Las Manos del campo y lo grotesco

Taoné en Cuba

 

 

En Rojo

Tus manos, recientes, renovadas
por el fuego y por los huesos
de los héroes se levantan.
Acarician y enamoran a la tierra
hasta dar con el dulzor
del trabajo, la esperanza.

Tus manos pequeñas y adorables
transparentes como un árbol
en la luz de la mañana.
Relucen en el campo
como un fruto.
Se mueven tan ligeras
como ramas
y de ella crece
el sueño del futuro,
el sueño del futuro de la patria
que está en tus manos.

Parece que en las campañas eleccionarias se vale todo, como en la guerra. En los tiempos que corren -que vuelan y teletransportan- los mensajes propagandísticos no tienen criterios lógicos. Digamos que la racionalidad no se pasea por los anuncios que te interrumpen a través de los medios mientras ves el final de la serie de los Dodgers frente a los Yankees, o cuando tratas de sosegarte escuchando música.

Y hablando de música, estoy seguro de que han escuchado cómo una hermosa canción de Antonio Cabán Vale, cuya poesía y letras se alimentan de ese fulgor abstracto que es la patria, ha sido secuestrada -perdonen aquí la exageración- por la campaña de un partido y de una candidata que representa los intereses de lo peor. La canción en cuestión- Las manos del campo- parece haber sido escrita por El Topo a raíz de su experiencia en los campos cubanos, maravillado por las escuelas en el campo, viendo a los niños aprendiendo a sembrar. De ahí los versos “tus manos, pequeñas y adorables”. Que Jennifer González la use en su onerosa campaña es una grotesca paradoja.

La comisionada residente en Puerto Rico -pero que no tiene derecho a votar en Washington-, vaga y prepotente, como ha dicho su madrina, aparece en un videoclip que hace honor a la manipulación de las creencias y la distorsión deliberada del sentido. En el video, el hijo del cantautor nacional ejecuta la canción de su padre en un ejercicio paradójico: lo hace para la campaña de una funcionaria de lo peor que rindió homenaje a Julito Labatud, financista del terrorismo cubano en Puerto Rico. Lo hace como parte de la propaganda de una agrupación que se ha dedicado a perseguir, hostigar y asesinar adversarios políticos.

Digamos que estos son los tiempos que vivimos. Reina la posverdad: los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que las emociones y creencias personales. En este contexto, las verdades subjetivas pueden prevalecer sobre las verdades verificables, lo que lleva a la difusión de información errónea o manipulada. Eso sucede con esta hermosa pieza de El Topo. El término posverdad no es nuevo. Se popularizó en el ámbito político y mediático, especialmente en relación con fenómenos como la desinformación en redes sociales, las noticias falsas y el uso de la retórica emocional en debates públicos. Toda la narrativa paranoica, neoliberal, antiobrera, que intenta darle carne al “fantasma del comunismo” es parte de esta campaña. No se piensa, porque no le interesa a JGO, que esas narrativas que resuenan emocionalmente con las personas en un sistema populista, conservador, que ataca la educación, tienden a ser más persuasivas que los datos y evidencias concretas, lo que puede tener implicaciones significativas para la democracia, la confianza en las instituciones y el discurso público.

A mí el anuncio político pagado me parece grotesco. Y no voy a pedir excusas para aclarar conceptos. Es mi oficio y mi afición: lo grotesco genera una sensación de extrañeza o inquietud.

Me pongo serio y académico: Kant, por ejemplo, considera lo grotesco como un tipo de belleza que provoca risa al presentar una incongruencia entre la forma y el contenido. Eso es lo que sucede cuando veo y escucho ese videoclip. Para Mijaíl Bajtín, un sabio de la era soviética, el término grotesco supone una forma de expresión que desafía las normas y convenciones establecidas, permitiendo una mezcla de lo serio y lo cómico. Lo grotesco, es distorsión y fusión de opuestos. Bien mirado, en la literatura esto permite una visión más profunda de la realidad. Pero eso sucede cuando la intención es estética. Aquí no hubo tal intención. Esto es una intención siniestra de torcer el sentido de la poesía, de la canción, que se resiste ante la absoluta incongruencia de los participantes y de los auspiciadores.

Solo gracias a Bajtín puedo asumir esto como una posibilidad, más que un ataque vil a la sensibilidad. Asumo el insulto a la memoria de El Topo y pienso en el carnaval y la cultura popular, donde las jerarquías sociales se invierten y se celebra lo absurdo. Este grotesco debe convertirse en una herramienta de crítica social, revelando las contradicciones y tensiones de la vida cotidiana. A través de lo grotesco, es posible entender mejor las dinámicas de poder y los conflictos en la sociedad. Tenemos que llevar esto a las últimas consecuencias. Rescatar nuestra poesía y nuestras canciones. Cantar hasta cansarnos. Mostrar el cuerpo alegre. Liberarnos del miedo y nombrar al/la enemigo/enemiga por nombre y apellido.

 

 

 

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