Lo que no pude expresar la noche de la celebración de vida de Luis Mateo Cains

 

Esa noche fue demasiado emocional para mí y las palabras que quería expresar se me quedaron en la garganta. Lo único que pude decirles con confianza y certeza fue que Luis fue mi Papá porque ese fue su rol primordial en mi vida.

Pero ese rol fue complejo y fueron tantas cosas que recuerdo que quería tomar un momento para poner par de ellas por escrito y compartirlas con ustedes. Son estas algunas de las razones por las cuales pienso que su presencia fue tan influencial sobre mi formación como individuo.

Los que asistieron su homenaje o vieron el video  a través de el enlace que posteo el Frente Socialista ya conocen 2 de las cositas que recuerdo de mi niñez que las llevo cementadas en la memoria. La del bulto y la de el agua Perrier. Pero me quede corto en explicar porque esas dos memorias son tan importantes para mí. La memoria del bulto, o más bien las memorias (porque fueron muchísimas veces que se me quedó), fueron importantes porque me enseñaron a coger las cosas con calma o como me decía Luis “No te ahogues en un vaso de agua”. Lo lógico como padre hubiese sido enseñarme a llevar una rutina correcta por la mañana que me asistiera a no dejar el dichoso bulto pero nada de lo que Luis me enseño en mi vida lo hacía con lógica ‘correcta’ que imitara a los demás. Es más, a él le encantaba llevarle la contraria a la enseñanza convencional y tal vez sus métodos no ortodoxos llegaban a la misma conclusión que otros padres pero cada adoquín que formaba la vía de su sabiduría era, en mi opinión, verdaderamente genial. El bulto era importante para lo que yo tenía que aprender en la escuela pero más importante era la lección que él me estaba enseñando con su forma de ser. Cada vez que lo dejaba me contaba de la ruta alterna que tomaba para traerme el bulto nuevamente y ponía en mi ese chispita imaginativa que llevaba todo el día conmigo sabiendo que luego, él me iba a querer mostrar esa nueva ruta y la disfrutaremos  juntos. En vez de hacerme sentir mal, tenía una forma de girar los platos y hacerme sentir mejor.

¿Quién le echa agua Perrier al carro? Por supuesto, solo Luis. El tenía un Javalina cuando joven que siempre estaba dejándonos a pie. En una ocasión que fuimos al área sur a visitar a alguien el maldito Javalina nos dejó nuevamente varados. No sé de donde salió un Peugeot que alguien nos prestó para poder retornar a Carolina pero el carro estaba igual o más estartalao’ que el Javalina  y cuando intentamos subir la cuestita de Salinas el pobre carro comenzó a calentarse y tuvimos que parar en plena autopista.  Teniendo solamente agua Perrier en la neverita, porque esa era la única agua que él bebía, decidió echarsela al carro sin ningún querer en el mundo sin preocuparse si esa agua carbonatada era buena o mala para el carro. Mientras lo hacíamos, recuerdo los dos haber estado muertos de risas. Nuevamente una lección en no dejar que una situación mala nos dañara el día. Hubo muchísimas situaciones como esas pero también hubo otras no tan buenas que recuerdo.

Una de esas situaciones no tan buenas fue la de la marisquería en la 65. Había un restaurante entre Sabana Abajo y Saint Just que nosotros frecuentábamos y una noche común y corriente Mami y Luis fueron a comprar comida pa’ llevar. Luis se había bajado del carro para recoger la comida y mientras estaba adentro un hombre se acercó al carro, con pistola en mano, para asaltarnos. Mami se dio cuenta de lo que sucedía y me gritó “sube el cristal!”, y recuerdo haberle preguntado “porque?” .  Esa fue la última vez que yo les pregunté algo a mis padres antes de hacerlo. Primero haz y después pregunta. Dentro del negocio Luis, al darse cuenta lo que sucedía, salió corriendo y espantó al pillo. Esa no fue la única vez que Luis actuó como superhéroe aunque claro está, tuvimos suerte que el tipo hecho a correr y no hubo problemas.

Lo que sí es indudable fue su heroísmo durante y luego de la guerra de Vietnam. Quisiera tocar esos temas sensitivos él nunca hablaba de ellas con nadie así que no me siento en posición de divulgar lo que él solamente le contó a varias personas en su vida. Pero con tanto está decir que recibió 6 medallas de heroísmo por una nación lo cual él nunca quiso y probablemente fue la chispa que encendió su conciencia y lo motivó a llevar una vida llena de servicio al prójimo y su querida patria.

Para mí, acto de superhéroe fue aquel día en el estacionamiento del Turabo, su alma mater. Me llevó a enseñarme los lugares donde él jangueaba y para revivir recuerdos de su tiempo allí cuando de repente al coger una curva la puerta del desquiciado Javalina se abrió. Yo no me había dado cuenta y en esos entonces nadie usaba cinturón de seguridad y yo estaba a punto de salir volando por la puerta pa’ fuera. El, en menos de na’ me agarró con una mano por la camisa y me salvó de estrellarme contra el piso. Luego lo recontaba como chiste pero los dos sabíamos que la situación tenía potencial de terminar en tragedia si no hubiese actuado como lo hizo.

Menos heroico fueron la multitud de tapones que me metió jugando baloncesto en la cancha de Torres de Carolina aunque se creía el Bori-Hulk cada vez que me metía uno. El, 6 pies 3 pulgadas, yo con 8 o 9 años de edad midiendo más o menos 4 con na’.. Uno creería que él lo cogiera suave conmigo. Nacarile del oriente. Después de cada tapón me decía “niño” y se echaba a reír a carcajadas. Eso me enseñó a tirar al canasto en forma de globito para no recibir tapones de gorillas bocones. Forma de tiro que aún llevo en mi arsenal de juego. También me enseñó que para ganarle a otro hay que fajarse. En esa cancha nunca hubo trofeo de participación.

Cerca de esa cancha también aprendí a nadar. Luego de enseñarme a flotar en la espalda, me tiró en el lado hondo de la piscina y me dijo que si me cansaba que me pusiera a flotar como había aprendido. Muchos pensarían que eso era peligroso pero Luis siempre me enseñaba primero las condiciones de sobrevivencia antes de tirarme al charco con los caimanes y por eso es que poco a poco se me fue quitando el miedo a todo. No puedo enfatizar la felicidad que uno siente cuando se libera del miedo y tengo a Luis que agradecer por ponerme en situaciones lo cuales hicieron que se me quitara el miedo de tantas cosas.

A pesar de que a Luis le daba repelillo trabajar duro, eso no significaba que no era fajón. Era que simplemente no había razón por la cual trabajar de más cuando el trabajo inteligente era mucho más sencillo. Nosotros formamos Empresas Sato S.A. como nuestra compañía de trabajo y nuestro lema era el ‘trabajo vago’. Vestimenta oficial: pantalones cortos y chancletas y si tienes prisa te hubieses levantado más temprano. Todo esto para establecer que nosotros estábamos ahí para ayudar con lo que se tenía que hacer pero a nuestro tiempo, sin reloj y a la forma que nosotros dictamos. Pero cuando había que meter mano se metía mano. Cuando yo era teenager él tomó un trabajo con una compañía de maquinitas de juegos de video. Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que nos metimos a La Perla a entregar máquinas de juego cuando en La Perla había un letrero en la entrada que leía “Si no eres de aquí, no entres. No queremos problemas con la justicia.” Pero con Luis yo nunca tenía miedo en ningún lugar que estuviésemos parados y nos fajamos bastante durante esa semana para entregar las maquinitas. Ese trabajo fue de los más interesantes que recuerdo y estábamos brincando de negocio en negocio haciendo recolectas, arreglando y moviendo maquinitas por toda la isla.

Estar corriendo de un sitio a otro no fue nada difícil para nosotros porque desde siempre eso era algo común y corriente. Casi todos los Viernes Mami y Luis me recogían de la escuela y Luis me ponía un mapa en la mano y me preguntaba “Pa, donde?”.  Ese mapa, forrado de highlighter, era nuestra biblia y el gol era trazar toda carretera en el mapa poco a poco. Si tomábamos la ruta que no era, Luis no me corregía, sino dejaba que yo hiciera la corrección para siempre estar pendiente de donde estábamos navegando y para que aprendiera el buen sentido de dirección. Por eso es que hoy día soy un “GPS geek” y mi apetito por la aventura y de estar en la calle cogiendo para todos lugares es enorme.  Me da piquiña estarme quieto y mi deseo de estar encontrando lugares nuevos todo el tiempo es casi insaciable. Hubieron fines de semana que nos levantabamos super temprano tan solo para guiar este y llegar a Fajardo para ver el amanecer y luego luego tomar toda la ruta panorámica, parando en cuanto pueblito o cualquier novedad que quisiéramos, terminando en Boquerón para ver el atardecer en el oeste.

Nosotros llegábamos a los pueblos y nos sentabamos en un banquito de cada plaza a examinar a la gente que nos rodeaba. Sociólogo al fin, Luis me hacía cien mil preguntas sobre lo que yo estaba observando y fomentaba diálogo siempre buscando mi opinión sobre las interacciones que se manifestaban a nuestros alrededores. No para criticar a la gente sino de forma observativa. Los manierismos individuales. Los movimientos de grupos. Era algo tan interesante para mi y aprendí de bastante joven a estar pendiente de todo lo que me rodeaba a todo momento hasta que se convirtió una costumbre natural en mí y que me ha ayudado muchísimo con interacciones sociales a través de mi vida. Y pues si acaso para nada más que sentirme en paz conmigo mismo cuando la soledad aprieta.

A Luis no tan solo le gustaba la Salsa. Él era fiel seguidor del Jazz. En su apartamento teníamos el ‘cuarto de la música’ que era mi cuarto (luego el cuarto de los locos cuando yo me mude a estados unidos y le daba uso cualquier pana que lo necesitara) equipado con dos platos para tocar discos LP. Teníamos lo que le llamábamos ‘noche de música’ en lo cual nos tirábamos al piso con par de beanbags  pasando toda la noche formulando un ‘playlist’ de la música que habíamos escuchado. Nos adherimos a una regla muy sencilla lo cual era que teníamos que escuchar el disco completo antes de poder formar la lista entera. Eso me enseñó a escuchar cada instrumento e interpretar la música desde otro punto de vista que no fuese tan solo un ritmo chevere. Cada selección tenía que intersecarse una a la otra con la más alta precisión como un rompecabezas para que el estado anímico de la noche estuviese adecuadamente capturado en la lista. Era un ejercicio en paciencia, amor por la música y respeto a los músicos que tocaban sobre esos discos. Si alguien cuestiona porque a él le daba tanta ansiedad la música ‘mala’ actual me imagino que tal vez la nostalgia de todas esas noches que estuvimos escuchando Salsa y Jazz eran diametralmente opuesto a la música de hoy en sentimiento y esas buenas memorias asociadas con ese tipo de música ya no las vivía. Es puramente especulación de mi parte pero la música tiene ese poder y nos traslada de esa manera.

 

Hablando de poder. Luis nunca fue religioso. No creía ni angelitos ni en fantasmas. Pero si tenía fe en ‘El Poder’. El Poder fue derivado de la película Star Wars. Película que nosotros fuimos a ver 20 mil veces porque el hijo del dueño del cine de Laguna Gardens era mi pana y nosotros íbamos y nos tirabamos en el piso del cine al frente de la pantalla a ver la película cuantas veces nos diera la gana. El Poder siempre fue parte de nuestra identidad al igual que Dios lo es para muchas personas. Si algo nos fue bien inexplicablemente, fue por El Poder y se manifestaba casi todos los días cuando estábamos juntos. Por ejemplo, el día que estábamos pelaos y caminando por Vistamar. Llegamos a uno de los negocios de la Esquina Caliente que tenía una maquinita de casino. Yo metí mi mano en el bolsillo y saque la única peseta que llevaba conmigo y se la enseñé a Luis. Luis la cogió y la jugó y con esa peseta nos ganamos 10 pesos de un cantazo. Con esos 10 pesos nos montamos en guagua pública y nos fuimos para pinones a pasar el dia entero.

Estaba El Poder y también el ‘Susto de la Vaca’ lo cual era que cada vez que nosotros nos tirábamos para la isla se nos atravesaba una vaca por frente. Si no había ese evento, el viaje no era viaje oficial. Hubo muchísimas cosas como esas que eran únicamente nuestras y cada vez que esas pequeñas cosas se manifestaban enriquecian cada día más la relación que teníamos.

Esas cosas pequeñas son unas cuantas cosas que extrañaré profundamente y son piezas que moldearon quien soy hoy día. Cosas pequeñas de la vida pero gigantescas en la relación entre un hijo atento a un padre que siempre estuvo y estará presente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Artículo anteriorAsí empezó Albizu
Artículo siguientePIP presenta su protocolo institucional sobre conflictos de género