La veterana que milita en contra del imperio

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Zuleyka Morales en CLARIDAD. Fotos por Alina Luciano Reyes

Una semana después de haber llegado a Puerto Rico Zuleyka Morales Rivera visitó las instalaciones de CLARIDAD para conversar sobre su experiencia en la Flotilla Global Sumud. Zuleyka gracias por representar a todos y todas las que luchamos por ver una Palestina y un Puerto Rico libre. AMF

 

CLARIDAD

  Una flotilla de 44 países zarpó hacia Gaza en septiembre pasado para suplir al pueblo palestino con suministros básicos en medio del genocidio. Más de 500 personas embarcaron en veleros donados o vendidos a precios rebajados, un viaje de más de un mes por el mar Mediterráneo. En un barco particular, la monoestrellada ondeaba al amparo del viento, el sol áureo y hasta agua con azufre. Era la bandera que Zuleyka Morales Rivera –única puertorriqueña en integrarse al viaje– izó en el mástil de la nave.

Y si le preguntan a la veterana de la Marina estadounidense, oriunda de Las Piedras y residente en Nueva York, el saldo de aquel viaje es un profundo sentimiento de solidaridad con los palestinos y sus compañeros de viaje. Más aún, contó a CLARIDAD, en el contexto de la remilitarización de Puerto Rico.

“Mis fuerzas están un poco bajas. Estoy bastante cansadita”, confiesa no sin antes advertir que la realidad política del mundo le impulsó a movilizarse, en marzo, cuando fue a la Marcha Global hacia Gaza. Desde la capital de Egipto, Cairo, los participantes buscaban entrar a Palestina en apoyo a la reapertura de sus fronteras. No obstante, al igual que sucedió con la flotilla, las fuerzas militares de Israel interceptaron y devolvieron a las personas.

“Fue una experiencia que nunca había vivido. Ese nivel de opresión hacia ciudadanos que están caminando en las calles. En esa marcha, no pudimos hacer nada. Encerraban a los participantes en hoteles, los sacaban de los taxis a arrestarlos, recibieron tratamiento bastante mal de, no solo autoridades en Egipto, sino militares, policía secreta”, relató respecto a una de sus primeras experiencias con la milicia israelí.

En esa manifestación, Morales Rivera entró en contacto con la capitana Josephine Guilbeau  – compañera veterana que fungió como oficial de inteligencia por 17 años. Ambas compartieron la frustración de no haber marchado hasta Gaza. Pero meses después, Guilbeau llamó a la puertorriqueña para informarles sobre la flotilla del Global Sumud.

“Me dijo ‘va a haber un bote de veteranos’, y quiero que tú estés ahí’”, elaboró. La idea, de acuerdo con Guilbeau, era reunir el capital social de personas que habían sido víctimas del sistema imperialista y militar de los Estados Unidos (EE. UU.).

Morales Rivera accedió a la invitación. Sin embargo, otras 26,000 personas habían solicitado unirse a la flotilla, por lo que debió pasar por un proceso de filtración que resultó en las poco más de 500 personas que participaron. “Tú no estabas en el bote hasta estar en el bote”, recordó.

Los 32 días en alta mar

Al zarpar desde Barcelona, el punto de partida, la veterana de la Marina estadounidense no olvida las condiciones marítimas que revolcaron los estómagos, estremecían los veleros y agitaban las olas. En todo momento, aseguró, los tripulantes estaban preparados en caso de una intercepción de Israel.

“Antes de salir el 31 de agosto, tuvimos tres días de entrenamiento… Esos tres días, todo fue aprender sobre flotillas del pasado, aprender sobre la flotilla Mavi Marmara, cuando mataron a nueve o diez activistas en esa misión. Aprendimos sobre non-violence; incluso practicamos cómo sería algún tipo de intervención”, explicó.

De hecho, la tripulación de la flotilla daba por hecho que los iban a interceptar. La esperanza, continuó la activista, radicaba en la cantidad de naves que pretendía abrumar las fuerzas navales de Israel. En el velero de Morales Rivera, el piloto evaluaba las amenazas de posibles ataques o intercepciones por parte de drones militares.

Durante gran parte del viaje, agregó la veterana, la flotilla estuvo escoltada por buques militares de España, Grecia e Italia. Pero la noche en que la milicia de Israel detuvo los barcos, requisó a los tripulantes y los dirigió hasta un puerto israelí, las tres embarcaciones se retiraron.

“Eso fue para lavarse la cara y lavar su complicidad en el genocidio que está ocurriendo aún en Palestina… Cuando ellos (los buques) dejaron de escoltarnos, se sintió como una entrega. Ahí nosotros nos preparamos para una intercepción esa noche”, elaboró.

Poco después del atardecer de aquel primero de octubre, los diversos grupos que componían la flotilla Global Sumud advirtieron que, seguramente, los primeros secuestrados serían las figuras más destacadas de las embarcaciones. Entre ellas, la activista Greta Thunberg y el nieto de Nelson Mandela. Y a cinco horas del ocaso, Israel ya había interceptado cerca de ocho botes.

“Nosotros nos estábamos diciendo que les tomaba mucho tiempo, que no estaban tan preparados como pensábamos. Y pensamos que a lo mejor llegaríamos, que ojalá llegáramos”, recuerda Morales con un ademán de añoranza.

Pero al rato, en plena madrugada, la veterana avistó un enorme navío que describió como una “prisión en el mar”. De ella, cascadas de agua con azufre intentaban asperjar los veleros de la flotilla, pero Morales detalla que ni una gota roció el mástil de la monoestrellada. A las cuatro de la mañana, alguien gritó “¡Intercepción!” y todos se alistaron en caso de interactuar con soldados israelíes. Quienes no habían lanzado sus celulares al mar aprovecharon ese momento para que la milicia no pudiera extraer información de los integrantes.

“Cuando escucho ‘intercepción’, básicamente levité y caí parada. Y cuando miro hacia la izquierda, veo botas militares. Ahí corro a las posiciones que (teníamos preparadas)… Puedo decir que ahí nos trataron completamente diferente a cuando nos bajamos del bote. Y eso es porque hay que reconocer que Israel sobrevive de la opinión pública. Ellos ya reconocían que estábamos live streaming por Instagram, YouTube. Los ojos del mundo estaban en esa flotilla”, prosiguió la activista.

Así, muy precavidos, los soldados catearon a los tripulantes de la flotilla, destruyeron las cámaras visibles y ordenaron que los activistas se ubicaran, hasta atracar en Israel, en la parte inferior del barco. Ya desembarcados, empero, la infantería israelí estableció un orden mediante la fuerza bruta.

Zuleyka Morales. Foto Alina Luciano Reyes / CLARIDAD

“De la forma que siempre lo explico es que yo viví esta experiencia como dos personas: como la activista humanitaria que soy, como la puertorriqueña que soy y la persona sencilla que soy; pero también como la herramienta de imperio que fui. Reconociendo las formas de tortura y psychological warfare. Desde un principio, reconocí que ellos (los israelí) están acostumbrados a hacer lo que les dé la gana”, precisó.

El abuso fue claro cuando Morales Rivera observó a las fuerzas militares tratar a las personas mayores sin reparo alguno. A modo de ejemplo, la entrevistada aseó bruscamente su bulto para ilustrar el forcejeo indiscriminado de los soldados.

“Esa brutalidad no tenía límites”, dijo mientras colocaba, como segundo ejemplo, a la compañera periodista Cándida Cotto en la misma “llave” de posición que limitaba el uso de los brazos y doblaba a la persona en un ángulo de noventa grados. Para algunas personas, la posición se remataba esposando las manos. Un rato después, el ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben Gavir, apareció para tildar a los activistas de terroristas. Quince horas dura toda esta jornada entre la flotilla y la prisión.

“Nos botaron nuestras pertenencias, nos botaron medicina, le botaron la insulina a las personas, le botaron toallas sanitarias. Bueno, ¡qué no nos botaron! Botaron todo y el resto nos lo robaron”, afirmó Morales Rivera.

Zuleyka fue la primera de dos personas en salir de Israel, cuando un avión privado G6 del Gobierno de Eslovaquia los buscó. Allá, sin saber qué relación guardaba Eslovaquia con toda la situación, llegan a un aeropuerto parcialmente cerrado. Por ese lado, escudado por un pelotón de 60 oficiales, llegan a una parte donde les dan un boleto completamente en blanco.

“Móntense en aquel”, les ordenan antes de subirles a un avión vigilado por un agente especial. Después de tres horas, aterrizaron en un aeropuerto de Bratislava, la capital de Eslovaquia, donde el consulado de EE. UU. intentó argumentar que no podía “hacer mucho” para sacarlos de allí.

“Hay una cónsula allí. Nos sentamos inmediatamente. Ella abre su folder y dice: ‘¿Tienen alguna forma de llegar a sus casa?’. ¿Sabes que yo lo dije? Y perdonen el lenguaje: ¡Cabrona, yo no tengo ni bolsillos!”, recontó aún medio incrédula por la respuesta del Gobierno estadounidense.

Para regresar a Nueva York, la cónsul le indicó sobre los distintos préstamos que podía tomar Morales Rivera. Sin embargo, la activista se valió del celular de una mujer desconocida para contactar con sus amistades. La experiencia, admitió la veterana, se suma a muchas otras que han ido radicalizando sus visiones políticas.

“Fue un proceso de aprender y desaprender, porque la realidad es que yo me crié en una iglesia pentecostal, así que fui adoctrinada. De alguna forma son sionistas, porque piensan que el Estado de Israel es el pueblo de Israel que está mencionado en la Biblia. Eso dictó mucha de la mentalidad de quién era Israel”, aseveró.

Luego de ocho años en la milicia, Morales Rivera sufrió el primer choque de realidades que inició su “proceso de radicalización”: descubrió, al retirarse en 2014, que los EE. UU. no se encargan de sus veteranos. Tres años después, cuando el huracán María diezmó al país, la exoficial de la Marina quedó impactada por el desprecio político en las ayudas y la condición colonial del país.

“Cuando vi que había otras naciones que enviaban doctores y no los dejaban entrar. Mira la similitud (con Gaza). Mi gente se está muriendo, ¿cómo es eso de que no los va a dejar entrar? Eso fue demasiado chocante, ver esa realidad. Cuando al fin abren el aeropuerto y los vuelos están a $2,000 one-way. Cuando vi todas esas fallas intencionales, dije Wow!”, sostuvo.

Con ese nuevo escepticismo, en 2019, Morales Rivera renunció a su trabajo de seguridad para viajar por el mundo. Visita, entre otros destinos, la ciudad de Ho Chi Minh, donde descubre que la nación de Vietnam conoce la guerra contra los EE. UU. como la “guerra americana”. Ese contraste cultural ahondó su desconfianza en las instituciones y narrativas de Occidente.

“Me empecé a dar cuenta de que hay muchas cosas que no sé. Porque mira este evento tan grande, tan global, y yo ni me sé el nombre, o me lo sé mal. Porque estas personas… Aquí fue que se peleó esa guerra. Ellos aman y defienden a su tierra, y nosotros venimos a destruirla”, destacó la entrevistada.

Esas experiencias le recordaron a la historia militar de Vieques y Culebra; pero la gota que colmó la copa ideológica de Morales Rivera acaeció en 2020. Durante las protestas de Black Lives Matter, en EE. UU., la activista grabó una escena de brutalidad policial en medio de las calles. Los oficiales en cuestión, apercibidos, agarraron y aporrearon a la veterana, quebrándole huesos e hiriéndole hasta los nervios.

“Cuando salí de la prisión, ahí fue ese choque interno de mi alma de que me acababan de hacer eso a mí. Sin yo hacer nada. Si te soy honesta, eso destruyó muchas partes de mí. Más allá de radicalizarme. Pensé que nunca lo superaría, aunque yo siempre fui la chamaquita que me pelaba y al próximo día estaba en la bici de nuevo… Ahí comencé a buscar conocimiento y, cuando me sentí mejor, leí Guerra contra todos los puertorriqueños. Eso fue chambón patabajo, radicalización para mí”, concluyó Morales Rivera.

Por eso, aunque tal vez no se monte en la siguiente flotilla hacia Gaza, Zuleyka Morales Rivera militará aun más en contra del imperialismo, el colonialismo y todas las formas de opresión que conoce en su camino. Lo hace porque se identifica con los palestinos, y hace un llamado a que todos se vean en ese pueblo que, si bien no es primero, tampoco será el último en la mira de la industria de guerra.

 

 

 

 

 

 

 

 

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