Francis Pérez
Alicia no sabe que ha de cruzar por el espejo (black mirror si se quiere, como aquella serie distòpica), entrar en el mundo de la imagen especular, y desde el país de las maravillas, se acerca al conejo con teléfono en mano, lista pa’l selfie, sin mediar el vehículo primario del intento de un vínculo: la palabra, el reconocimiento del otro, por la vía de su consentimiento. Ha pensado, o más bien no ha pensado, que allí hay un otro, sino, que supone que se trata de una extensión de su propia imagen por vender: «Vean, yo quiero ser eso, yo soy eso, tú y yo somos eso» (Alicia y el conejo… malo). ¿Creerá que el otro es una extensión de su propia imagen, y creerà que en esa extensión sin consulta hay un lazo social?
En ausencia de la palabra, de la transacción que supone una conversación, de los entendidos y acuerdos, los suple y sustituye inadvertidamente con la maravilla encarnada del gadget, como si fuera un pasaporte, cual vip de intimidad inmediata. No sé si lo de Alicia es un ejemplo de una mala lectura precipitada de lo que Lacan denomina lo éxtimo, o lo que Freud denomina el unheimlich.
Entonces, el conejo se enfrentará al dilema que supone seguir y hacerse cómplice de la trama de enaltecer la extensión del ego en el selfie, como si to’ estuviera hablao’ ó tener que dar cuenta que se le trata como un mero objeto de mercancía, extensión de la imagen narcisista de la consumidora o prótesis de la imagen de la misma. ¿Qué surge entonces? ¿Un acting out? ¿Por qué? Lo retomo luego.
Todo ello me entero por facebook, donde ya apenas ni aparecen los post de mis amistades, que era la razón primordial de tener fb. Lo hacía para tener una perspectiva alterna noticiosa y argumentativa a las relaciones públicas de los medios corporativos. Pero eso va siendo cosa del pasado. Ahora pulula en Facebook los anuncios como otro medio corporativo más, y me entero de esas «sugerencias de fb» que Adamari y Daddy Yankee criticaron lo que pareció un tantrum del conejo, malo.
A primera vista, superficial claro, supongo que es una «malacrianza» lo del conejo. Que es el nivel desde donde hablan Mariada, digo, Adamari y Yayee Danky, digo, Daddy Yankee. Ello me trae a la memoria, aquel funesto debate entre candidatos a la gobernación en que pusieron a Yayee Danky, digo.., a «moderar», y si mi memoria no me falla terminó el debate con aquel slogan apologista de las supuestas «democracias representativas modernas» que decía: vota o quédate callao’. Es decir, el voto debería comprar el silencio (voto de silencio), acallar la palabra, acallar cuando es el malestar lo que vincula.
Confieso que no sigo en detalles la vida y obra de Mari… digo.., ni de Yayee, digo.., pero nunca he encontrado de parte de ambos una preocupación genuina por los malestares que se vive en PR, ni han utilizado sus respectivas plataformas de «figuras públicas» para hacer denuncia concienzuda de los malestares que nos vinculan como pueblo. Si me equivoco, por favor, solicito corrección. No dudo que Yayee, digo.., haga filantropías y caridades, pero como decía Lacan, amar es dar lo que no se tiene, porque si se tiene, es caridad. Y la caridad, se hace desde la condescendencia, no?
Me pongo a pensar en las plataformas desde donde se comunican Mari, digo.., Yayee, digo.., y el mismo conejo,.. malo? Plataformas que les ha permitido enriquecerse. Y me vienen las preguntas sobre lo que es ser artista y figura pública en estos tiempos. ¿Qué es un artista? ¿Son artistas o artífices?
La noción de artista proviene de aquel que desde un saber que contiene una práctica, manipula algo que ya no está en la dimensión de lo natural. Imagino que ser artista se relaciona, en su evolución histórica, al saber que generaba el esclavo al transformar la naturaleza en bienes consumibles para el amo, y ello lo transformmaba a él, a su vez, en artesano. No obstante, cómo se pasa de ser artesano a ser artista? Cuál será la diferencia entre un artista y un artífice?
No soy un conocedor sobre estas distinciones, pero por el momento me circunscribo a la relación entre estética y ética, pero solo desde un vistazo general.
No sé muy bien lo que es un artista y que es un artífice, me pregunto si una potencial diferencia está en el posicionamiento ético y estético.
Pienso que hay muchos que eligen en su encrucijada ética vivir y se enriquecen de sostener una sociedad tal cual, con sus desigualdades, contradicciones y conflictos, que reproduden malestares, donde la exposición de su «arte», más bien oculta las raíces de tales malestares que nos vinculan y nos dividen. Tienen la habilidad de invocar la di versión, y promueven una división. Hacer la vida soportable, supongo que tiene sus méritos, pero también sus límites. Algunos de éstos, prefiero llamarles artífices y no artistas. Han logrado, por medio de sus artificios, un self branding que les permite enriquecerse sin producir algo realmente significativo que toque en su core el malestar colectivo, mas bien se sirven de convertirse en sedante común. En algunos de estos artífices, no logro captar eso que Freud denominaba la sublimación, que implica darle una nueva posición más digna aquello que viene de lo bajo.
Volviendo al conejo… ¿malo?
No obstante, Freud advirtió, que en el inconsciente se puede contener dos tendencias opuestas. El conejo es problemático, tiene un problema. El Conejo también comparte algo de la lógica del self branding, como los artífices, pero me pregunto si hay algo en ese lugar que le molesta. El self branding es ubicarse como objeto-mercancìa, y toma a los otros también como objetos-mercancías. El conejo será malo, problemático, o tiene un problema porque transita por el matrix como Neo, de navegar el delirio común del self branding, donde el selfie se convierte en el acto icónico por excelencia, al malestar que supone ser un estandarte de ello? Se sale ileso de ese tránsito?
Es ahí donde aparece el acting out ante el intento de ocupar ese lugar de objeto-mercancìa y a su vez no soportar serlo para un otro consumidor? Recordemos que un acting out es ese acto que se comete como un mensaje cifrado (silenciado a la consciencia) para un otro que ha tenido una sordera para poderlo escuchar. Quién es ese otro? Ahí está el meollo. Es un otro en la historia, es un otro en uno mismo, es lo èxtimo lacaniano, el unheimlich freudiano, o la sombra jungiana? Todo ello me recuerda las palabras del artífice Yayee, digo.., «vota o quedate callao». Ante este problema, se sale por la vía colectiva, o la denuncia se entrampa en quedar cerrada desde lo que intenta denunciar? ¿Qué salida propone el conejo para salir del país de las maravillas, que se entra desde la imagen del espejo?
No sé si Alicia anda en el país de las maravillas del selfie, la imagen especular como brand, nueva producción masificada del discurso capitalista neoliberal. La evolución de la propia imagen, como causa del activismo propio (mal entendido desde una lógica del consumo), atomizado y narcisista, donde se ausentan los lazos sociales. Donde la solidaridad se despedaza en la causa de cada cual (¿es aquí donde la extrema izquierda se reencuentra con la extrema derecha?).
Será eso mismo lo que Alicia le devuelve al conejo, su propia imagen invertida, esa imagen del YHLQMDLG y que culminó en Un verano sin tí, donde el despliegue narcisista y sin lazo, el estandarte de figura pública que todo lo despliega y lo vende, tiene un límite…
Me pregunto si el conejo, malo, por haberse dividido, pudo hacer lectura de su acting out. Si pudo ver su unheimlich en la ingenua y desnuda demanda de consumo objetal de Alicia. A mí me parece que sí comenzó hacer lectura de su acting out, porque hizo privada su cuenta de Instagram. ¿Sublimó? Quizas sí, quizás es más artista que artífice. Proponer el pudor en lo que se despliega en una intimidad, y lo que se despliega públicamente.
¿Y Alicia, pudo hacer lectura del unheimlich que le devolvió el conejo?..no lo sé. Creo que no. Lo último que supe es que está deprimida, y busca resarcirse por la vía judicial.
Y nosotros, ¿podemos leer el unheimlich que nos devuelve Alicia en el país de las maravillas?
El autor es músico y psicólogo.