Para que este año nuevo sea realmente nuevo

 

 

 

Especial para En Rojo

 

En todo el mundo, en estos días, las personas se desean feliz año nuevo. Hay quien cree que, por el hecho de hablar, el deseo se convierte en realidad, casi de forma automática. Otros piensan que la misma evolución del tiempo pueda mejorar las cosas.

Algunos pueblos tradicionales conservan costumbres como, en Nochevieja, quemar toda la ropa usada y empezar el año nuevo con ropa blanca o nueva, símbolo de renovación de vida. Al amanecer del primer día del año, seguidores de cultos afrodescendientes acuden à playas y ríos con flores y ofrendas a los espíritus del cielo y la tierra. En nombre de todos los seres humanos, cantan su disposición de amor y comunión universal.

Las perspectivas para el mundo en 2023 no parecen optimistas. La ambición de las grandes potencias, los intereses de las industrias armamentísticas y proyectos imperialistas de Estados Unidos y Rusia mantienen la guerra en Ucrania y otras guerras en todo el mundo. La ONU sigue intentando salvar la ecología mediante proyectos capitalistas como entregar la defensa de la naturaleza a empresas. El agua sigue considerada como mercancía a ser privatizada. Aun sabiendo que las pandemias amenazan a toda la humanidad, la Organización Mundial de la Salud no entra en la campaña mundial para que las vacunas  contra los virus sean gratuitas y universales.

En América Latina, el sueño de una gran patria solidaria requiere más esfuerzos. La guerra mediática de la elite contra cualquier transformación del mundo en favor de los empobrecidos continúa fuerte.

En Brasil, el Año Nuevo estuvo marcado por la imagen de la toma de posesión del nuevo gobierno. Un viejo indio, junto a un niño negro, una joven trabajadora de las calles y otras personas que representaban a los más pobres han subido la rampa del palacio con el Presidente Lula.

Es de esperar que este gesto, de tanta fuerza simbólica, no se diluya en la cultura dominante, que aún mantiene enorme separación entre gobierno y sociedad civil. Parece que solo cabe al pueblo saludar y aplaudir.

Para que este Año Nuevo sea realmente tiempo nuevo, es necesario sentar las bases de una sociedad civil organizada, basada en la inclusión social, educación para la Paz, no violencia y diálogo. Sin duda, movimientos populares deben garantizar permanente renovación de la mística revolucionaria como alma del camino social. Las religiones, que durante siglos han coexistido con las desigualdades y injusticias sociales, y a menudo las han legitimado, tienen ahora la tarea de desarrollar una espiritualidad liberadora que de testimonio de Dios como Amor.

En el Foro Social celebrado en Túnez (África) en 2015, había una carpeta en la cual estaba escrito: «La humanidad necesita una verdadera revolución. Sólo nuestra audacia puede hacerla posible». Esta audacia comunitaria nace de la convicción de que mañana puede ser diferente. Los cristianos nos regocijamos aún más en la fe de que, en este camino, nos acompaña siempre Jesús resucitado, que dijo a sus discípulos: «Yo estoy con ustedes todos los días, hasta que se cumpla el tiempo» (Mt 28,20).

 

 

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