Será Otra Cosa: El país que soñamos necesita a sus estofonas

Especial para En Rojo

Nota: El texto a continuación es un fragmento de la presentación que leí en el Tercer Encuentro Anual: Hacia la Recuperación Justa, gestionado por la vital organización Ayuda Legal Puerto Rico, y celebrado virtualmente el 5-6 de agosto de 2021. Agradezco especialmente a la Lic. Ariadna Godreau Aubert por la invitación y por su incansable labor de país.

Érase una vez la idea de la carrera. No de las de­portivas –que para eso tenemos, entre tantas otras, a la aguerrida Jasmine Camacho-Quinn–, sino de las académicas. Si a partir de los dieciocho, com­pletabas “exitosamente” el bachillerato y la escuela graduada, podías aspirar a un trabajo con salario seguro y los así llamados “beneficios” (que son más bien necesidades) por las que lucharon, y entrega­ron la vida, tantas compañeras del pasado.

Mas lo que había arrancado en los 70, eso que lla­mamos el giro neoliberal del capitalismo, se agudi­zó y expandió lo suficiente como para que, en las postrimerías del siglo XX –que en Puerto Rico coin­cide con el Rossellato y que es, precisamente, alre­dedor del momento en que mi generación comenzó a cumplir los 18–, esa sucesión de supuestos se que­bró como consecuencia de políticas tan capitalistas como las previas, pero que ahora eran cada vez más descarnadas, más irracionales, más sanguinarias. Si algo hoy nos queda claro –por más intolerable que resulte enfrentarlo– es que el capital asegurará la destrucción de las bases mismas que antes lo sostu­vieron si lo estima necesario para generar ganancia. No creo que haya ejemplo más contundente que la disposición de los actuales mandamases globales de tirar a pérdida el planeta mismo y financiar “mi­siones” a Marte. Una escribe estas cosas y parecen guión de serie distópica. La distopía, sin duda, está aquí. Pero no es nuestra. Lo nuestro es otra cosa…

Enseñé por casi una década en la UPR con contra­tos temporeros, y durante ese periodo me involucré activamente en la lucha por nuestra universidad pública. Ya no estoy ahí. Este año de tantos dolo­res me he propuesto emanciparme del sacrificio exigido de forma desproporcionada a nosotras y nosotres en pos de las instituciones, incluida la de La Izquierda. La UPR ha sido, es, y será siempre un nido de sueños, que quede claro. Mas son muches sus constituyentes (como seguramente es también el caso en el Departamento de Educación) que, cada vez más vulneradas por la austeridad y el saqueo de lo común, pueden y quieren ofrendar sus talentos y pasiones a reproducir refugios diversos en otras calles y litorales, y, sobre todo, a hacerlo de modos extra institucionales.

Con el fin del cuento de “la carrera,” habrá que apos­tar por y abalanzarse a la convicción –que no por eso está exenta de muchísimo miedo– de que es posible, y también deseable, tomar para nosotres este presente si nos quitan la idea del futuro; de que es posible, y también deseable, dejarnos tomar por las olas y la sal y el horizonte y las islas y los san pedritos y la Sierra Bermeja y las ceibas y los tinglares y las flores de maga y el arruí que escapó del zoológico y ustedes y nosotras y las formas de movilización que potenciamos juntes. Para nombrar nuestros sueños, los modos de quedarnos y de re­tornar, sin duda precisamos tiempos y espacios com­partidos, como éste. Pero también nos urge acercar­nos con audacia a la imaginación y al pensamiento; no descuidar la curiosidad; generar otros conceptos comunes.

Elaboremos en convivio las listas, los diccionarios, los glosarios, los repasos hacia nuestra “otra cosa”… El país-región que soñamos reconoce el estudio, la imaginación y la creación como derechos, poderes políticos y prácticas revolucionarias. Por eso, no pueden estar supeditadas a ninguna institución, aunque siempre son capaces de suscitarse en ellas. Podemos y debemos ejercerlas en todas partes, todos los días, con quienes se arrimen desde la apertura y el amor. Estoy haciendo un llamado: el país que soñamos necesita a sus estofonas.

 

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