La parada de Oscar

El día 11 de junio salí determinado a disfrutar del día mientras marchaba en la Parada Puertorriqueña en la ciudad de Nueva York. A pesar de que hacía algunos años no asistía a la misma, este año, sentía que era obligatorio participar. La campaña de desinformación mediática contra Oscar López Rivera y la confusión a la que contribuyeron tanto algunos medios como corporaciones privadas me llenaron de indignación.

Me dirigí resuelto a la calle 44 esquina con Madison donde me darían la banda color verde que me permitiría acompañar el contingente donde marcharía nuestro Oscar López Rivera. Era este el único contingente en el que me interesaba participar, quería demostrar tanto mi solidaridad a la figura de Oscar López como repudio a la noción de que la empresa privada puede dictar a las Puertorriqueñas y Puertorriqueños a quien honramos en nuestras paradas y desfiles.

Bajo un sol hermoso que llegaba hasta nuestra piel y se dejaba sentir encontré una multitud diversa en lo que con cariño se conoció como el contingente de Oscar López Rivera. El primer grupo que identifiqué fue el de las Mujeres por Oscar con base en Nueva York, grupo hermano de las Mujeres por Oscar en Puerto Rico que por años se reunió los últimos domingos de cada mes para reclamar su excarcelación.

Era una celebración de pueblo y solidaridad. Algunas niñas y niños vestían de acuerdo al imaginario jibaro Puertorriqueño, las Mujeres por Oscar con sus ya famosas camisetas color rosa magenta, me sorprendieron las muchas banderas negras, inspiradas en la Casa de la Bandera del viejo San Juan y la aportación creativa de nuestro artista Nick Quijano que ha inspirado la visión de la bandera negra puertorriqueña, sin colores, en rechazo contundente a la Junta Dictatorial impuesta a Puerto Rico desde Washington y al pago de una deuda sin auditar y la pobreza y sacrificios impuestos por la misma. Muchos también llevábamos nuestra bandera negra en nuestras camisetas.

Los grupos diversos, de música, de arte callejero, de teatro , culturales y políticos hicimos acto de presencia y marchamos, felices de poder contribuir al gran desfile puertorriqueño y en solidaridad con Oscar López Rivera a quien una vez comenzamos a marchar la gran mayoría de público que se aglutina a ver la parada desde las aceras celebraban, vitoreaban y saludaban con alegría.

Mi impresión es que algunos(as) de los(as) puertorriqueños(as) que asistieron no sabían quién es Oscar López Rivera. Pienso por reacciones que vi, que tampoco sabían de la controversia. Muy pocos, y quiero recalcar, verdaderamente muy pocos fueron a protestar su presencia. Los mismos pudieron gritarnos insultos, hacer gestos y mostrar su odio y desprecio, pero eran ahogados entre los gritos mayoritariamente de apoyo, cariño y solidaridad de los(as) muchísimos(as) otros en las aceras y esquinas que al igual que quienes marchamos alrededor de su carroza sentíamos. Todo el tiempo me sentí rodeado de amigas y amigos y cada vez que nos reconocíamos nos abrazamos y presentamos a otras amistades. Mucha gente viajó desde Puerto Rico y desde estados cercanos a Nueva York para estar con Oscar López en esta parada. Me conmovió de momento reconocer a mi amiga teatrera Rosa Luisa Márquez ser parte “viviente” de la carroza de Oscar, pero también me conmovió mucho más ver a mi amiga Elga Castro, acabada de llegar de Puerto Rico, en la acera con su hija Elena Zenón Castro. Le di un largo abrazo y me dijo, “para Elena era importante que la trajera a ver Oscar, no pude decirle que no.” Fue un desfile espectacular.

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