Instrucciones imprecisas para ser un vejigante

Suplemento Especial

Ser un vejigante no es lo mismo que vestirse de vejigante. Cualquiera puede colocarse el disfraz y disfrutar de la libertad de esconder la identidad personal en lugares de festejos públicos. En este caso, vestirse de vejigante es como vestirse de Mickey Mouse o de vampiro: el disfraz es un carapacho de identidad falsa y prestada, un mero ocultamiento del cuerpo para fines divertidos.

Ser un vejigante es algo más complicado. Se trata de asumir la identidad de un personaje histórico -lleva con nosotros casi cinco siglos- pero a la vez imaginario -desaparece al quitarnos el disfraz- que forma parte de los símbolos visuales de la cultura puertorriqueña. En este otro caso, vestirse de vejigante es el inicio de una convocatoria sobrenatural: una memoria cultural que se hace presente con propósitos ceremoniales.

El verdadero vejigante es un personaje de la calle, no del escenario. Su asunto es la libertad de movimiento, no la coreografía.

Vejigante a la bolla.
Foto suministrada

En la tradición puertorriqueña, los vejigantes son criaturas de carnaval, figuras de transgresión, travesura y exceso que animan festividades anuales como el Carnaval de Ponce y la Fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea. Su ropaje es un mameluco muy ancho y de vibrantes colores que frecuentemente tiene aletas laterales. La máscara es netamente afrocaribeña: facciones horripilantes, colores oriundos de Africa Occidental y materias primas tomadas de la cotidianidad de las comunidades populares: coco, higüera y cartón-piedra.

En el Puerto Rico de hoy, se nota cierta decadencia en la aparición pública de vejigantes carnavalescos. Los disfraces de personajes comerciales del cine, la televisión y Halloween han invadido las comparsas de vejigantes, diluyendo su función de reencontrar la tradición afroboricua en la fiesta callejera. Además, algunos empresarios han convertido a los vejigantes en vanos personajes que añaden colorido y variedad a las coreografías del folclorismo mercantil.

A la misma vez, la imagen del vejigante se ha difundido por toda la isla como representación de la cultura afroboricua y como tema esencial de la identidad nacional puertorriqueña. No es extraño que también haya abordado el trayecto de la guagua aérea y muestre su mueca de gozo y terror entre los boricuas de Estados Unidos. 

Todo lo anterior es una aclaración pertinente a este texto, donde usted encontrará indicaciones necesarias y sorprendentes para montar una comparsa de vejigantes en municipios puertorriqueños de clima templado como New York, Philadelphia, New Jersey y, claro está, Chicago.

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Aproveche su calendario. Los vejigantes salen pocas veces a la calle. Por lo general su tiempo es el carnaval, una vez al año. En este lado del charco, es frecuente que el carnaval municipal isleño se transforme en Desfile Puerorriqueño y/o Semana Puertorriqueña. Estos son los festejos públicos más llamativos e importantes donde los vejigantes son bienvenidos y necesarios. Recuerde que treparse en una carroza a coger calor y sol es solo vestirse de vejigante. Para ser uno de verdad, hay que tirarse a la calle, propinar vejigazos, asustar niños, cambiar la voz, entonar cantos y mantenerse enmascarado: nadie debe saber quién está dentro del disfraz.

Busque costurera con tiempo. Aquí en Chicago se nos hizo un poco tarde, de manera que Celia -la que cose forros plásticos para muebles- dijo que no; Lily -la que cose ropa de niños con diseño de bandera puertorriqueña- estaba muy ocupada y Lourdes -la que cosió los trajes de los Reyes Magos- tenía otros compromisos. A fin de cuentas, una costurera mexicana, creadora de trajes de payaso a partir de un patrón marca Simplicity, hizo los mamelucos con tanto ingenio y esmero que quedaron excelentes y genuinos. Claro, nuestra amable artesana es devota Pentecostal, así que tomamos la precaución de no mostrarle las máscaras, que según esa religión son manifestaciones del culto al demonio.

No confunda la tradición con la pureza. Las tradiciones populares son agregados de diversas influencias culturales y están en constante cambio. Lo que las distingue de las imposiciones culturales extranjeras es que son resultado de la iniciativa popular de conservar costumbres compartidas a las que se incorporan innovaciones según los medios disponibles. Así que no se abochorne de ir a Minnesota Fabrics a comprar las telas porque gran parte de los vejigantes de la historia de Puerto Rico se han vestido con telas extranjeras que no se producen en la Isla. Tampoco se desanime si no consigue una etnográfica tripa limpia y seca para inflarla y convertirla en vejiga de dar golpes. Hay alternativas criollas como las medias rellenas y las bolsas de papel. Además, las botellas plásticas de medio galón de su refresco favorito son excelentes para golpear sin herir. Los vejigantes usan guantes: utilice los del invierno pasado.

No use máscaras de pared. Aunque usted consiga máscaras de coco de Loíza o de cartón-piedra de Ponce, la mayoría tendrá los ojos mal puestos y el tamaño equivocado porque no las fabrican para vejigantes sino para adornar paredes. Si es posible, encárguelas a un artesano que conozca bien su oficio o escójalas con cuidado si las compra en una tienda. Mándelas a buscar a la Isla, o haga como nosotros: sígale la pista a un artesano de Chicago que las hace pero se mudó y no dejó el nuevo número de teléfono. Si nada de esto resulta, hágalas usted mismo siguiendo modelos tradicionales, aunque tenga que experimentar con materiales nuevos. Así, su identificación con el personaje será más profunda.

Ejerza su orgullo nacional. En nuestro desfile se juntan los vejigantes de Ponce y Loíza y ambos representan lo mismo: la identidad nacional puertorriqueña. No se escandalice si encuentra un vejigante patriótico que en vez de aletas tiene dos banderas puertorriqueñas en su traje, o si en vez de vejiga carga bandera en palito. Este encuentro simultáneo de significados dispares es una característica esencial de la vida cultural que hacemos en estos lares migrantes.

Publique un texto sobre el asunto. Así provocará una controversia como la siguiente: Albizu tiene que ser lo que los puertorriqueños somos. Tiene que decir todas las palabras de nuestra protesta y asumir todas las formas de nuestro clandestinaje. Por eso, puede elevarse a Cristo según Lolita Lebrón o a violinista según Elizam Escobar. Esclarecido maestro según el maestro Lorenzo Homar= subversivo Charlie Chaplin según Dennis Mario Rivera. Albizu tiene que ser muy capaz en el uso de todas nuestras imágenes y camuflajes. Por eso, si lo necesitamos Rey Mago es Melchor junto a Betances y Corretjer; o junto a Cofresí y Agüeybaná. Por eso, dentro del Museo de Historia y Cultura Puertorriqueña Dr. Pedro Albizu Campos en Chicago, Albizu es, en estos días, un vejigante. Con sus manos alzadas, su refulgente atuendo amarillo-violeta y su espeluznante máscara negro-amarillo, este Albizu es una redefinición cultural.

Déjese llevar por la magia. Así aprenderá y se convertirá en maestro de los vejigantes del año que viene. Si tiene dudas, pregúnteme. Yo seré el vejigante rojo-amarillo, a menos que sea otro y no se lo diga a nadie. Ver entrevista a Ramón sobre los vejigantes en este enlace:https://youtu.be/4tkKvoOE4Ww?si=fdghUSA_JBZctuxJ

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