La dictadura democrática de Trump

Donald Trump el presidente #47

 

En Rojo

La administración Trump ha destruido lo que quedaba de la cultura política democrática con las órdenes ejecutivas más recientes.  Digamos que ha lacerado la cultura del ámbito público porque asume prácticas políticas autoritarias, no comunes, y porque se enfrenta de manera clara a la cultura de la legalidad.

Por ejemplo, firma una orden ejecutiva que pone fin al derecho a la ciudadanía norteamericana al nacer en territorio de EEUU. Trump, por supuesto, desafía a la constitución. La enmienda 14 señala que cualquier persona nacida en el territorio norteamericano es ciudadano norteamericano.  De modo que la cultura de la legalidad -una disposición generalizada para cumplir la ley- no existe. Más bien parecería que esta administración que se estrena con órdenes ejecutivas de este personaje trágico, se dispone a atacar la legitimidad política del estado democrático de derecho. Es un acto que hace tambalear la legitimidad política -desde el punto de vista de algunos de sus ciudadanos- porque la Constitución de ese país es el reconocimiento de que hay un documento que encarna la idea del consenso político básico. Ordenar de manera individual que no se respete ese consenso es ilegítimo.

Sobre esta orden particular está claro que hay asuntos obvios de clase. Elon Musk ha sido nombrado algo así como “asesor de eficiencia gubernamental” lo que supone la privatización de lo poco que queda de servicios públicos, y que el país se administrará como Tesla, SpaceX o X. Como sabemos, el empresario nació en Sudáfrica. Ser la persona más rica del mundo le exime de los asuntos sobre la ciudadanía. Igual ocurre con Vivek Ramaswamy -también asesor de “eficiencia gubernamental”- hijo de inmigrantes de la India obsesionado con lo que llama “religiones seculares”: covidismo, el cambio climático y la ideología de género. Sus millones lo legitiman.

El asunto de la ciudadanía no es lo único que ha hecho Trump en su primer día en la Oficina Oval. Le ha dado el perdón presidencial a unos 1500 participantes del motín del 6 de enero de 2001 en el Capitolio. Según el Departamento de Justicia más de mil ya habían hecho alegación de culpabilidad.

Si eso fuera poco, la administración de Donald Trump acaba de abandonar a la Organización Mundial de la Salud y promete militarizar la frontera sur. Según la cadena de noticias Fox -vocero del trumpismo- la actual administración designará a algunos cárteles internacionales y organizaciones criminales como grupos terroristas. La definición de “terrorista” es amplísima y las protecciones legales a quienes sean denominados como tales son nulas. Además se alega que hay otra orden ejecutiva que obligará a los Departamentos de Seguridad Nacional y Defensa a terminar la construcción del muro fronterizo y a desplegar personal militar para controlar la zona.

No es casualidad entonces que haya nombrado secretaria de Seguridad Nacional a Kristi Noem. Noem ha sido congresista en cuatro ocasiones y en 2018 nombrada gobernadora de Dakota del Sur en 2018, Kristi Noem captó atención a nivel nacional con su abierto rechazo a los mandatos de uso de mascarillas y las medidas de confinamiento durante la pandemia de Covid. Además envió a miembros de la guardia nacional de Dakota a Texas para defender la frontera con México.  Por si esto fuera poco, Tom Homan es nombrado Zar de la Frontera. Este agente de control fronterizo  defendió la separación de niños de sus padres en la frontera. Es uno de esos comentaristas conservadores que la televisión propaga como un virus. Y hablando de Seguridad Nacional, Michael Waltz, un guerrista probado, será asesor de esa materia.

Nos esperan cuatro años en los que el ejercicio de la capacidad y la disposición para darle prioridad a las necesidades sociales están en entredicho sino en el olvido. Trump y los nombrados a su gabinete no parecen tener capacidad para reconocer y respetar el disenso político ni para el dominio de sí mismos. Ninguno parece capacitado para cumplir obligaciones sociales, por el bien común, sino más bien proclives a la violación de derechos.

Parecería que estamos en la proclamación de una dictadura. Tantas órdenes ejecutivas y nombramientos dan la idea de la creación de un gobierno de emergencia que pretende suspender las normas constitucionales en el ejercicio de la autoridad. Pero no es este un gobierno interino que va a resolver una crisis. La mayoría del electorado norteamericano eligió a Trump. ¿Lo eligió para instaurar un régimen de excepción? ¿Volvemos a las categorías políticas del Imperio Romano? Lo digo porque la palabra “dictadura” proviene, precisamente, del derecho romano, e inicialmente significaba una “forma de gobierno de crisis”, una magistratura con un  término para solucionar una situación excepcional que requería el ejercicio extraordinario del poder.  Pero millones de personas han decidido que Trump, un patético dictador persona -como Francos Stalin o Hitler, pero en caricatura-  asuma una forma de poder centralizado y arbitrario a plumazo limpio. Sin embargo, ahí a nombrado a su colegio de asesores que van a fusionar o debilitar los poderes del estado tomando decisiones políticas, militares, administrativas, jurídicas, educativas, con claros sesgos ideológicos. Parecería que tienen atribuciones extraordinarias a las normales, sin garantías para el ejercicio de los derechos ciudadanos. ¿Vieron el saludo de Elon Musk? ¿Vieron el modo en el que se declara que solo hay dos géneros: masculino y femenino? ¿Oyen a las hordas que atacaron el Capitolio en masa para revertir una votación democrática celebrar el perdón presidencial? “Ojalá te toque vivir tiempos interesantes» dicen que dice una antigua maldición china. La otra es “ojalá se cumplan tus deseos”. Ojalá me equivoque.

 

 

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