“Rebeldes y perseguidos: cristianos y cristianas en Puerto Rico  y su lucha por la liberación, el ecumenismo, la justicia y la paz”.

Padre Feliciano Rodríguez y el autor del libro, José Enrique Laboy. Foto Alina Luciano/CLARIDAD

 

 

Desde la fe, los creyentes pensamos que la humanidad posee una tendencia espiritual a reproducir en sí misma los misterios del Hijo de Dios. Se trata de la irrupción del Espíritu Santo, que actúa en las personas y en el entramado de las relaciones y eventos que llamamos historia. Esa revelación se activa a través de buenas voluntades, de mucho diálogo, acciones valientes y generosas, en fin: por medio de la pasión por el Reino de la justicia y la paz. Todo esto podría retratar el contenido del libro que nos ha brindado José Enrique Laboy Gómez; libro que contiene la descripción, por así decirlo, de numerosas “revelaciones” del misterio de la “encarnación del Hijo de Dios” en Puerto Rico, en los pasados cuarenta años, en las vidas de incontables compatriotas de toda extracción.

También percibimos en sus páginas otro misterio transparentado: el misterio pascual, el de la pasión que a veces dura años, y que ha implicado para muchos, vergonzosas persecuciones y hasta el sufrimiento de la cárcel. Pero además rastreamos el misterio más importante: el de la resurrección y el de Pentecostés: misterios gloriosos que nos sorprenden el alma, al ver a tanta gente compartiendo y generando vida, construyendo la unidad en la diversidad de lenguas de las varias confesiones. El Pueblo de Dios se configura marchando mano a mano. Nos impacta aún más toda esta historia por lo cercana, porque “la mayoría de estas personas aún viven entre nosotros”, como diría la primera carta a los Corintios (15,6) cuando comentó sobre los testigos del Resucitado Jesús de Nazaret.

El libro me confirma interiormente la imborrable e insobornable raigambre latinoamericana y caribeña que identifica a los puertorriqueños y puertorriqueñas. El reguerete de rebeldes enumerados por José Enrique Laboy se les fue de las manos al Imperio, a la Marina, al gobierno de la colonia, a los conspiradores religiosos… Cuando un movimiento socio-cultural-político-espiritual se condensa y se expande exponencialmente, no hay poder que lo pueda reprimir. Lo intentaron arrestando a más de 700 personas tras los eventos de Vieques, pero les salió el tiro por la culata y tuvieron que cerrar la base militar y naval más grande del Hemisferio Occidental, fuera del territorio continental estadounidense.

El profesor Luis Rivera Pagán habla sobre el libro. Foto Alina Luciano/CLARIDAD

Al terminar de leer el libro, no queda solo sabor a historia. Queda la sensación de haber repasado un segmento importantísimo de la historia de esta generación, un kairós, un acontecer que marca para siempre. No es algo único, pues, como dice Eunice Santana en la conclusión, toda generación tiene su propia expresión y forma de hacer gestos históricos y proféticos, pero sí, este es el testimonio de una generación de creyentes que, junto a tantas otras personas que no comparten necesariamente nuestra fe, coincidimos en los terrenos de la paz, la justicia, los reclamos de dignidad para un pueblo.

Mientras que en Estados Unidos se abría el siglo XXI con la tragedia de las Torres Gemelas y la consiguiente secuela de guerras, limitación de derechos humanos y funestos derechismos y racismos… en Puerto Rico inauguramos el siglo con el sol de la paz y la libertad alzándose por el oriente viequense. Somos distintos; una y otra vez lo demostramos, y este libro recoge otro de tantos testimonios históricos que así lo comprueban.

Fuimos testigos y participantes de un intenso momento axial. Todo fue confluyendo para que los intentos más burdos de “desalentar” la Patria (y “desalentar” quiere decir literalmente, quitarle el aliento, asfixiarla)…, esos intentos, contrario a lo esperado, nos hicieron reaccionar y nos levantaron en alas hacia un nuevo aire, incontenible; una bocanada del Espíritu. Tan fuerte fue que detuvo los plebiscitos maquiavélicos de Pedro Roselló, envalentonado porque había obtenido a su favor en las elecciones generales el más alto porcentaje de votos con el mayor número de votantes inscritos en elección alguna en Puerto Rico. Se detuvieron ataques a los obreros, ataques a la cultura, opresiones provenientes de dentro de las mismas iglesias… y en Vieques se paró en seco la maquinaria de guerra más aplastante de la Tierra. Todo sin disparar un tiro, sin dinero, sin los trucos de los poderosos, en escenarios dolorosos, aprendiendo en la marcha. No se nos pueden olvidar las lecciones de esta historia.

Gracias a este libro nos resultan conocidos por nombre y apellido las personas, momentos y lugares que nos estremecen por sus gestas; y al escuchar esa larga lista de nombres -como nos las desgrana José Enrique- nos lleva a imaginar lo que sentirían aquellas primeras generaciones de cristianos cuando leían en sus encuentros los relatos del Evangelio, los Hechos, las cartas y reflexiones, los nombres de sus hermanas y hermanos, sus amigos… Gente buena, para nada angelical, de carne y hueso y con sus contradicciones… pero sobrellevadas por la justicia y la fe, algunos de ellos mártires. “¿No nos ardía el corazón cuando nos hablaban…?”, podemos decir parafraseando el relato de los discípulos de Emaús. A mí el libro de José Enrique me hizo arder el corazón. Gracias, querido hermano. Se nota que a ti se fue de control, de vez en cuando, lo que se supone sea una fría y calculada ecuanimidad de historiador. Este libro te descubre cuando menos como simpatizante de rebeldes perseguidos. Prepárate para ingresar en los nuevos carpeteos, porque nuestros regentes colonialistas son cada vez más descarados en la injusticia y en la corrupción -dos vicios que suelen ir de la mano-. Hay historiadores que pretenden una falsa neutralidad; gracias por tu transparencia a la vez que por tu rigurosidad historiográfica.

José Enrique Laboy Gómez nos recoge los datos de lo que fue de hecho una nueva exégesis de la Palabra escrita en el libro de la historia boricua de las pasadas décadas, en continuación con su obra anterior. Es un ejercicio que urge retomar para releer en el contexto la una nueva embestida, el engendro del fanatismo fundamentalista de derecha, que se ha atrincherado en lo más retrógrado de nuestras iglesias, y con el cual coquetea la derecha política para un nuevo ataque a la libertad. Se trata de los purismos que una y otra vez se han sucedido en la historia de la Iglesia, que con el tiempo acaban o en herejía o simplemente desaparecen, pero que mientras duran, pretenden usurpar libertades de conciencia, reducen los misterios vivos de la fe al ritualismo y las formas, y se acomodan en el poder reviviendo trasnochadas inquisiciones. Nos encontramos ya, en esta década de 2020-2030, en un nuevo conflicto (=“Meribá”, el lugar de la rebelión contra la liberación), del que Albizu Campos nos alertaría: cuidado con pelearse los puertorriqueños entre sí, que el adversario es el Imperio. El “divide y vencerás” no pasa de moda, y nos acecha. Y en el camino siempre aparecen falsos ídolos revestidos de oro, para deslumbrar y ofuscar la vista.

Siempre existirá quien prefiera regresar a Egipto a por sus ollas de carne en vez que avanzar hacia la tierra prometida de libertad. Urge volver recurrentemente al Cenáculo del diálogo y de la Patria. Hay demasiada profecía condensada en este libro de Laboy Gómez, en esa dirección. No hay espacio para declararnos retirados o cansados. “Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas; les brotan alas como de águila; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán…” (Isaías 40,31). Este pasaje de Isaías es parte del inicio del Libro de la Consolación, con el que el profeta animaba a la reconstrucción de su invadida y destruida Patria luego del destierro en Babilonia.

Este libro es lectura obligada -como tantas otras joyas que se están escribiendo por las nuevas generaciones de nuestros historiadores- para afirmarse en la avanzada del camino de nuestro éxodo hacia nuestra tierra prometida. Ante la disminución del hábito de la lectura, ante la desaparición de secciones de periodismo investigativo en numerosos medios, ante la trivialización de la cosa pública y del arte… urge repasar la historia y hacer nueva exégesis.

|Paréntesis: estudié historia y me certifiqué como maestro de historia de secundaria en 1981, justamente porque a mí solo me proveyeron, en 12 años de escuela pública, un solo semestre de historia de Puerto Rico. Yo necesitaba entenderme y entender a mi País, y a mi padre independentista y carpeteado… y las contradicciones de esta Patria nuestra… Escribir y enseñar historia, y hacerlo de forma que las nuevas generaciones la amen, es una de las tareas y retos más urgentes para la liberación de nuestro pueblo. Por eso, para mí, este libro es necesario…]

Libors disponibles en la CLARITIENDA Foto:Alina Luciano/CLARIDAD

Este libro, insisto, tiene el mérito de hacer memoria para todo el País, y muy particularmente para las iglesias cristianas, del poder que tienen la fe, la esperanza, la caridad, la comunión, el diálogo, la colaboración sin afanes de protagonismo, la pobreza evangélica, el discernimiento en común. Es una lección del “paso a la otra orilla” que Jesús practicó tantas veces: aprender a mirar al horizonte y a quienes nos necesitan, y no al libreto que nos da seguridades inútiles. De eso se trata el ecumenismo, más allá de la dogmática. La memoria es necesaria para que se cumpla la profecía.

«Rebeldes y perseguidos…” contiene claves, agendas inconclusas, puentes, criterios… Los creyentes agradecemos que se hiciera esta formidable recopilación de datos y testimonios, pero nosotros lo leemos con un lente que va más allá del momento histórico y de los hechos mismos, el que intenta descifrar en los movimientos, gestiones, profetas, gestas, entidades y luchas…, la historia que encubre misterios. La historia es y será siempre el escenario, porque es la opción del Dios judeocristiano para revelarse. La imagen y semejanza del Dios vivo es un ser humano actuante en un lugar específico, en una cultura concreta, en un proyecto de liberación. Si no lo es, es un falso dios, porque el Dios verdadero se hizo ser humano, se hizo cultura. Mientras que algunos quieren desconectarse de la realidad para no contaminarse, el verdadero creyente repite la kénosis, la encarnación en la historia, el amor apasionado por la tierra.

Un buen grupo se dio cita para oir la presentación. Foto Alina Luciano/ CLARIDAD

Henos aquí, entregando un libro que apenas es el prólogo para nuevas historias que hay que escribir y contar; y contarlas junto con las nuevas generaciones, de sensibilidades muy distintas, con las que hay que aprender a dialogar, nos guste o no su estilo. Contarlas sabiendo que más de la mitad de la Patria se ha mudado fuera de su tierra, pero un alto porcentaje de ella no se desconecta y la ama. Están dispuestos a invertir en nuestro futuro como pueblo, y les faltan, a veces, brújula y testigos. Muchos entienden mejor la Patria desde el distanciamiento y en el contraste. Entramos en una década de exilio geográfico y también cultural. Pero, como diría un autor, “en la dispersión, el texto es Patria…” (Hans de Wit)… Que este texto nos alerte y reconvoque, para no quedarnos solamente en añoranzas de lo que fue.

El futuro es ancho y está esperándonos a los que creemos en el Dios de la vida, a los que sabemos que emergerán nuevas expresiones y formas de resistir y de proponer la libertad; a los que estamos convencidos de que la voluntad de Dios es que Puerto Rico sea soberano, libre e independiente. José Enrique, ve preparándote para el próximo volumen, que ya se cuajan los nuevos nombres de nuevos rebeldes y perseguidos. Porque la lucha seguirá, sin duda alguna.

 

Presentación hecha en el periódico CLARIDAD el 23 de febrero. Libro disponible en la CLARITIENDA

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