26 de agosto: de Kaepernick a la huelga de la NBA

Por Elga Castro Ramos/Especial para CLARIDAD

El 26 de agosto de 2016 el mundo del deporte se revolcó cuando Colin Kaepernick, mariscal de campo de los 49 de San Francisco, se arrodilló cuando sonó el himno de Estados Unidos que se toca antes de cada juego de la NFL. Este lo hizo en protesta por los asesinatos de hombres negros a manos de policías blancos, algo que ha sido una constante en Estados Unidos pero que en años recientes se ha incrementado su visibilidad porque han sido grabados en video que luego son difundidos. La respuesta fue contundente y casi unísona: condena a este acto considerado como anti-patriota y una ofensa a los símbolos patrios, como el himno y la bandera e incluso a las fuerzas armadas. Poco fue el apoyo que recibió Kaeperenick, aunque siempre hubo quien le reconoció el acto como uno valiente, comparable al que hicieran Tommy Smith y John Carlos en el podio de los Juegos Olímpicos en México del 1986 cuando levantaron su puño en protesta por el racismo hace más de 50 años. La historia de Kaepernick es motivo de un escrito en sí mismo: no lo volvieron a firmar en la NFL, pasó poco a poco a ser un ícono de la lucha contra el racismo y cuatro años después, en medio de una pandemia, como tantas otras cosas, su acto de arrodillarse pasó de ser uno contestatario a uno casi hegemónico y el símbolo del movimiento que hace meses es el “Black Lives Matter”, fundado en el 2013. Luego de varias muertes más, incluyendo la de George Floyd asfixiado por la policía de Minnesota y la cual despertó a un país dormido en una cuarentena, ahora los siete balazos a Jacob Blake a manos de un policía de Wisconsin, causó lo que nadie imaginaba, que equipos profesionales de Estados Unidos no salieran a jugar. Huelga.

Como mencionara en una columna anterior, las protestas que se desataron luego del asesinato de George Floyd fueron masivas aún dentro de la pandemia del COVID 19, con muchas manifestaciones en las calles desafiando las cuarentenas. Durante el pico de estas protestas el deporte profesional estaba detenido y los deportistas lo apoyaban desde sus redes sociales y fuera de éstas, pero cuando el deporte regresó no se olvidó. Desde su burbuja, la NBA dio un grito fuerte. El tabloncillo decía Black Lives Matter, los jugadores lucían camisas con esta frase, y en vez del apellido podían poner el mensaje que quisieran, algunos escogieron “Education Reform”, “Not one more”, “Enakopravnost”-que la tenía Luka Doncic que significa “igualdad” en esloveno-entre otros. Las baloncelistas de la WNBA dedicaron su temporada a Breonna Taylor, quien también fue asesinada por la policía y cuyo crimen aún no ha sido resuelto. Y en el béisbol de Grandes Ligas, donde ni aún en el 2016 hicieron manifestaciones, se arrodillaron y se expresaron a favor de la justicia racial.
En general, además del uso casi omnipresente de la frase “Black Lives Matter” en todas partes, se siguió jugando baloncesto y béisbol con “normalidad” (dentro de la anormalidad de la situación provocada por el COVID 19). Quienes critican a los atletas que no alzan su voz suficiente contra las injusticias argumentan a menudo que éstos siguen ganando sus millones de dólares y que lo más que hacen es ponerse la camisa con alguna frase anti racista, pero sin que esto afecte su juego, es decir, su trabajo. Claro, a ellos creo que se les exige mucho más que a otros ciudadanos, ¿quizás por ser en su mayoría negros? O quizás porque muchos consideran su salario desproporcionalmente alto.

Así, cuando el miércoles 26 de agosto los Bucks de Milwaukee decidieron no salir a jugar su juego de postemporada contra los Magic de Orlando, comenzaron sin saberlo un efecto dominó que incluyó múltiples juegos cancelados en la NBA, WNBA, las Grandes Ligas la NHL (liga de hockey sobre hielo). La importancia de esto es que fue un paso más allá al implicar un parón laboral real, con todas las implicaciones que esto tiene, sobre todo económicas. Menciono esto porque usualmente el capital aguanta mientras no se afecte sus ganancias y aparentemente aceptó y aguantó las protestas iniciales. Pero tan pronto se detuvieron la mayoría de los juegos del baloncesto de la NBA y esa misma noche paró la WNBA y al otro día comenzaron también a no jugar distintos juegos de béisbol y hockey, ocurrió algo inédito en la historia deportiva estadounidense. Por primera vez había una tácita huelga deportiva y no por motivos económicos (como ha habido otras huelgas deportivas) sino en pro de la justicia social y contra el racismo sistémico. Aunque no duró muchos días ni fue una parada total del deporte profesional estadounidense, sí tuvo un impacto, sobre todo mediático y en el público. Esto en gran medida producto de algunas de las declaraciones que hicieran los y las jugadoras y dirigentes. También, en esta era que es tan visual, hubo manifestaciones que valieron más que palabras, como las que hicieran algunos equipos de béisbol, saliendo al terreno y quedarse 42 segundos parados-esto en honor al número que usaba Jackie Robinson cuyo día curiosamente se conmemoraba el viernes 27, y luego retirarse del terreno, no sin antes dejar una camisa de “Black Lives Matter” sobre el plato del “home”. También muy impactante la que hicieran algunas baloncelistas de la WNBA las cuales llevaron camisetas blancas con las letras del nombre de Jacob Blake y en la espalda siete huecos simbolizando los siete balazos recibidos. Todo esto tuvo mucha repercusión más allá de los medios deportivos. En los próximos días iremos sabiendo más detalles, por ejemplo, de la discusión que dicen que se dio entre algunos jugadores de la NBA que se plantearon no seguir con la temporada y entre los que querían regresar, como LeBron James.

Hay quienes criticaron a los atletas cuando regresaron a jugar, pero pocos piensan quien más ha llegado al punto de detener su trabajo para luchar contra el racismo, ni siquiera el movimiento obrero aún pre pandemia se planteó cesar labores como protesta, muchos menos en otras áreas de la economía, los estudiantes, entre otros. Están los dos extremos, los que preferirían que “solo se callaran y jugaran”, es decir, que no se inmiscuyan en nada que tenga que ver más allá que la cancha, y los que les gustaría que lideraran y protagonizaran con la visibilidad que tienen, el movimiento contra el racismo.

Aún es muy pronto para saber el alcance que tendrán estas manifestaciones de los atletas profesionales estadounidenses. Pero sin duda, en algún momento esta semana ESPN, Nike, la NBA y otros muchos del mundo corporativo temblaron y eso, en mi opinión, es una buena señal, pues para luchar contar el racismo sistémico hay que “jamaquear” el sistema, y por algún lugar se comienza.

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