Mirada al Pais: El declive histórico de la política neoliberal: su manifestación electoral

Especial para CLARIDAD

En un artículo anterior establecimos una periodización de la política neoliberal en Puerto Rico desde su aprobación como política pública por parte del gobierno en 1988-89 hasta 2021. Destacamos la existencia de dos grandes períodos durante estos treinta y dos años. El primero se desarrolla desde 1989 hasta marzo de 2006, mientras el segundo período cubre desde 2006 hasta el presente. Periodizar no significa la ausencia de continuidad durante el tiempo señalado. La política neoliberal ha seguido avanzando y se ha profundizado. Sin embargo, no puede disociarse de la profunda crisis que ha provocado. No hay posibilidad de esconder un hecho revelador: la crisis actual, cuyo comienzo se manifestó en marzo de 2006, considerada ya como una depresión o un colapso, es una criatura de la política neoliberal. Si todavía existen espadachines a sueldo elaborando el canto agrietado y arrugado de las virtudes de la empresa privada como motor de la economía, es simplemente porque están bien pagados y tienen la vergüenza atada al bolsillo.

Aun cuando los medios masivos de comunicación se llenan de artículos con las supuestas bondades del mercado, la población ha dejado de creerles. Los motivos de la descreencia no son difíciles de entender. Pueden reducirse a una causa principal: la vida cotidiana, con su empobrecimiento creciente, va por un camino muy diferente a los discursos enaltecedores de las supuestas bondades del mercado. Con los años se ha profundizado el conflicto entre experiencia colectiva y retórica neoliberal. Además, el podrido edificio social de la crisis ha sido coronado con el fracaso estrepitoso de la Junta de Control Fiscal con su política agresiva contra amplios sectores laborales y comunitarios, mientras ha sido consecuente en la defensa de los bonistas más poderosos y voraces. El desprestigio de la Junta imperial ante la población no puede separarse del desprestigio de los dos partidos que promovieron su existencia.

 

Hay un aspecto importante en el declive neoliberal. La pérdida de credibilidad del fundamentalismo de mercado no puede divorciarse de sus promotores: las organizaciones de los empresarios privados, incluyendo los medios masivos de comunicación, los dos partidos de gobierno y la pléyade de economistas que han expresado la firme atadura entre conciencia y bolsillo. Ahora bien, ¿cómo se ha manifestado visiblemente la crisis de credibilidad o el desprestigio del fundamentalismo de mercado? Hay dos manifestaciones reveladoras. La primera puede captarse en el descenso sistemático de la participación electoral desde 1996. En 1996 la participación electoral fue de 83.2%, mientras en 2020 descendió a 52.02%. Un porcentaje cada vez mayor de votantes ha decidido apartarse del proceso electoral.

La segunda manifestación de la crisis de credibilidad bipartidista se ha expresado en el interior del proceso electoral, entre aquellos que todavía participan. Para observar el declive de la hegemonía electoral bipartidista conviene focalizar en los momentos culminantes del partido con mayor vitalidad durante las tres décadas de política neoliberal. En las elecciones de 1996, Pedro Rosselló obtuvo 1,006,331 votos. Por primera vez en la historia un partido sobrepasó el millón de votos, con un 51.1 % del total de las personas que participaron en el proceso electoral. La segunda situación similar ocurrió en las elecciones de 2008, después del comienzo de la crisis de marzo de 2006. Luis Fortuño obtuvo 1,025,965 votos: 52.8% del total de los votos emitidos. Derrotó a Aníbal Acevedo Vilá por más de 215,000 votos. En ambas ocasiones, era legítimo pensar que el Partido Nuevo Progresista impondría una nueva hegemonía electoral duradera. Sin embargo, no fue así. Ninguno de los dos protagonistas pudo revalidar. Rosselló decidió retirarse como candidato en las elecciones del 2000 y Luis Fortuño fue derrotado en las elecciones del 2012. Ambos vieron su inmensa ventaja electoral convertirse en sal y agua. Las grandes movilizaciones sociales contra la política neoliberal barrieron esas ventajas.

Durante el segundo período de la política neoliberal bipartidista, comenzado en 2006, hemos visto la manifestación de un proceso significativo. El Partido Nuevo Progresista (PNP) llegó a su cúspide electoral en 2008 para luego descender de una forma aguda, incluso en elecciones victoriosas. Los 1,025,965 votos de 2008 (52.8%) se redujeron a 884,775 votos (47.1%) en 2012, para descender a 660,510 votos (41.8%) con la victoria de Ricardo Rosselló en 2016. El declive siguió acentuándose con la frágil victoria de Pedro Pierluisi en 2020, al obtener 427,016 votos (33.24%). Si Luis Fortuño alcanzó 1,025,965 votos en 2008 y comparamos esta cifra con los 427,016 votos de Pedro Pierluisi, podemos observar una disminución de 598,949 votos. De un apoyo de 52.8% de los electores en 2008, hubo un descenso a 32.93% en 2020. Si a este marcado descenso le añadimos la caída en el porcentaje de participación electoral, que disminuyó de 79.05% en 2008 a 52,84% de los electores inscritos, Pedro Pierluisi fue electo por una minoría alarmante de los electores del país.

El declive del PNP puede observarse también en el curso electoral del Partido Popular Democrático (PPD). Si comparamos los 978,860 votos (48.86%) obtenidos por Sila Calderón en el 2000, con los 407,817 (31.65%) logrados por Carlos Delgado Altieri en 2020, estamos ante una reducción de 571,043 votos. Puede observarse, por consiguiente, que el descenso electoral del PNP y el descenso del PPD se mueven por caminos paralelos. Se trata, evidentemente, de un repudio popular masivo a los dos partidos principales por haberse convertido en promotores burdos e insensibles de la política neoliberal empresarial. Con los números anteriores, a grandes rasgos, podemos destacar que en Puerto Rico está en camino, profundizándose, una revolución electoral con dos aspectos entrelazados: el abandono masivo del proceso electoral, por un lado, y el abandono de las dos piezas del bipartidismo neoliberal por decenas de miles de aquellos que todavía participan en el proceso, por otro lado. No hay manera de explicar la catástrofe de ambos partidos recurriendo a la emigración cuantiosa de población durante este segundo período de la política neoliberal.

 

Un acontecimiento decisivo para comprender la profunda crisis de representatividad de los dos partidos principales fue la destitución de Ricardo Rosselló como gobernador durante el verano de 2019 mediante enormes movilizaciones. Se han agudizado las condiciones para que algo parecido vuelva a ocurrir. Pierluisi sacó menos votos que el conjunto de los candidatos y candidatas a la gobernación de los partidos fuera del bipartidismo y representa apenas un tercio de los electores que participaron en el proceso electoral, que fue poco más de la mitad del total de los electores inscritos. Un fuerte factor puede afectar el curso de la revolución electoral en movimiento: el impacto de los fondos federales. Hoy por hoy, la política colonial del PNP se sostiene con la masividad de tales fondos. Son su fuerza y su talón de Aquiles.

 

Antes de concluir quiero dejar planteado un problema crucial. La política neoliberal ha polarizado la riqueza existente en el país: se empobrece relativamente una mayoría mientras aumenta la riqueza de una minoría empresarial cada día más desconectada del bienestar social. Para que esta sociedad no camine implacablemente hacia una explosión social con capacidad para transformar la revolución electoral en una fuerza de cambio social decisiva, la política neoliberal se ha propuesto profundizar el desmantelamiento y eventual destrucción de la educación pública. La educación pública fuerte y vibrante es el peor enemigo del fundamentalismo del mercado. Por eso hay que debilitar y destruir la escuela pública y la universidad pública. El neoliberalismo no interesa ni puede promover un sistema público democrático y eficiente. Ahora bien, su propósito está lejos de garantizar su éxito.

 

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