De niño aprendí que bien abajo en la escala de valores de los seres humanos en cualquier faceta de su vida, estaba el “rompe huelga”, lo que no necesita explicación adicional.
Antes del inicio de la temporada de 1995, los dueños de equipos de las Grandes Ligas se resistían a firmar un convenio colectivo con la Asociación de Jugadores. Para añadir presión al debate, realizaron un “cierre patronal” (lockout), aunque el proceso generalmente se conoce como “la huelga del 95”.
Trancadas las posiciones, ambas partes se sometieron a “arbitraje compulsorio”, que los comprometió a acatar la opinión de la jueza puertorriqueña Sonia Sotomayor, cuyo laudo final favoreció a los peloteros. Una de las ponencias más contundentes fue la que emitió el boricua Bernie Williams, delegado de los Yankees de Nueva York a la directiva de la Asociación de Jugadores.
Ese acuerdo del 95 ha sido la base sobre la que se ha logrado la paz en el béisbol de las Grandes Ligas y que a pesar de sus imperfecciones, protege los intereses de todos, especialmente los peloteros novatos y los más jóvenes.
Quince años después de aquel fracasado “cierre patronal”, la historia ha confirmado que los peloteros tenían razón, pues el “negocio del béisbol” dejó en el 2016 ingresos brutos cercanos a los $10 billones y ganancias netas de unos $4 billones.
Aun así, hay grupos al interior de la Asociación de Peloteros que reclaman para otros trabajadores acuerdos como el que postula que los beneficios económicos han seguido subiendo a un ritmo que POR CONVENIO, no puede ser menor que el aumento del costo de vida anual en Estados Unidos.
Además, aunque la Asociación de Peloteros ha logrado que de las ganancias se designen importantes sumas, los sectores más militantes del gremio exigen mayor compromiso práctico en las luchas comunitarias en contra de los abusos policiacos y de todas las fobias, como han hecho, por ejemplo, los principales jugadores negros de la NBA.
De regreso a la llamada “Huelga del 95”, durante el periodo de preparación de la temporada, conocido como Campamento Primaveral, los dueños recurrieron al viejo truco de poner a pelear a unos contra otros, al contratar peloteros que no formaban parte de la Asociación, que por convenio solo puede representar a los activos en las Grandes Ligas.
Como parte de su estrategia, los dueños apostaron a que muchos de los peloteros estelares se rajarían y aunque no alcanzaran la mayoría, provocarían una grieta que acabaría con la solidez de la Asociación. Parece que nunca entendieron que los puntos principales del tranque a quienes favorecían eran a los jugadores más jóvenes y de menos tiempo en las Mayores y no a los estelares.
El malogrado plan de los dueños de equipos esperaba también contar con el apoyo de los peloteros más jóvenes, que estaban a las puertas de las Mayores, mientras buena parte de los restantes simplemente no aparentaba tener talento para poder alcanzar la meta de jugar en las Grandes Ligas. En el medio pululaban jóvenes veteranos que aguardaban por una oportunidad real.
La parte semántica tampoco estuvo ausente del debate, como ocurre en cualquier conflicto en el que una de las partes es tan poderosa. Mientras los dueños de equipos y sectores de la prensa que le eran afines identificaban como “reemplazos” a los sustitutos, los peloteros “asociados” los llamaban “rompe huelgas” de forma despectiva, elevando una hostilidad muy peligrosa entre ambos grupos.
Un boricua cayó en el tumulto
Uno de los llamados “reemplazos” fue el jugador del cuadro puertorriqueño Joel Chimelis, quien firmó con los Gigantes de San Francisco en esa etapa previa al inicio oficial del torneo. Sin embargo, al igual que muchos otros en condiciones similares, tras el acuerdo que propició el inicio del torneo, Chimelis fue bajado a las Menores antes de participar en un solo partido.
Sin embargo, el 6 de junio y cuando los Gigantes jugaban para 20-16, el antesalista regular del equipo, Matt Williams sufrió una seria lesión y en lo que recuperaba, la gerencia decidió “subir” a Chimelis.
Una vez más, los dueños del equipo ignoraron las opiniones de sus jugadores que no escondieron su disgusto. Por medio del inicialista Mark Carreon, hicieron público su rechazo unánime a la incorporación de “un rompe huelga”.
La prensa de la época, también cita varias veces al toletero Barry Bonds con comentarios muy despectivos contra los “rompe huelgas”.
A pesar de la evaluación positiva de sus compañeros, el haber aceptado “romper huelga llevó a que dos días más tarde de haberlo subido y sin haber visto acción siquiera en una entrada, los Gigantes devolvieron a Chimelis a las Menores. Al concluir la campaña del 95 fue despedido y aunque bateó .294 y tuvo una más que aceptable actuación en el campo, ningún otro equipo de las Mayores volvió a contratarlo … como pelotero.
La posición de los peloteros de San Francisco fue tan sólida que no solo la mantuvieron como una cuestión de principios, sino que afectó los intereses del equipo, que necesitaba con urgencia un sustituto de calidad para defender la tercera base por unos días.
Los peloteros de otros equipos asumieron posiciones mucho más flexibles y posteriormente aceptaron en su seno a algunos que también habían actuado como “reemplazos” o “rompe huelgas”.
A fin de cuentas, aun en plenitud de condiciones, Joel Chimelis encontró trabajo en México y Korea del Sur, hasta que finalmente se retiró en el 2003.
Irónicamente, desde entonces trabaja con algunos de los equipos que unos años antes lo excluyeron como si fuera una plaga. Primero fue contratado por dos años por Washington como adiestrador (coach) de bateo, función que desde el 2006 ha ejercido con éxito en distintos niveles de las Menores de la organización de los Astros de Houston, que han probado que batean en todas las ligas.
*Agradecimiento especial a los compañeros historiadores del béisbol, Edwin Fernández y Edwin Pérez.