Poemas de Irizelma Robles

1.

“En la cacería están ocultos los secretos de la vida”

Guillermo Arriaga

Cazador y Chamán:

el desierto es un mar sin agua,

volteado al revés para los cazadores de magia,

poblado de cuerpos enjutos para los cazadores de muerte,

el chamán viaja hacia la raíz del peyote para resurgir

como única flor violenta

tú sigues de largo con la mirada fija entre dos cielos

2.

Los Hombres del Venado visten las fibras curtidas del tiempo

al que sobreviven en sus hijos de sombra,

en sus mujeres de fibras curtidas por la vida

la tribu de los Tének lo recibe con sus flechas de hueso

y sus arcos de tendones

la muerte inmediata de la sombra sobreviene al día

la noche no llega hasta muy entrada su muerte

cuando intercambia las armas

y depone la piel

3.

“El venado huele a mujer y cuando se angustia,

despide un sudor melifluo que, de poderse recoger aún tibio,

sirve para curar la rabia de los animales salvajes”

Roque Dalton, “El venado”

El mar es un desierto de agua, una polvareda de gotas imposibles

en este paisaje de agaves sin dueño, el Cazador lo imagina

cuando descansa de tramo en tramo

y permite que el arco de tendones

caiga de sus manos,

también la flecha

en el mito perderá la vida cuando enfrente al último de los Venados

ya despierto perderá la vida

nadando a la deriva en un mar de agaves

4.

Una mujer desnuda

sobre una cama

de peyotes florecidos

invoca su Nagual

con voz urgente

nace jabalí para la flecha

cepo del Cazador

5.

Un chamán de la tribu lo acompaña hasta la Húmeda

una cueva milenaria que guarda

todas las semillas de la vida

la Húmeda es un pozo que adentro es miles de aguas innombradas

En este rito iniciático las corzas dibujan un muro frente a

la Corzaria de la humedad prohibida

En ese momento

pudo inventar mil nombres

6.

Se despeña por un destiladero

de agaves encendidos

de aguas cristalinas

que calmarían su sed

de no estar ciego

por la sed de sangre,

trago de agua ardiente

hijo de la humedad

7.

Brotaba cieno de la cría, ardida entre sus manos,

un animal dormido agita sus alas cornalinas en el sueño de la muerte

El campo seco se abre en dos para que entierres el dolor de no haber sentido el último suspiro del venado

la humedad de la sangre no es tuya, el hedor de la sangre

ni el tiempo que tiende hoja tras hoja seca

y guarda entre hoja y hoja el rocío

8.

“…la fiera huele acaso la insolente carnada

convertida en rubí, lame sus brillos secos

de aparente jugo, pisa en vano el aterido resorte

de cristal o nácar del cepo inerme ahora.”

Eduardo Lizalde, “El cepo”

El cepo inerme ahora,

pero el amor no pasa de largo:

un tobillo de la presa

mana sangre tierna,

recién nacida,

casi un hijo.

9.

El imantado renace en su propia cueva.

Nada teme la fuerza del nuevo conjurado,

del apenas nacido de su mujer.

Andará toda la tierra hasta hacerse pródigo de nombres,

rico de voces.

Dirá sin miedo que ella es su mujer y madre,

su cierva de caza,

su pie lastimado.

Ella dirá “eres yo crecido” y andará toda la tierra.

10.

¿Adónde estás Amado que me dejaste con gemido?

La voz de la Cervatilla

cantaba la choza,

anunciaba la partida de caza.

En la cacería se ocultan los secretos de la vida

y la miraba sumergirse en ella, en él,

en el agave azul.

Y el secreto oculto en el gemido

tornaba al color del agua.

Irizelma Robles (Hato Rey, 1973) hizo su doctorado en la UNAM y en Estudios Hispánicos en la UPR. Ha publicado los poemarios De pez ida (Isla Negra, 2003), Isla Mujeres (Fragmento Imán, 2008), y Agave azul (Folium, 2015).

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