Yo soy, gracias a la UPR

Especial para CLARIDAD

 

#YoSinLaUPR simplemente no sería yo. 

Recuerdo vívidamente mi día de orientación en la Universidad de Puerto Rico (UPR). Estaba muy nerviosa. A pesar de estar loca por salir de la escuela superior, era intimidante estar en el gran campus de la UPR. Mientras esperaba el pon para Río Piedras, una imprudente paloma sanjuanera me cagó encima. La amiga de la familia, al verme manchada y casi al borde del llanto, muy generosamente, me dijo que me esperaba mientras me iba a cambiar rapidito. Una vez sentada en el anfiteatro de Estudios Generales, me di “palmaditas en la espalda” por tomar la decisión correcta de graduarme a los 16 años. Todo valió la pena.

Cuando por fin entré a la Iupi fui feliz. Sentía que podía respirar libremente, estaba a mis anchas. Atrás quedaron los dramas adolescentes, las claques y demás. Estaba lista para ser adulta, escoger mi horario, mis clases, mis profes… mi rumbo.

#YoSinLaUPR no hubiera conocido a personas maravillosas, que se convirtieron en grandes amistades. Gente chula y solidaria con quienes compartía no solo el gusto por la literatura, el arte y la fotografía, sino por el activismo político.

Ya no era la nena de Norma y Manny en el piquete; ahora era mi propia persona luchando hombro con hombro, con mis pares. Imposible olvidar la gran marcha desde el Recinto de Río Piedras hasta el Capitolio, por toda a la Avenida Ponce de León luchando en contra de la privatización de la Telefónica. Que orgullo haber sido parte de ese mar de estudiantes que defendimos con sudor y sangre el patrimonio nacional, y le hicimos frente a la administración del infame Pedro Rosselló González.

Manifestación d estudiantes frente al capitolio en contra del PC1003. Fotos Alina Luciano/CLARIDAD

Mi conciencia política y de justicia social se solidificó y creció gracias a la UPR.

#YoSinLaUPR no tendría una preparación académica completa y de excelencia. Gracias a una gran combinación de profesores y profesoras, y otros recursos, aprendí sobre literatura, humanidades, periodismo, ética, sociología y mucho más. La calidad de la enseñanza es indiscutible. Lo comprobé en más de una ocasión, (y esto sin ánimos de ofender a nadie) tanto en conversaciones con colegas que estudiaron en universidades privadas del país, como en instituciones de Estados Unidos.

Parte de lo que enriqueció mi educación fue el intercambio académico con Hunter College (CUNY) en mi tercer año de bachillerato. Porque #YoSinLaUPR tampoco hubiera tenido esa oportunidad única de irme a estudiar un año a la ciudad de Nueva York. La experiencia fue inigualable, por las clases y profesores, por el estudiantado, pero más que nada por el solo hecho de que se me abrió un mundo nuevo, amplio, exquisito, diverso, –en ocasiones muy duro–, para explorar.

La UPR también me dio cultura, una cultura rica, sabrosa, llena de cine internacional, teatro –clásico, absurdo y moderno–, música, fotografía, literatura… Imposible olvidar las visitas de “los indispensables” Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, al igual que de autores como Elena Poniatowska y Adolfo Bioy Casares; de disfrutar zarzuelas y operetas, de ver “Esperando a Godot” en el Teatro de la UPR y “Jardín de Pulpos” en el teatrito Julia de Burgos.

#YoSinLaUPR no tendría grabado en la memoria un masivo concierto de Fiel a la Vega en los predios frente a la Torre en los que bailé y canté con mis amistades en medio de la muchedumbre que celebraba el regreso a clases.

Fueron años maravillosos gozando de mis clases, compañeros y compañeras, de mi entorno, de la belleza del campus, del pueblo de Río Piedras, y mucho más.

Las luchas de la comunidad universitaria por una universidad pública, digna y accesible para todas las personas se han dado toda la vida. El poder y el capital continuamente acechan y amenazan al primer centro docente del país. Sin embargo, el estudiantado siempre saca la cara por todos, todas y todes.

Hoy, la UPR se ve amenazada una vez más. Pero esta vez el monstruo tiene más cabezas. No es solo el gobierno colonial del Estado Libre Asociado, la Junta de Control Fiscal (JCF) también ejerce su dominio. En 2017, a través del monigote Ricardo Rosselló Nevares, se impusieron millonarios recortes sistemáticos para el centro docente. La orden ejecutiva “para fortalecer las finanzas de la UPR” —eufemismo muy ofensivo– le exige a la Iupi que aumente sus ingresos de fuentes externas. Como ejemplo, osaron compararla con centros docentes en los Estados Unidos, que funcionan gracias a los altísimos costos de matrícula y créditos, más de donaciones multimillonarias. A la misma vez, pretenden que la UPR compita con entidades privadas para recibir contratos, a pesar de que la ley estipula que se le debe dar prioridad a la universidad del estado.

Ahora, el mal llamado, Plan de Ajuste de Deuda propone la subvención anual de $500 millones por parte del gobierno, lo que representa la mitad del presupuesto que se requiere. La quieren desmantelar, cerrar recintos y restarle poder a la estudiantina, a la disidencia, al lugar en el que tantas personas aprendimos a cuestionar, a exigir justicia.

Tenemos que defender la universidad del pueblo con uñas y dientes. Porque #YoSinLaUPR no hubiera conocido estudiantes de otros recintos que eran los primeros en su familia en llegar a la universidad, personas que no podían costear una educación de altura por no tener los recursos económicos. Comparto mi experiencia en Río Piedras, pero conozco muchas personas que estudiaron en Mayagüez (RUM), en Cayey, en Carolina, en Utuado y cuando intercambiamos relatos coincidimos en que #YoSinLaUPR no seríamos las mismas personas. Todos los recintos son importantes y satisfacen unas necesidades básicas para la población de Puerto Rico.

A la UPR la llevo en la sangre, en el alma y en el cuerpo y lucharé por el lugar que le provee a mis compatriotas una educación pública, accesible de excelencia. No permitiremos que la dejen en pilotes. No dejaremos de pelear por ella. ¡Los “pelús de la Iupi” somos gente combativa y arrojada, y daremos la batalla con orgullo!

Porque #YoSinLaUPR no sería por siempre 801-96-0194. Y como dicen las pancartas de mi pueblo: ¡La UPR no se vende, se defiende! ¡Nos roban el presente, la UPR se defiende! ¡Que vivan los estudiantes! ¡Que viva la UPR! ¡Hasta la victoria!

 

 

 

 

 

 

 

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