueño negro debía ingeniárselas para educarse incluso sobrevivir entre tanta hostilidad supremacista.

Un joven Derkes aprobó todo lo requerido para obtener su título de maestro y más adelante funda su propia escuela cerca de 1868. A partir de 1867 aproximadamente, un año antes de fundar su escuela, es que se conoce de la escritura derkiana. Estos son los años de la Junta Informativa de Reformas –1866 a 1867– en Madrid: espacio de discusión y debate en torno al esclavismo y la abolición de la esclavitud por parte de intelectuales puertorriqueños y cubanos ante las autoridades monárquicas. Es para esa época que se conoce acerca de los primeros poemas de Derkes. El maestro de Guayama, hijo de negros libres, incursionó en diversos géneros literarios y fue la dramaturgia su espacio de revolución. Una revolución intelectual y de lucha ancestral en Guayama que tuvo por caldo de cultivo el deseo de libertad de los esclavizados como Francisco Cubelo y Juan Bautista Texidor, ambos fusilados en la Plaza Mayor en 1822, casi 50 años antes del estreno en Guayama de la obra teatral  Ernesto Lefevre o el triunfo del talento,  de la autoría de Derkes, un 25 de marzo de 1871. Precisamente en marzo; y dos años antes de la “abolición” de la esclavitud. En esta obra, su autor enaltece la inteligencia y al obrero, a aquel que conoce el sacrificio del trabajo y que por medio de su ingenio progresa en una sociedad opresiva. Escuchemos a Derkes:

«Habéis querido humillarme diciéndome que soy hijo de un obrero y me habéis enaltecido. Un hombre, como yo, hijo del pueblo, que de la nada se levanta, poniéndose al frente de una sociedad para ilustrarla y guiarla por la senda del progreso; un hijo del pueblo, que de la nada se hace un hombre a cuyo lado se agrupan las entidades políticas y literarias, comparadle con vos que no poseéis más que vuestros pergaminos…»  (Ernesto Lefevre o el triunfo del talento  en Ramos-Perea 2009).

Cuánta fuerza, voluntad y convicción se perciben en estas palabras de Derkes por medio de su personaje Ernesto Lefevre.

También en palabras del filósofo Derkes, aprovechando la voz del mismo Ernesto Lefevre: «Todavía no quieren comprender que “la inteligencia es la reina del mundo”, y que todas las aristocracias tendrán que eclipsarse ante la aristocracia del talento».

De igual manera, les comparto otro parlamento significativo de esta figura del teatro derkiano: «Los hombres pasan, las ideas quedan: así es que yo sólo proclamo y defiendo los altos principios de la libertad y de la justicia, bases indestructibles sobre las cuales descansan las sociedades modernas».

El guayamés Eleuterio Derkes no sólo escribió estas palabras que acabo compartir con ustedes, sino que logró que actores de la época las pronunciaran en el escenario teatral de Guayama y de esta manera llegaran al raciocinio de más personas de la época, pero más significativo aún al imaginario colectivo de una clase artesana negra y mulata que desde entonces hallarían una literatura que en efecto les representaba e interpretaba su entorno.

Para el historiador y dramaturgo Roberto Ramos-Perea, biógrafo de Eleuterio Derkes e investigador acucioso de la intelectualidad puertorriqueña negra, la pieza teatral  Ernesto Lefevre o el triunfo del talento:

«… se coloca como la primera obra nacional, no sólo escrita por un negro, sino por un artesano de la educación, la primera obra reivindicadora de una clase explotada. / Dado que nuestra esclavitud no tuvo ni teatro ni literatura escrita por negros que la expresara, esta obra será el paradigma teatral de la dramaturgia artesana y más que eso, Derkes será el modelo y la meta de todo artesano que se respete a sí mismo. Pocas obras en el teatro mundial logran tal inserción en la conciencia de una clase» (Ramos-Perea 2009, 21).

Por otro lado, Ramos-Perea argumenta que Derkes propone el «matrimonio interracial como utopía» en su última obra  Tío Fele  (1883), además de que es la primera obra que escenifica a «la primera abuela escondida de nuestro teatro» –al decir de Ramos-Perea–, una “estampa” que encontramos años después en  Vejigantes  (1958) de Francisco Arriví. Derkes escribe esta obra durante sus años en Ponce. Nuestro primer intelectual negro fue desterrado de Guayama por motivos políticos. Era Derkes, como es evidente en su obra, partidario de reformas y cambios radicales en la sociedad a la que pertenecía y veía a España como una nación en decadencia y retrógrada.

Conviene destacar que Derkes dominaba varios idiomas. Conocía a la perfección el francés. Un idioma que se hablaba en la sociedad de Guayama del siglo XIX. Una ciudad que era cosmopolita a su manera. Una ciudad caribeña y costera que «fue de esas zonas fuertemente impactadas por la llegada de numerosos extranjeros» según documenta el insigne historiador guayamés Jalil Sued Badillo en su libro  Guayama: notas para su historia  (1983, 85). Ésta era la misma ciudad de Eleuterio Derkes donde una gran parte de la población era negra y su «cultura artesana» fue uno de los pilares de la sociedad guayamesa decimonónica. Respecto a la cultura artesana es necesario consultar la magna obra  Literatura puertorriqueña negra del siglo XIX escrita por negros  (2009) de Roberto Ramos-Perea.

Lo cierto es que el legado afrodescendiente en Puerto Rico es amplio y es un deber conocerlo, estudiarlo y divulgarlo. La ciudad de Guayama del presente nos pone de manifiesto un porvenir afrodescendiente que pertenece a nuestra memoria colectiva. Rescatemos esos espacios de reunión como el Coliseo Derkes (ca. 1890) –también el Círculo de Braceros (ca. 1909)– fundados por afrodescendientes. Una manera es por medio del conocimiento y el recuerdo. El recuerdo pertenece al presente. Gracias al profesor y escritor Félix Córdova Iturregui es que soy más consciente de ello: «La memoria no es del pasado, es del tiempo presente». Recordamos porque existimos en un tiempo determinado como este instante. Cada instante y su sucesión en el tiempo es de gran valor para la humanidad pues es posible crear y recrear. Recrear la revolución intelectual de Derkes en nuestras memorias y en nuestro entorno es necesario. Hablemos de Derkes y de su obra para que esa idea –tan anhelada– de libertad y de justicia que nos legó, de igual manera, sea legado de generaciones futuras. Ese porvenir afrodescendiente trasciende épocas. Es tanto nuestro presente como nuestro pasado y futuro; al igual que de otros que nos sucederán en el tiempo.

 

 

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